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La Navidad a través de una ventanilla: las gracias a quienes lo dieron todo a lo largo de sus vidas

El Paseo de la Ilusión por el centro de Córdoba | ÁLEX GALLEGOS

Alejandra Luque

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María de los Ángeles García García y María Soledad Muñoz Navarro, las policías asesinadas el 18 de diciembre de 1996, no sabían que aquel día iba a ser el último. Aquel turno les costó la vida a ambas. Apenas pudieron hacer nada por salvarse. Un atracador la emprendió a balazos con las policías matándolas en el instante. Desde aquel momento, Llanos del Pretorio pasó a ser recordado por el lugar exacto en el que fueron asesinadas ambas agentes. Un monolito levantado en esta misma zona recuerdan la valentía de quienes lucharon por la seguridad de sus vecinos.

Veintidós años después, El Paseo de la Ilusión coincide por primera vez con esta lamentable efeméride. Por ello, la décimo cuarta edición de esta iniciativa rinde homenaje a las dos policías que perecieron en los alrededores de la Diputación de Córdoba, lugar del que han partido los cerca de 100 taxis participantes en un paseo que hizo 400 usuarios de residencias de mayores pudieran ver el alumbrado navideño.

Miguel Mestanza llega puntual a su cita con Aniseta, Pepa e Irene, usuarias de la residencia Princesa, ubicada en la Avenida del Brillante. Es la primera vez que el taxista colabora con El Paseo de la Ilusión. Es el primero en llegar al aparcamiento de la Diputación. Lo hace a las 18:35. A las 19:00 partirá con el resto de sus compañeros hacia un recorrido que alcanzará la hora. Antes de empezar a hablar, en sus ojos se palpa el brillo de una emoción contenida que se rompe nada más empezar a hablar. “Estoy igual de ilusionado que ellas, de verdad”, confiesa este cordobés que apenas lleva dos años con su licencia de taxi.

Llega con tiempo de sobra a la cita porque viene con ganas atrasadas. El pasado año no pudo participar por acompañar a su padre al médico. Para Mestanza, este paseo no es otra cosa que un agradecimiento a los mayores “por todo lo que han hecho a lo largo de sus vidas”. “Lo que hacemos es darles lo que ellos nos han dado. Todos los achaques que tienen es por lo que han peleado por sacarnos adelante”, asegura este cordobés a quien la crisis le golpeó fuertemente. “He pasado dos años en paro que no se los deseo a nadie”, confiesa este extrabajador de la madera que, en pocos meses, vio cómo su vida cambió de gremio y de ciudad. Llegó, incluso, a prepararse las oposiciones para Aucorsa, “pero como las paralizaron un año” decidió sacarse su licencia de taxi.

Atentamente le escuchan Aniseta, Pepa e Irene, que llevan compartiendo sus vidas desde hace muy poco. Irene llegó a la residencia hace dos meses mientras que Aniseta lo hizo hace dos años y medio. Pepa es la que más tiempo lleva: diez años. Aunque las tres se deshacen en elogios hacia el personal de la residencia, agradecen también a los taxistas de Córdoba esta iniciativa solidaria y desinteresada que les permite ver por primera vez el alumbrado navideño de la capital.

“Los años, señorita, no pasan en balde”. Así se refiere Irene a sus compañeros de residencia que no han podido salir para disfrutar de este paseo. “Se lo ha impedido el alma, como yo digo”, afirma mientras que Pepa, sentada en la parte detrás junto a Irene, no quita ojo a todo lo que se abre a través de su ventanilla. Criadas en un entorno familiar, saben que la vida que les tocó vivir es diferente a la de hoy. “Mis hijos no se pueden ocupar de mí porque están trabajando y yo ya no me puedo valer por mí misma”, cuenta Aniseta. La velocidad diaria de ésta nada tiene que ver con la dedicación de aquélla. Irene mueve la cabeza refutando lo dicho por su compañera. Pepa sigue mirando por la ventana sin apenas decir nada. Lo hace una última vez para acompañar a sus compañeras en una afirmación. “El alumbrado es muy bonito. Ahora nos adentraremos en el centro y a ver qué tal”.

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