Un mar devocional en Capuchinos
La cita es ineludible. Como cada año en esta fecha un mar devocional inunda la plaza. El Cristo de los Desagravios y Misericordia permanece, con presencia imperecedera -también en el alma de la ciudad-, sobre el suelo empedrado. Es Viernes de Dolores y la Señora de Córdoba aguarda en su templo. Entre los blancos muros de Capuchinos centenares de personas comienzan superado el mediodía a dar muestra nuevamente del sentimiento hacia Nuestra Señora de los Dolores, que recibe la fervorosa flor de su pueblo. Es otro tramo del extenso y para nada finito recorrido histórico del sentimiento generalizado en torno a la imagen que casi tres siglos atrás tallara Juan Prieto. El sol convierte la intensa jornada en resplandeciente, mientras en la iglesia conventual del Santo Ángel son numerosos también los fieles y cofrades que acuden a besar suave y dulcemente las delicadas manos de María Santísima de la Paz y Esperanza.
“Recinto de Silencios. Aljamada / plaza de los Dolores. Geometría / del cielo y cal. Tapiada de Andalucía / Córdoba en soledades cubicada”. Son los versos Mario López, poeta y pintor que miembro fuera del Grupo Cántico, y que jamás desaparecen del emblemático escenario. Un lugar en el que la fe y las emociones brotan con mayor fuerza si cabe cada Viernes de Dolores. La raigambre es eterna, como los minutos -en aspecto positivo- de un día que vaticina una semana inolvidable. Como cada año en la vibrante Pasión cordobesa. El tiempo se detiene por un instante. Nuestra Señora de los Dolores brilla en el interior de San Jacinto, punto de peregrinación popular durante horas. Desde el mediodía las colas son incesantes, después de que la corporación del Viernes Santo celebrara su Fiesta de Regla. La solemne función la preside, como es habitual, el obispo de Córdoba, Demetrio Fernández. Los cultos van a continuar por la tarde.
También en la vecina iglesia conventual del Santo Ángel, hasta donde alcanza el mar devocional de Córdoba en Capuchinos. En ese templo aguarda María Santísima de la Paz y Esperanza, que a lo largo de toda la jornada permanecerá expuesta en devoto besamanos. Centenares de personas acuden a su blanca presencia, ante la que un año más el obispo reza el Ángelus. Con las voces claras de la escolanía de la cofradía del Miércoles Santo. Demetrio Fernández bendice además el nuevo llamador del paso de Nuestro Padre Jesús de la Humildad y Paciencia y prosigue con su abrazo a las hermandades que en la plaza se reúnen con la visita a los titulares de la Sangre, en el cocherón cuya puerta se abre casi ante el Cristo de los Faroles. Comienza el Viernes de Dolores, comienza el día de fervor popular.
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