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La magia de la imagen instantánea antes de Instagram

Exposición de Polaroids gigantes en la Bienal de Fotografía | MADERO CUBERO

Manuel J. Albert

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El Teatro Cómico acoge la exposición 'Colección de Polaroid Gigante de 50x60' dentro de la Bienal de Fotografía

Hubo un tiempo en el que la fotografía instantánea era pura magia. El ceremonial de revelar un carrete, llevarlo a una tienda, esperar unas días para obtener el resultado se reducía a unos pocos minutos gracias al invento de Polaroid. Cámara y positivado en un solo artilugio que hizo las delicias de los años setenta y ochenta. En la edad de la fotografía digital, de la impresión inmediata en pantalla, de la posibilidad de obtener millones de imágenes sin riesgo de arruinar los bolsillos, el invento parece una tontería. Pero de alguna forma, ese sabor ocre de la técnica, capaz de hacer parecer cualquier escena en un extracto de la serie Cuéntame, sigue fascinando. ¿Por qué, si no, el amor a aplicaciones para móviles como Instagram y similares, que crean filtros que emulan en buena medida los efectos de las clásicas Polaroid?

Los artistas no escapan ahora -ni lo hicieron antes- de las posibilidades enormes que permite la técnica Polaroid -y sus descendientes digitales- y una buena muestra se encuentra en la exposición Colección de Polaroid Gigante de 50x60 que exhibe la sala del Teatro Cómico dentro de la Bienal de Fotografía. A finales de los años setenta, apareció una máquina polaroid gigante a la que muy pocos han tenido acceso, que revelaba positivos de 50 x 60. Era una máquina gigante cuyo uso llevaba aparejado la concurrencia de un técnico para su manejo.

Finalmente se construyeron cinco cámaras más.

El Centro Andaluz de la Fotografía decidió probarla en Almería en 1992 y 1994, por primera vez en España, y encargó a una serie de artistas (Chema Madoz, Juan Manuel Castro, Manuel Vilariño, Mónica Lleó, Roberto Chicharro, Manuel Falces, Ricardo Martín, Krzystof Pruszkowski, Toni Catany, Ouka Leele, Ceferino López, Rafael Roa y Josep Vicent Monzó) que la utilizarán. El trabajo de todos ellos puede verse en la muestra del Teatro Cómico. “Según me contaron –ya forma parte de la leyenda–, pudieron hacer 25 fotografías, de las que el CAF conservaría un buen número de ellas. El resultado de aquella experiencia fue único e irrepetible, a la vista está”, escribe Pablo Juliá, director del Centro Andaluz de la Fotografía.

“Partimos de un conocido principio, ya en desuso –aunque todo el mundo apuesta por un pronto renacer– que ha dado muchos momentos satisfactorios a la fotografía pública y privada y que ha popularizado y simplificado el mundo, no sólo de la creación contemporánea sino de la manera de pensar y de materializar el hecho creativo en sí. La polaroid ha significado el acceso sencillo sin la prepotencia de los tecnicismos o del maquinismo, permitiendo que cada cual elija su objeto fotográfico sin cortapisas, lo construya desde su propio imaginario y, lo más importante, que lo haga al instante”, prosigue Juliá. “Así fue y habría seguido siendo si no hubiera aparecido el elefante digital que ha acabado con todo lo que supone un proceso fotográfico-químico. En 2008 se nos dijo que acabó. Pudiera ser que no del todo, pero lo que parece claro es que nunca volverá a ser lo que fue: un artilugio simpático que nos hizo instantáneos a todos, fotógrafos incluidos”.

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