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REPORTAJE

Una italiana en los patios: de ruta por Santa Marina

Patio Chaparro, 3

Sofia Cortecchia

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Ciento un años después del primer Festival de los Patios, al décimo año de la proclamación de los Patios como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco y después de dos años de pandemia en los que fueron una de las pocas tradiciones que aguantaron el pulso evitando el cierre, estos jardines urbanos y vecinales de Córdoba vuelven a abrirse al mundo.

Es mi primera vez en Córdoba en mayo. Empiezo mi ruta desde los barrios de Santa Marina y San Agustín. Entro en la primera puertecita que encuentro, se trata del Patio Chaparro 3. Me piden que me ponga la mascarilla y me dicen que no se pueden hacer vídeos, aunque sí fotos. La pareja que lo supervisa vive en una de las viviendas que se asoma sobre el patio desde 1988. Y, desde 2010, ellos y los vecinos han decidido empezar un nuevo proyecto: embellecer y cuidar el patio en convivencia. Las familias que viven allí son seis, todas contribuyen juntas al florecimiento de este pequeño tesoro rico en geranios y cycas.

Un poco más adelante encuentro el multipremiado patio en calle Marroquíes, 6: un patio singular y emblemático. Olas de flores sobre la cabeza y gente que busca la colocación perfecta para tomar una foto entre los rincones. Algunos se retiran entre las tinajas llenas de geranios rosas, rojos, blancos con vetas violetas. Está quien se sienta en busca una perspectiva original, quien acerca el rostro a la corola de una flor. Hortensias, margaritas, puertas azules, paredes blancas: veo uno de los nueve talleres que hay en el patio, un pequeño taller artesano. Está Mari Ángeles, sentada en un sofá verde.

Se dedica a crear cosméticos holísticos, produce jabones, cremas y aceites naturales, y al final les superpone las flores del patio. Un poco más adelante hay una antigua cocina. Los platos prolijamente apilados y algunas damajuanas para el vino. A continuación: un cuarto de pila. Lugar para el lavandero de ropa, y un pequeño pozo, una noria Islámica, utilizada como fuente de agua potable.

Calle Ocaña, número 19, es un patio privado de arquitectura antigua. Los balcones con rejas miran adentro, la luz de la cocina está encendida, la mujer que vive allí está a punto de salir, mirando a los turistas que fotografían las flores de su patio interior. Tiene un plato en la mano, saluda a los invitados, y enciende la fuente situada detrás de las ramas de los lirios de San Juan. Así crea una atmósfera mágica. Los pasos de la multitud de gente que la admira pisan una gran estrella dibujada en el pavimento.

Sigo por calle Zarco, entro en el número 15: la lluvia sigue cayendo, los turistas cierran paraguas que curiosamente llevan flores dibujadas, sonríen, se maravillan en la luz de los colores de las plantas que acarician sus cabezas, al ver las tinajas que oscilan movidas por el agua. Una mujer se acerca a la propietaria. La felicita: “Que bonito, enhorabuena”.

La arquitectura moderna acoge las hortensias, que parecen florecer bajo del sonido de un pequeño pájaro. Es el segundo día de Patios de Córdoba.

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