Isabel II, 1: luz de los sentidos para Rafael Botí
Esta casa patio fue en su día hogar del artista y ofrece un gran conjunto al visitante | Un capitel árabe, otro visigodo y una columna romana son algunos de sus elementos más significativos
El aroma, el color, el sonido, el roce e incluso el sabor. La sensibilidad es necesaria, despierta al máximo, en un espacio que todo lo recoge. Como todo lo ofrece. Tanto que es luz para la creación. Arte en una flor, en el agua, en una pieza arquitectónica. En ocasiones, para ver basta con abrir los ojos. Como para escuchar, los oídos. O para olfatear, las nasales. Mucho más el corazón, gracias al cual cada percepción resulta más intensa. Quizá fuera únicamente el entorno o probablemente la sapiencia a la hora de disfrutarlo, de beber de su fuente. En una antigua vivienda de Isabel II, aprendió a hacerlo, o así se debe suponer, uno de los artistas cordobeses de mayor reconocimiento en el siglo XX. Fue en los albores de dicha centuria cuando nació el músico y pintor. Y en los años primeros de la misma cuando vivió, creció y alimentó sus inquietudes. El número 1 de la calle que conduce casi desde la Magdalena a la plaza de Regina fue hogar de Rafael Botí.
La felicidad brota como flor de mayo en el inmueble, tal y como muestra un letrero en árabe en el dintel de la puerta exterior. Es el Patio Al-Yumn, donde rejuvenecen las emociones. “Le llamaron el patio de los cinco sentidos”, cuenta Julia Sesma, una de las propietarias del número 1 de la calle Isabel II. “El olor es de las flores aromáticas y la canela quemada. El tacto es el de las columnas, que toda la gente cuando llega la toca. El sonido es el agua en la fuente. El color son las plantas. Y el sabor, de una vez que ofrecimos rebujito”, explica Sesma a la par con Montserrat Vázquez, otra dueña de una casa de antiguo origen. La hija de la primera, Raquel Jiménez, completa el triunvirato vecinal de un hogar que tiempo atrás llegaran a compartir hasta 11 familias. En un tiempo, Rafael Botí formó parte de la historia de un lugar marcado por el cuidado y el encanto y no falto de historia.
“Esta casa lindaba también con la plaza de Regina (a apenas unos metros). Éste patio era de tipo palacete romano”, explica Julia Sesma, que enseguida recuerda que ahí vivió en su día Rafael Botí. También su hijo en la infancia, como otra persona especial en la familia del artista. “Una vez vino el hijo y fue el que me lo contó, de lo contrario no lo hubiese sabido”, añade la propietaria del inmueble. En efecto, Botí hijo visitó en una ocasión el que fuera su primer hogar. Ocurrió con motivo del diálogo de artistas que años atrás (en 2009) se desarrolló en varios patios de la ciudad dentro del plan de trabajo para la candidatura de esa Capitalidad Cultural Europea que al final no llegó. Ese día cruzó el pasillo hasta el recinto abierto con su mujer, que, grande es la vida a veces, compartió con él infancia en un espacio que hoy se abre al mundo.
Desde la calle se adivina ya la belleza del patio, cuyos arqueados y galerías (una abierta y otras balconadas) ofrecen el contorno idóneo. Entre las joyas que posee este patio se encuentran “un capitel califal de avispero, una columna romana y un capitel visigodo”, tal y como señala Julia Sesma, para quien las suyas son “las flores más bonitas del mundo”. Variedad y diversidad existe en las macetas del recinto, con plantas tradicionales de la ciudad con otras como gambas o malvarrosas. Las olorosas no faltan, ni mucho menos. Entre tanta flor, el agua cae de manera armoniosa en una pequeña y escondida fuente, sobre la cual, en el muro, cuelga una serie de tejas árabes, regalo a las propietarias de una arqueóloga. Enfrente, un arriate enrejado y en alto presenta un murete artístico. Se trata de “un dibujo de celosía árabe, réplica de uno que hay en Medina Azahara”, señala Sesma.
La casa es en realidad un pequeño paraíso para los sentidos. La vista, el olfato, el tacto, el oído y el gusto tienen su tesoro en el número 1 de Isabel II, un patio que en su día acogiera en tiestos flores de otro tipo. En aquel diálogo de artistas que tuviera lugar para reivindicar la, a posteriori fallida, Capitalidad Cultural Europea para este año, en las macetas lucían lazos de ropa interior femenina. Lejos de ser cuestión de fetiche, pretendía ensalzar la figura de la mujer. Como las tres que atienden a los visitantes en mayo, cuando la vivienda abre sus puertas a propios y extraños. Algo que sucede desde 12 años. Julia Sesma comenzó a vivir en ella hace tres décadas, pero el cuidado de sus padres, como ha de ser, primó durante tiempo. El río de la vida acabó por desembocar en la participación en el Festival. Es así como cualquiera tiene la oportunidad de visitar el patio de la felicidad, que lo es por algo muy sencillo: “Porque somos muy felices”. Como debiera ser en su día, con los sentidos embriagados, el artista, Rafael Botí.
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