Gente sin rostro a merced de la ola de frío
“Aquí en Córdoba no son muchos, pero te vas a ciudades más grandes y ves que se están agrupando por nacionalidades para poder hablar”, explica Adela Rodríguez, vicepresidenta de la Asociación Córdoba Actúa sobre la situación de los indigentes que hay repartidos por la ciudad y que afrontan cada año en las calles de Córdoba la ola de frío. Son, aproximadamente, una quincena según los cálculos de esta asociación nacida en el verano de 2015 y que “patrulla” la ciudad cada semana, los domingos.
Que lo hagan un domingo no tiene nada que ver con la religión. Es el día que no lo hacen otras instituciones como Cáritas o Cruz Roja, y el que le toca a este pequeño grupo de amigos, que reparten mantas o sacos de dormir, leche caliente, fruta y bocadillos de pavo, para que pueda comer todo el mundo, por encima de sus creencias. Porque hay quien está en la calle y no tiene para comer, pero al que su religión le impide comer cerdo.
También hay quien acaba de caer en la indigencia y está en proceso de negación. Éstos suelen rechazar la ayuda al principio y van cargados de enseres que no quieren perder, del mismo modo que no pierden la esperanza de volver a encontrarles cobijo a sus cosas.
Los hay jóvenes, de unos 30 años. Y mayores, de más de 70, con “motivación cero” y que “han tirado la toalla”. Los segundos son más vulnerables. Los jóvenes mantienen intacto el instinto de supervivencia y una gama de recursos más amplia. Los hay alcohólicos o drogadictos. Los hay españoles, rumanos o marroquíes. También hay mujeres. Menos que hombres, pero las hay.
“Cada historia es única. No hay un perfil. Sería muy injusto encasillar o dejar fuera a un montón de gente que pertenece a ese grupo”, remata Rodríguez, que asegura que “el perfil de la indigencia hoy en día es que no hay perfil”.
Dos recorridos por cubrir desde noviembre hasta marzo
Lo cierto es que la crisis terminó por acabar con la imagen mental del indigente. La inmigración y el empobrecimiento de las familias ya estaban ahí en un país que, por mucho que avanzara, siempre mantuvo unos niveles de pobreza absoluta importantes. Así que, poco a poco, la imaginería popular española de Rafael Azcona y su “siente un pobre a su mesa” se ha ido borrando paulatinamente.
Lo que no se ha borrado es las ganas de algunas personas de echar una mano a quien no tiene nada. Córdoba Actúa es un ejemplo. En su caso, arrancan la campaña del frío en noviembre, no sólo por las temperaturas, sino porque se ve afectada por una especie de flujo migratorio, al haber personas que viven en la calle y que se van de la ciudad para participar en campañas agrícolas como la aceituna. Así, cada año se hace un “mapeo” de personas vulnerables. El de este año ha revelado que hay 15 personas en la calle a las que prestar ayuda.
Para ello, hacen dos recorridos. Uno por el centro, a pie. El otro es en coche y va por el Vial Norte, Avenida del Aeropuerto, Puente Romano y Parque de Ruth y José, para terminar en el Enrique Puga. En muchos de estos puntos, los vecinos echan una mano y tienen a estas personas bien alimentadas, así que el principal problema estos días es el frío. Para ello, el delegado de Servicios Sociales del Ayuntamiento de Córdoba, Juan Hidalgo (IU), informaba este martes de que la Casa de Acogida había ampliado en 20 las plazas para acoger a personas sin hogar desde ahora hasta marzo.
El problema, según indica Adela Rodríguez, es que “si por lo que sea quieren irse a dormir al albergue, no los dejan entrar con los enseres personales, y a veces se da la circunstancia de que se los quitan o los pierden o los desechan”. Eso incluye los sacos de dormir que les proporciona esta asociación, que además añade que la mayor parte de las personas que están en la calle están “al raso” y no todos duermen en un cajero.
También están quienes logran salir de “la calle”. “El invierno pasado, un matrimonio que vivía en la calle en Ciudad Jardín consiguió una vivienda gracias a la Iglesia Evangelista. Gracias a que al señor le consiguieron un trabajo”, recuerda Rodríguez, que remarca que también están a quienes se les han perdido la pista, como a dos primos rumanos de los que hace tiempo que no saben nada. Lo positivo, dentro de lo que cabe, es que de todas las personas mayores que tienen controladas desde el año pasado no ha fallecido ninguna.
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