Dolor, tinta y protección extra en los estudios de tatuaje tras el coronavirus
“Lo bueno de los estudios de tatuaje es que ya se trabajaba atendiendo a la contaminación cruzada antes de la pandemia”. Sergio, conocido en el mundo del tatuaje como Kados, está en plena faena y habla por debajo de la mascarilla. Su voz se cuela a través de una visera protectora y la alza un poco, por encima del ruido que produce la máquina de tatuaje, que empuña con guantes de látex.
De todo lo descrito, lo único que ha incorporado a su trabajo tras la crisis del coronavirus es la visera. El resto del equipo estaba integrado en su uniforme habitual antes, aunque reconoce que no había tanta familiaridad con la mascarilla.
Haberlas, las había, pues el mundo del tatuaje, por muy artístico que parezca, está sujeto a la normativa sanitaria y está obligado a controlar especialmente la propagación de bacterias y virus de una superficie a otra. La contaminación cruzada de la que habla Kados, que es uno de los tatuadores del estudio Zoo Ink. Los otros dos son Chema, conocido como 'Pez de río', y Amadeus.
Sobre la camilla en la que trabaja Kados está David. Se está tatuando el rostro de su gato esfinge, que se llama Shelby. Es un nuevo tatuaje, uno más de los que tiene a lo largo de su cuerpo. Pero no es uno cualquiera, puesto que es el primero que se hace tras la crisis del coronavirus. “Al principio tenía miedo”, explica David, que añade que el temor se le pasó cuando entendió que “no se puede vivir con miedo hasta que aparezca una vacuna”.
Al final, según relata, al miedo le venció la confianza. Y ha acabado de nuevo expuesto a la tinta apenas unos días después de que su tatuador habitual abriera el estudio con la entrada en la fase 1. “Yo confío en Sergio y sé que si va a abrir es porque va a tomar todas las medidas sanitarias”, señala.
“La gente estaba loca por tatuarse. No ha habido un bajón”
Kados comenzó a prepararse para la reapertura durante la fase 0, aunque ya llevaba semanas trabajando en la reprogramación de las citas. Y no se queja. Dice que tiene el calendario cerrado hasta noviembre y que ha podido reprogramar la mayoría cancelando los viajes que tenía previsto hacer este año. También se muestra sorprendido por el interés que ha habido en todo momento por que reabriera el estudio.
“La gente estaba loca por tatuarse. No ha habido un bajón. Durante la cuarentena incluso me han escrito varias personas para ver si iba a su casa a tatuarles”, explica el tatuador, que aclara que las visitas a domicilio no solo han estado prohibidas por el estado de alarma, sino es algo que no hacía antes porque ese tipo de trabajos no cumplen las más mínimas normativas sanitarias.
Y Sergio tiene razones sobradas para cumplirlas, puesto que está a punto de ser padre y tiene a una persona de riesgo en casa. Así que la primera medida que ha tomado ha sido cerrar la atención previa presencial y sustituirla por la cita telefónica y las redes sociales, que ya eran un nicho importante de su mercado, según reconoce. Con la oficina cerrada sin permitir la entrada de nadie sin cita previa, lo siguiente es explicar bien al cliente cómo tiene que acudir al estudio.
Para ello, durante la cuarentena ha hecho un curso online de prevención específico sobre el Covid-19 que ofrece la Organización Mundial de la Salud (OMS). Además, ha seguido las pautas marcadas por la Federación Española del Tatuaje (FET), que recomienda abastecerse de mascarillas, geles hidro-alcohólicos, guantes, productos de desinfección, gafas (o viseras faciales), así como poner carteles informativos para que se cumplan las medidas de seguridad recomendadas. También se ha prohibido que entren acompañantes a la sala, algo que Kados tampoco solía permitir antes de la pandemia.
Mascarilla obligatoria también para el cliente
Respecto a la posibilidad de ampliar las medidas de seguridad pidiendo un certificado de inmunidad o tomando la temperatura, el tatuador señala que no se lo ha planteado, aunque no es una opción descartable. “El problema es que la información que llega es que hay muchos contagios de personas asintomáticas”, indica, al tiempo que recuerda que se obliga a todos los clientes a entrar con mascarilla a las instalaciones.
“El cambio no ha sido drástico. También es verdad que nosotros funcionamos sobre todo por redes y con trabajos premeditados. Más problemático creo que habrá sido para los estudios pequeños de barrio, que, por espacio, lo van a tener más difícil”, señala Kados, que apunta también a que este tipo de estudios va a acusar el golpe que le van a asestar los tatuadores que hay trabajando ilegalmente en casas “sin medidas e incluso durante la cuarentena”.
Mientras tanto, David continúa aguantando el “trabajito” de Kados. Y está encantado. “Yo no voy a dejar de venir a Sergio, porque me transmite tranquilidad. Me llamó para explicarme cómo tenía que venir al estudio. Y lo que está claro es que si empezamos a parar la cadena de comercio, vamos a ir todos a la quiebra”, señala David mientras su gato Shelby empieza a tomar forma en su cuerpo.
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