Cuarenta años coronado por las espinas de los cordobeses
María Elena cayó rendida a sus pies y a su mirada. Esta hermana de la Merced falleció a finales del año pasado después de una larga historia de amor y cercanía con el Cristo de un barrio que no era siquiera el suyo, porque ella vivía en el centro, pero que la llamó a estar junto a Él cada Lunes Santo desde aquel de principios de los años ochenta en que lo vio pasar por la plaza de Las Tendillas. Aquel día lo miró y no quedó indiferente ante Él, por eso comenzó a seguirlo hasta que Nuestro Padre Jesús Humilde en su Coronación de Espinas entró en su casa ya tarde. Al día siguiente, esta mujer acudió a San Antonio de Padua para hacerse hermana de la cofradía.
De esta manera y con esta historia que recuerda para EL CIRINEO el ahora prioste sacramental y del Señor, Manuel Rodríguez Pino, podría resumirse lo que Jesús Humilde, el único Cristo que procesiona en la Semana Santa de Córdoba desde el amplio distrito de Levante, aunque su casa más próxima sea el Zumbacón, supone para muchos cordobeses y lo que hace sentir a gran parte del pueblo cuando atiende a su gesto de dolor y súplica al Padre mientras es humillado. Es, además, ésta una de las muchas anécdotas y vivencias en torno al Hijo de la Virgen de la Merced que recuerdan en San Antonio de Padua, que esta Cuaresma conmemora el 40 aniversario de la bendición de la imagen que tallara Francisco Buiza en Sevilla a finales de los años setenta.
Según se recoge en la prensa de la época, fue el 12 de marzo de 1978 cuando el Señor fue bendecido como imagen sagrada por el sacerdote Jesús Fernández Palomo en el transcurso de la Función Principal de Cuaresma de la hermandad en la que concelebró fray Ricardo de Córdoba. Este último tuvo mucho que ver en que fuera Buiza quien tallara primero a Nuestra Madre y Señora Santa María de la Merced y años más tarde al Cristo, pues puso en contacto al imaginero con la entonces joven corporación.
El titular actual vino a sustituir al primitivo al que rindió culto la Merced, una talla conocida como de los hortelanos y que había llegado desde la iglesia del convento de Campo Madre de Dios. La imagen, de la que la corporación mercedaria se desprendió para luego recuperarla y conservarla en su casa de hermandad, aparece en actitud orante con la mirada hacia el Padre, de rodillas y con los brazos extendidos hacia delante en los que sujeta un cetro de caña.
Manuel Jesús Sánchez Fernández, actual diputado de Cultos y Formación de la Merced, ya era hermano cuando se hizo al nuevo titular pues llegó a la cofradía en 1976. Sobre el cambio de imagen comenta que “nuestro deseo siempre fue cambiar al antiguo Señor porque no reunía las características que queríamos para el misterio que teníamos previsto. Era del siglo XVIII pero con carencias artísticas claras”, motivo por el que se le encargó la nueva imagen a Buiza, “que en aquellos tiempos era lo que más se acercaba a la idea que teníamos nosotros de una imagen para un barrio como éste”, señala. También a la Virgen hubo que cambiarla por el estado de deterioro de la primitiva.
“Único e irrepetible”
Sobre la imagen, la licenciada en Historia del Arte Mercedes Cuadro, que hace unas semanas ofreció una conferencia en la Merced con motivo del 40 aniversario del Cristo, indica que se trata de una “obra cumbre de la imaginería neobarroca del siglo XX debido a su gran fuerza expresiva, que se completa con el dramatismo enfatizado en la policromía a través de la acentuación de las heridas del momento del escarnio y la utilización de veladuras” que le otorgan un carácter más “teatral y real”. Sin embargo, Cuadro pone el énfasis en el rostro del Señor, “donde más se concentra la carga psicológica”, explica, con la boca entreabierta, con la mirada clavada en el cielo y en actitud “extenuante e implorante”. Prosigue diciendo esta experta que el Señor de la Coronación de Espinas de Córdoba “presenta a la perfección la iconografía de esta misma” y es una imagen “única e irrepetible”. Y realmente, una de las obras más reconocidas de su autor a nivel nacional.
Realmente, Francisco Buiza acertó en la hechura de la talla. Para ello, cuenta a EL CIRINEO Manuel Rodríguez -quien acudió reiteradamente durante la realización de la imagen al taller que el escultor tenía en la Casa de los Artistas, frente a San Juan de la Palma, en Sevilla- que “nos comentó cuando se lo encargamos que se estaba documentando con textos bíblicos e indagando en textos sobre el momento de la Coronación de Espinas”. De hecho, este hermano que en aquel momento era el secretario de la cofradía y que vio al Cristo nacer desde el boceto en barro hasta salir de la madera, recuerda que a Buiza la cofradía solo le pidió una Coronación de Espinas, sin darle más indicaciones.
En el grupo de hermanos que iban a Sevilla a seguir el proceso de talla del Señor se encontraba también Manuel Jesús Sánchez, quien además tuvo el privilegio de acompañar a su Cristo en el viaje hasta Córdoba el sábado previo al domingo de la bendición. La imagen vino en una furgoneta en la que viajaban con él un hermano llamado José Ramón Álamo, el entonces hermano mayor, Rafael Rodríguez Nogueras, y el párroco que lo bendeciría, además del conductor, cuyo nombre no recuerda. Manuel Jesús Sánchez relata que “como el Cristo tiene una envergadura respetable, lo tuvimos que traer camino de Córdoba un poco tumbado en la parte de atrás de la furgoneta, que no tenía asientos”. La policromía y las manchas de sangre estaban recién terminadas, muy frescas, por lo que este hombre le hizo una especie de torniquete a la imagen a la altura de la rodilla para poder sujetarlo y que no se moviera sin tampoco dejarle huellas marcadas.
Esa hora y pico de viaje hasta Córdoba fue “apasionante”, recuerda Manuel Jesús. El Cristo venía sin cubrir, algo que fue impactante, aunque él ya venía impresionado del taller de Buiza, pues cuenta que allí “había un lucernario en el techo por el que entraba una luz cenital y delante de mí empezaron a entrar hermanos de los que íbamos a recoger al Señor y yo me quedé el último”. Sería mediodía y cuando todos se apartaron “mi impresión fue tremenda porque la luz le estaba dando justo delante. Me quedé frente a él y me pasó como a Longinos. Dije: verdaderamente éste era el Hijo de Dios”.
Al llegar a Córdoba el Señor se situó en un despacho que había donde ahora está la capilla del Sagrario hasta que se llevó al altar mayor para bendecirlo. Después se colocó para la veneración de los fieles junto a la Virgen de la Merced en la capilla que tenía entrando a la iglesia a mano izquierda. Ahora ocupa la capilla del Sagrario, a la derecha del altar mayor.
Tanto Manuel Rodríguez como Manuel Jesús Sánchez coinciden en la revolución que supuso para la hermandad la llegada del Señor. “Nos sorprendía mucho porque no paraban de desfilar cofrades por la iglesia porque se decía que era un Cristo muy bueno”, explica a EL CIRINEO el primero de ellos. Añade que cuando vino el Señor traía una caña totalmente verde que con el tiempo ha cambiado de color porque es la misma que trajo la que lleva y el cordón en el cuello es el mismo también “porque es una recomendación y petición que nos hizo Buiza, que no le pusiéramos cordón de oro ni ostentoso, es una cuerda de pita normal y corriente”.
Por su parte, la opinión de Sánchez es que “aparte de llenar un vacío que más o menos existía, el Señor consiguió calar en el corazón de todo un barrio y atrajo mucha devoción, se aumentó mucho el número de hermanos, a partir de esa fecha la cofradía dio una subida espectacular y se conforma lo que ahora mismo es”. Además, el Cristo no ha estado en segundo plano realmente nunca. “Quedamos muy satisfechos con la imagen, y es una de las joyas de la corona de esta casa a pesar de que la Virgen es la jefa de todo esto”, indica Manuel Jesús Sánchez, mientras que para su compañero y hermano en la Merced, Manuel Rodríguez, hay otra escala de valores sobre la que habla a los hermanos siempre que puede.
A Rodríguez nunca se le olvida que cuando llegó a la hermandad en 1971, ésta ya era una hermandad de Virgen. En ese sentido, reconoce que “el significado de la Virgen de la Merced es muy profundo y le tengo cariño especial, pero creo que primero está el Santísimo -no hay que olvidar que la Merced es cofradía sacramental-, luego está el Señor y luego la Virgen, porque no puedes poner a la Virgen por delante de Dios”, reflexiona con lógica. Pese a ello, defiende que ante todo “uno tiene que ser hermano de la cofradía y no decantarse por una imagen u otra, no se puede ser solo de la Virgen o solo del Señor. Y tampoco venir a ver a las imágenes y no ir al Sagrario que es donde está Cristo de verdad”.
Su devoción ha crecido
Como se recoge en la web de la hermandad de la Merced, el Señor procesionó por primera vez en 1982. Iba solo sobre un paso en caoba y apliques dorados, con arbóreos también en este color, que se adquirió a la hermandad del Perdón de Cádiz y que se tuvo que adaptar para ser llevado por costaleros, pues en Cádiz la forma de cargar los pasos es distinta. Un año después se acompañó por las figuras del misterio de Francisco Pinto Berraquero, de Jerez, que son las que se mantienen junto a Él en el paso coronándolo de espinas dos romanos y mofándose un sayón.
Ya en 1996 se firmó el contrato de canasto y respiradero nuevo con el prestigioso tallista sevillano Antonio Martín, autor de importantes pasos de la Semana Santa de la capital hispalense como el del Señor de las Penas de la hermandad de la Estrella de Triana o el del Señor de la Presentación al Pueblo de la hermandad de San Benito, entre otros. También es suyo el retablo del santuario de la Virgen del Rocío de Almonte, mientras que en Córdoba solo cuenta con el paso de la Coronación de Espinas, algo que hay que agradecer a la hermandad de la Merced, que apostó a caballo ganador, pues Martín es uno de los grandes artistas de la Semana Santa del siglo XX y principios del XXI.
En todo este tiempo el Señor no ha tenido que ser sometido a ninguna restauración y solo ha salido de Córdoba pocos años después de venir para una exposición sobre Francisco Buiza en Sevilla después de fallecer el escultor. Algún momento malo recuerdan sus hermanos junto al Señor, como cuando le ha llovido en la calle, aunque son más los buenos que se recuerdan y emotivos. Entre ellos, ver amanecer junto a Él cuando la hermandad salía en la Madrugada del Viernes Santo, la creación de su banda de cornetas y tambores o las dos idas a la antigua Cárcel de Fátima (donde la Virgen de la Merced también ha entrado a visitar a los presos en su rosario de la aurora de los años noventa). En una ocasión, en 1991, el Cristo llegó a la prisión en parihuelas y entró a los patios en su Vía Crucis de Cuaresma que ahora se hace en el interior de la iglesia y en otra ocasión sobre su paso, sin misterio, acompañado de la agrupación musical de la Estrella.
En 2013 el Señor presidió el cartel de la Semana Santa de Córdoba. Y ese mismo año participó en el Vía Crucis Magno de la Fe organizado en Córdoba en el que fue uno de los protagonistas y donde, como aquella hermana que lo siguió desde Las Tendillas a su iglesia cuando lo vio por vez primera en los años ochenta, muchos cordobeses y hermanos suyos lo acompañaron después de muchos años sin hacerlo hasta la Catedral, orgullosos del Señor de sus vidas durante 40 años y todos los que vengan.
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