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Cercadilla: 26 años de una herida patrimonial sin cicatrizar

Vista aérea del yacimiento de Cercadilla antes de que fue arrasado por la construcción de la estación | CORDOBAPEDIA

Manuel J. Albert

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Estos días se cumple el 26 aniversario de un descubrimiento que marcaría a Córdoba para siempre. En los enormes movimientos de terreno de la zona de Cercadilla donde se iba a construir la actual estación de ferrocarril aparecieron unas enormes estructuras enterradas. Ante el riesgo de que los trabajos continuaran, se presentó una denuncia que obligó a paralizar las obras y a iniciar la más intensa excavación arqueológica acometida nunca en la ciudad. Para muchos significa también uno de los mayores crímenes contra el patrimonio cometidos en la ciudad y en Europa, pues arrasó un enorme yacimiento de época romana de incalculable valor.

La ciencia que se permitió entonces fue contrarreloj. En circunstancias normales, podría haber llevado décadas de concienzudas labores para generaciones enteras de expertos. Pero con los fastos del 92 como espada de Damocles, los arqueólogos apenas pudieron asomarse a un complejísimo yacimiento de lo que se cree -hay teorías que lo niegan- es el palacio de Maximiano Hercúleo, uno de los tetrarcas que gobernó el Imperio Romano entre los años 293 y 305.

Tras la excavación exprés y de emergencia de mayo y junio de 1991, se comprobó lo excepcional del hallazgo. En diciembre de ese mismo año comenzó la primera gran campaña bajo una presión política y mediática sin igual. Faltaban pocos meses para la inauguración de la Expo de Sevilla y era orden del Gobierno socialista de entonces que el tren de alta velocidad llegase a la muestra universal de Sevilla en abril a más tardar.

Cuando el último mes del 91 se reiniciaron las excavaciones, un ejército de más de 100 arqueólogos se centró en todo el espacio de 700 metros de largo y 80 de ancho en el que estaba prevista la ubicación de la nueva estación. Es decir, el cogollo del yacimiento. El problema es que justo ahí se había realizado el vaciado de toda su extensión hasta dos o tres metros por debajo del nivel de suelo original. Aquello alteró para siempre la información arqueológica y las labores de investigación e interpretación que restaban. Además, el posterior arrasamiento para construir la estación terminó de amputar a la ciudad una de las muestras más importantes de patrimonio romano que tenía, además de un pedazo indispensable para encajar el puzzle histórico de la ciudad.

“Tras concluirse los trabajos de campo, las instituciones implicadas en la construcción de la estación prescribieron la reanudación de las obras decretando la conservación de tres de los edificios y estructuras del palacio romano: la mitad del trazado del criptopórtico, el que se extendía por la playa de vías –hoy en día almacenado en dependencias municipales–, el aula de cabecera triconque situada al sur de la estación y una cisterna localizada en el extremo este del yacimiento”, escribieron los directores de la excavación Camino Fuertes y Rafael Hidalgo con motivo del III Congreso Internacional sobre la Musealización de Yacimientos Arqueológicos.

¿Podía haberse evitado? Las voces críticas fueron numerosas entonces. No solo de los arqueólogos, sino también del resto de la sociedad civil. Se pidió por activa y por pasiva al Gobierno que modificase la ubicación de la estación para que la playa de vías no arrasase -como arrasó- el núcleo del complejo palatino. Pero la negativa fue siempre rotunda. Y entonces muchos se preguntaron cómo se podía haber llegado a ese punto cuando el complejo arqueológico de Cercadilla no era un total desconocido.

Y es que ya en 1922 se publicó en un artículo de Joaquín María de Navascués en la Real Academia de Córdoba contando que allí había una bóveda perteneciente al criptopórtico; incluso se dibujó con todas las medidas. Y tres décadas más tarde, el arqueólogo Samuel de los Santos Gener volvió a detectar importantes restos en la zona y de nuevo los registra. Pero ninguno de estos archivos fue tomado en cuenta por las autoridades de finales de los años ochenta y primeros noventa. Una decisión que muchos siguen sin entender.

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