Ave María de Fátima
“El 13 de mayo la Virgen María bajó de los cielos a Cova de Iría”. Así comienza el canto a la Virgen de Fátima, una de las devociones con más veneración por los fieles en el mundo que en Córdoba cuenta con barrio propio. Así, el domingo más próximo al 13 de mayo, el barrio de Fátima tiene una cita con la Virgen de la que recibe el nombre. Este 2018 ha coincidido la festividad con la jornada dominical, por lo que la imagen que se venera en la parroquia de esta amplia zona del distrito de Levante salió en procesión en su día, cuando se cumplían 101 años de las apariciones de Nuestra Señora en Fátima (Portugal) a los niños pastores Lucía, Jacinta y Francisco.
A las siete de la tarde se ponía en marcha el cortejo para recorrer las principales calles del barrio. No faltaban, como es tradición, los niños que han hecho su Primera Comunión en la parroquia y que en el mes de María la acompañan en su procesión. Iban más de cincuenta y ellos mejor que nadie representaban la inocencia y el candor de la Virgen que iba detrás. También formaban parte de la comitiva niños y niñas vestidos de flamenco y flamenca y representantes de las hermandades de la Conversión, Carmen de Puerta Nueva y Virgen de la Cabeza, así como de la Corporación municipal y Agrupación de Cofradías.
La Virgen salía a la calle tras bajar las escaleras de acceso a su templo con la maniobra hecha por la veintena de anderos, hombres y mujeres, que la pasearon por su barrio. Las andas iban adornadas con multitud de claveles en los colores blanco y rosa y algunos gladiolos y se mecían al son de las marchas que le interpretaba la banda de la Coronación de Espinas que, como es costumbre, acompaña a la imagen. Este año iba la formación musical tras las andas, rompiendo con lo habitual en esta procesión que era que tras salir la Virgen y tocarle una marcha se situase la banda en cruz de guía.
Sonó esta vez para Ella en primer lugar, tras la Marcha Real, “Cristo del Amor”, y durante el recorrido otras marchas que forman parte del repertorio de Coronación de Espinas entre las que destacó “Bienaventurada”, obra que tiene dedicada la Virgen de Fátima y de la que es autor Nicolás Turienzo. Así, le llegaron a la Virgen los sones de esta banda de cornetas y tambores que tan ligada está a la imagen por la cantidad de años que lleva poniéndole su música, y le llegaron las peticiones de todo un barrio que la seguía, que la esperaba en las aceras, en las ventanas y balcones. Hasta Ella llegaron plegarias, lágrimas, miradas. De gentes de todas las edades. Algunas de personas que otros años la habían acompañado y ya no podían por la edad o por problemas de salud. Y a otros vecinos y vecinas que siempre bajaron desde sus casas a verla los tuvo más cerca que nunca pues ya no salen a su encuentro a la calle sino que están con Ella en la Casa del Padre.
Tras más de dos horas y media de procesión, la Virgen volvía a su templo a las diez menos cuarto y el día, en que la Iglesia celebró la Solemnidad de la Ascensión del Señor, terminaba como había empezado. Si por la mañana celebraba la hermandad de Fátima su Fiesta de Regla, en la que cantó el coro de la parroquia, al terminar la procesión hubo otra Eucaristía, en este caso de Acción de Gracias por los frutos de los cultos y la procesión. La Virgen ya está en su casa, y es ahora la ocasión de la gente de su barrio para ir a verla durante todo el año al igual que Ella ha salido a visitarlos y a conocer sus problemas, sus inquietudes y necesidades este 13 de mayo.
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