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Un año aprendiendo a gobernar... y a hacer oposición

El presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno, llegando a Córdoba | MADERO CUBERO

Alfonso Alba

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Aún hoy, 12 meses después de aquel 2 de diciembre en el que todo cambió en Andalucía, se sigue viendo extraño a políticos del PP o Ciudadanos dando ruedas de prensa frente a una enara de color verde y el escudo de las dos columnas de Hérculos. De la misma manera, muchísimos exaltos cargos del PSOE andaluz se siguen viendo extraños sin escolta, coche oficial o gran edificio público, sino hablando casi todos los días desde una sala de prensa del partido.

El 2 de diciembre de 2018, el voto de los andaluces quiso que el PSOE perdiera más votos que nunca, que los parlamentarios de centro izquierda no fuesen suficientes, y que el PP, Ciudadanos y Vox se pusieran de acuerdo para apartar al socialismo de la Junta de Andalucía, de donde no había salido nunca en 40 años. Ese día, se produjo un vuelco histórico del que muchos aún no se han recuperado y del que otros aún siguen aprendiendo.

Del lado del gobierno, el PP y Ciudadanos siguen aprendiendo a gobernar una institución mastodóntica e infinita, según reconocen muchos de sus cargos off the record. En la Consejería de Salud, por ejemplo, se han sucedido los nombramientos y dimisiones, algo que también se ha repetido en Empleo. Y en muchos casos ha costado encontrar a personal políticamente afín para las jefaturas de departamento, puestos clave para la coordinación del trabajo de la administración andaluza.

Del lado de la oposición, aprendiendo también a hacer algo que nunca hicieron: el control de un gobierno que ya no tienen. Y la digestión de una sentencia, la de los ERE, que ha sido demoledora precisamente para el intento de construir una alternativa que vuelva a convencer a los andaluces de forma mayoritaria.

2019 pasará a la historia por ser un intenso año político, en el que se repitieron las elecciones generales, se celebraron las municipales y Vox le abrió la puerta de la Junta de Andalucía al PP y Ciudadanos. Hasta el 2 de diciembre, Vox era un partido extraparlamentario, con apenas un puñado de miles de votos en toda España. Aquel día, la formación a la derecha de la derecha se sentó en el Parlamento de Andalucía con 12 diputados y condicionó la vida política en la región.

En 2019, Andalucía se ha convertido en una especie de laboratorio político de lo que iba a pasar en el resto de España. Madrid o Murcia son ejemplos de cómo negociaba la formación de Santiago Abascal y que previamente había ensayado en Andalucía, donde el PP y Ciudadanos han pactado con Vox dos presupuestos diferentes, que son los que ahora están en vigor.

Eso sí, un año después la relación de la Junta con el Gobierno central sigue siendo la misma: el Ejecutivo se mantiene en funciones y, de momento, el gobierno andaluz no está ejerciendo una labor de oposición que será más que previsible si finalmente fructifica el pacto entre el PSOE y Unidas Podemos.

En Córdoba, un año después, la Junta aún no ha completado todos los relevos que deseaba. El más notorio es el de Medina Azahara, donde se acaba de iniciar un proceso para elegir a un nuevo director del yacimiento. Tampoco ha habido relevo en el Museo de Bellas Artes, por ejemplo, ni se ha cubierto la plaza de la Filmoteca, por poner varios ejemplos. Las elecciones municipales y una victoria también en el Ayuntamiento de Córdoba frenó muchos de los nombramientos previstos por el PP y Ciudadanos.

En la oposición, la salida del PSOE de la Junta y del Ayuntamiento también ha provocado un terremoto en el socialismo, que busca reencontrarse con la ciudadanía y explora cómo hacer oposición. La sentencia de los ERE no ha ayudado, precisamente, ya que muchas de las filas de los socialistas actuales están pobladas de cargos que de una u otra manera formaron parte de los diferentes gobiernos de la Junta de Andalucía socialista.

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