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Abiertas las puertas

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Rafael Ávalos

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Una simple mirada es suficiente. Desde la relativa lejanía se percibe. Sobrevuela una ilusión la plaza del Cristo de Gracia. Recorre María Auxiliadora y se intensifica donde todo ha de comenzar. Decenas de personas dirigen sus pasos hasta allí, escenario del principio en el que apenas resta hueco. Las nubes de antaño son solamente eso, un fantasma del pasado. El sol luce allá en lo alto, en un cielo azul como el terciopelo del primer palio. Crece el murmullo, y quizá también los nervios. Las manecillas del reloj marcan las diez y la mañana se hace más cálida. Probablemente sea el brote primero de sensaciones. Algún minuto después, el ruido es el del silencio. Y el de la llamada a la puerta de San Lorenzo. Acto seguido, ésta se abre. Es la primera que lo hace en el inicio del camino entre palmas y ramos de olivo. La luz cobra fuerza en el interior del templo fernandino en el momento en que las campanas lo anuncian: Nuestro Padre Jesús de los Reyes inicia su camino y de tal modo establece el punto de partida de la Semana Santa de 2017 en Córdoba.

La plaza es ocupada por centenares de personas, que quieren saborear la emoción de este Domingo de Ramos llamado a ser inolvidable desde el primer instante. Entre esa multitud comienza su trayecto el titular de la hermandad de la Entrada Triunfal, que es la encargada de abrir todas las puertas. Porque junto con la de San Lorenzo también quita el cerrojo a la espera para los días de Pasión. Ya están aquí. Y ésas no son las únicas. La luminosidad del día, lejos del cielo triste del pasado año, es más impetuosa cuando las campanas del templo vuelven a sonar. Nuestra Señora de la Palma está en la calle, con palio de color azul y manto rojo. Tras salvar la difícil salida de la iglesia, la cuadrilla de costaleros que es un pie y el otro de la Virgen marcha al ritmo que marca su capataz. Elegante camina en la búsqueda de otra puerta, que son tres en la nueva página del relato de la Semana Santa de la ciudad.

Cada chicotá tiene como testigos a centenares de personas, que son como las gotas de un mar que baña Córdoba desde el Arroyo de San Lorenzo hasta el Guadalquivir. A su vera, una estampa cuasi desconocida. Sólo los más veteranos saben de ella. A los demás les corresponde rebuscar entre fotografías de aspecto añejo. Pero ya no. Todo termina y comienza este Domingo de Ramos. Acaba, por cumplido, el anhelo de las hermandades y también de los cofrades de la ciudad. Arranca una página diferente. La primera frase queda escrita en la Puerta del Puente -que no Arco del Triunfo-, que se abre de nuevo a la Historia de la Semana Santa cordobesa. Nuestro Padre Jesús de los Reyes ya camina rumbo a la Mezquita Catedral, que aguarda engalanada. Apunte negativo deja la mañana, eso sí, con la afluencia de público en el tramo inicial de la (re) inaugurada Carrera Oficial en el entorno del primer templo de la Diócesis.

Pero nada importa. La de San Lorenzo, la de la Semana Santa y la del Puente. Todas están de par en par para el Señor que recibe el agasajo a su entrada en Jerusalén. Los niños son también protagonistas en la mañana en que la Virgen de la Palma es luz cercana. El techo de palio permite contemplar con mayor brillantez a la imagen, que avanza hacia la Mezquita Catedral. Y allí, una nueva puerta se abre, próxima a la que siempre estuviera bien dispuesta. Donde antes hubiera una celosía hay un vano, el que cruza poco antes de la una -con adelanto respecto de la hora prevista- Nuestro Padre Jesús de los Reyes. La soñada vía de acceso al interior del templo es toda una realidad. Como también la posibilidad de transitar de manera fluida en el monumento y el Patio de los Naranjos. El Arco de las Bendiciones es ahora punto de salida. Toca después de ésta poner rumbo al lugar donde todo comienza. Abiertas las puertas.

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