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Més que un club

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José Carlos León

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El Barça es més que un club, lo ha sido siempre, lo es ahora y lo será. Lo fue desde sus orígenes, desde que su fundador Joan Gamper (un suizo que en realidad se llamaba Hans, pero que se puede tergiversar para entrar en la paranoica mitología pancatalanista, como lo de las cuatro franjas, la guerra de sucesión/secesión… pero bueno, no pasa nada) unió al objetivo de la práctica deportiva el de “convertirse en un club catalanista y servir activamente al país”. Todo el mundo lo tuvo claro, sobre todo durante la dictadura de Franco (al que ahora le ha quitado las tres condecoraciones que le otorgó), cuando el club azulgrana se erigió en uno de los pocos altavoces y defensores que podía tener el nacionalismo ante el régimen.

En 1968, el presidente Narcís de Carreras acuñó el eslogan que hoy luce gigantesco en las gradas del Camp Nou, adoptado cinco años después por Agustí Montal como el lema con el que la entidad entraría en la democracia. De ahí a la histórica final de la Recopa de Basilea en 1978, quizás la primera gran demostración del catalanismo culé en democracia, hasta nuestros días, el Barcelona no ha ocultado lo que es. Lo tiene tan claro que está hasta reflejado en sus estatutos, para que todo el mundo lo sepa y nadie se lleve a engaño. No es sólo un club, es algo más. Mucho más. Es uno de sus valores esenciales y fundacionales. Si te gusta, bien, y si no, es lo que hay.

Los valores son esenciales en nuestra vida porque ejercen de jueces sobre nuestras acciones, construyendo lo que podíamos denominar nuestro código de moral personal. Los valores son como los pilares que sostienen nuestro día a día porque nos sirven básicamente para dos cosas: la primera es marcarnos objetivos; y la segunda es tomar decisiones que nos acerquen a esas metas en base a ellos. Lo hacemos las personas, las empresas, las organizaciones, los clubes deportivos… Todos elegimos cuáles van a ser nuestras líneas de actuación y bajo qué códigos morales vamos a comportarnos, algo que también nos hace reconocibles y permite que la gente pueda esperar determinados actos de nosotros, el qué y el cómo.

Se dice mucho que en esta sociedad se han perdido los valores, aunque en realidad es la sociedad o la gente, nosotros mismos, los que los estamos perdiendo. Por eso en muchas ocasiones actuamos sin un fin concreto, a tontas y a locas, porque no tenemos o no encontramos pautas morales que definan nuestro comportamiento. ¿Cuáles? Elige tus propios valores. La lista es amplia, desde los más profundos como la humildad, la solidaridad, la paz o la prudencia a otros menos cándidos como la ambición, el dinero, la riqueza o el poder. Todo eso son valores, incluso hay contravalores (el odio, la maldad, la mentira…) que dejan claro que todo no va a ser paz y amor. Da igual, elige los que quieras, los que más se ajusten a tus necesidades en este momento concreto, y ellos te ayudarán a plantearte objetivos y a saber qué tienes que hacer o no para alcanzarlos. Así lo tendrás todo más claro, porque puede que muchas de las dudas a la hora de tomar determinadas decisiones estén basadas en una ausencia de valores que te marquen si son adecuadas o no.

Es bueno saber que los valores cambian, o como diría Groucho Marx, “si estos no le gustan, tengo otros”. Varían con la edad, con el momento y con cada situación de nuestra vida. Puede que de jóvenes nuestros actos estuvieran marcados por la diversión y la aventura, y que dejaran paso a la responsabilidad con la madurez. Cuando estamos solteros apostamos por el crecimiento, el trabajo o el dinero, que quedan en un segundo plano cuando formamos una familia. Y esos cambios marcan tus acciones. Quizás antes no te importaba quedarte media hora más en el trabajo, pero cuando tienes un hijo hay algo que tira de ti para acabar lo antes posible y llegar a casa a tiempo de darle el último beso antes de que se duerma. Puede que de primeras te incomode y te chirríe, porque tú no eres así, o mejor dicho, no eras así. ¿Qué está pasando? Pues que de repente tus valores han cambiado y ha aparecido uno nuevo (la familia, el amor…) que te hace tomar decisiones distintas. Así es la vida. De hecho, el sentimiento de culpabilidad llega cuando entiendes que tus acciones no están alineadas con tus valores, que estás traicionando a tus jueces internos.

Los valores aparecen, desaparecen a lo largo de nuestra vida, suben y bajan en el ranking de importancia, o permanecen inalterables, lo que no es ni mejor ni peor. Por eso a nadie le extrañó que el Barcelona respondiera a la sentencia del Procés con un comunicado en el que se ponía una vez más del lado de los condenados con un claro “la prisión no es la solución”. Hace un par de años, Gerard Piqué dijo que “no me gustan los valores del Real Madrid ni cómo en su palco se mueven los hilos del país”, aunque hace una semana dijo sentirse “orgulloso de pertenecer a este club” alineándose con el comunicado azulgrana.

Y es que Piqué es gilipollas, pero coherente, eso nadie podrá negárselo. Dicho de otra forma, sus acciones están plenamente alineadas con sus valores… ¿o no? Porque al mismo tiempo se va a Madrid a vender el negocio de su Copa Davis, a la capital de ese estado opresor. ¿Palcos? Quizás obvie el del Camp Nou, en el que se sentaba toda la burguesía catalana y la corrupta cúpula de Convergencia i Unió, urdiendo la trama del tres per cent antes de taparla con la deriva soberanista, esa cortina de humo que el nacionalismo tejió para tapar sus vergüenzas y que ahora se les ha ido de las manos.

Tengo amigos que son del Barça, pero reniegan de su alineamiento político, igual que los que dicen ser católicos “pero no de los curas”. No, monstruo, no. Aquí sabes lo que hay y o apechugas con el pack completo o, una de dos: o eres totalmente incoherente o no tienes claros tus valores. Quizás tampoco sea tan grave, pero así se identifican a los veletas, a los que hoy hacen una cosa y mañana la contraria, a los que no tienen claro lo que quieren y cada día se levantan con una ocurrencia distinta. No como el Barcelona, del que siempre sabes lo que puedes esperar porque es més que un club.

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