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Una gincana, cofrade, para esas criaturitas...

Juana Guerrero

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Resulta paradójico que constantemente se estén controlando los contenidos audiovisuales que están al alcance de niños y niñas y que luego, les hagamos partícipes de ciertas tradiciones que, francamente, no me parece que sean muy adecuadas para su edad. Así por ejemplo, dejando a un margen las creencias religiosas y con todos mis respetos, ¿no creen que ir de procesiones es un plan un pelín fuerte para una criatura?. Vale..., ver la Borriquita tiene un pase, a los chiquillos parece gustarles el animalillo, pero tal y como evoluciona la historia bíblica que se representa en la performance (y no quiero yo chafarle el final a nadie), no se yo si esas imágenes de señores crucificados, coronas de espinas, ensangrentados, madres dolorosas, miles de encapuchados vistiendo anchas túnicas cirio en mano, penitentes descalzos (con lo que me ha costado explicarle a mi retoño que no se anda sin zapatos), señoras enlutadas y bandas sonoras de lo más deprimentes, contribuyen positivamente al desarrollo emocional del pequeño. A mi, ya adulta, me sigue provocando más de un escalofrío.

Además de la carga psicológica que acarrean semejantes contenidos, el hecho de encontrarse en medio de una multitud tan exagerada de gente debe de serles desconcertante ¿no?. Cierto que en la feria, igualmente somos más de veintitantos..., pero no comparen el ambiente lúdico festivo y alegre de esta última con el “pena, penita, pena” semanasantero, donde lo más divertido que pueden hacer los críos es una bola de cera. Oh, sin duda emocionante... Yo entiendo que ustedes quieran disfrutar de sus tradiciones y no les queda otra que cargar con la descendencia, pero háganselo más divertido, quítenle dramatismo al asunto que ya es tiempo de ir superando la tragedia. ¿Qué tal algún tipo de gincana para amenizar el recorrido?: con un “quién es quién” con los nazarenos, “las siete diferencias” con los romanos, que los nazarenos vayan lanzando caramelos como en la Cabalgata de los Reyes Magos,... no sé, algo que les alivie de tanto aburrimiento. Recuerden “su felicidad, es la nuestra”.

Si el retoño participa en el desfile, de penitente, pasará horas en silencio andando hasta que su cuerpecito aguante (ese cuerpo que aun no conoce la culpa ya paga por la de otros, abrumador...). Que va de espectador, una vez en la procesión es aparcado con su cochecito en la primera fila. Cerquita de los tambores, poniendo a prueba sus tímpanos, sobrecargando su sistema cardíaco y elevando sus pulsaciones, así te aseguras que con la sobrexcitación aguante hasta bien tarde, que para un día que sales…Uno de los peligros que corre la criatura es la de morir asfixiada, no por las altas temperaturas que se pueden alcanzar en la primavera cordobesa, sino por las cáscaras de pipas que van llegando por todos los frentes y que lo llegan a enterrar. Pobre criaturita. Una vez ha pasado la procesión hay que correr frenéticamente en busca de la siguiente. Eso lo haces tú y toda la marabunta de feligreses allí congregados por lo que el agobio de transeúntes es máximo. Llega un momento en el que la criatura, quizá por la inhalación de incienso se queda dormida en el carrito contando capirotes, con una postura imposible, pero tú en vez de irte a casa para evitar una contractura cervical o para proveer al churumbel del descanso que te está pidiendo a gritos (literal) desde hace horas, decides ver la última, a pesar de que tienes un dolor de pies insoportable porque se te ha ocurrido la brillante idea, un año más, de estrenar zapatos. (Eso sí que es una penitencia).

Yo he de confesar que en estos días me he superado como Mu´ mala madre. No,  no porque haya llevado a mi churumbel de procesiones a pasar calamidades. Ha sido peor... la criatura se ha ido a ver santos sin mi. ¡¡10 horas¡¡. No recuerdo mejor Domingo de Ramos y miren que los he tenido de muy buen estreno. 10 horas disfrutando de la tranquilidad de mi hogar, de mi tiempo y de mi espacio. Si, he traicionado mis principios antireligiosos y mi máxima de educar al retoño al margen de la religión (espero que lo siguiente no sea llevarlo a un Mc Donald), pero es que a cambio he obtenido 10 horas de libertad y quién podría resistirse...total, ojos que no ven corazón que no siente. Aún es pequeño y de ese día creo que sólo recordará los tambores y las cáscaras de pipas. Hay tiempo de reconducir su fe. En fin que fue un día milagroso, hasta vi una película a todo volumen. Eso si, conectada al Whatsapp por si mi criatura me echaba enormemente de menos y tenía que salir corriendo en su búsqueda. No ocurrió. En todo el día no se acordó ni de su sufrida madre ni de su padre corresponsable. De hecho cuando llegué a recogerlo quería quedarse. Por un momento titubeé: él lo ha querido...si quiere quedarse que se quede, sal corriendo es tu oportunidad de ser libre para siempre. Pero no, me lo llevé a casa, creyendo que había tomado la decisión acertada. Una vez allí vomitó por varias habitaciones todo lo que había engullido con alevosía. Mientras limpiaba los deshechos de esa resaca fantaseé de nuevo con la idea de cederle la custodia (provisionalmente) a su adorada tata. Sólo fantaseé...

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