¿El frotar no se iba a acabar?
No hay fiesta de la que mi retoño no vuelva lleno de mugre. Y ¿saben que es lo que más me molesta?: ¿ lavar a mano la ropa?, ¿ quitarle lo más gordo con toallitas?. NO (eso sólo me incomoda). Lo que realmente me provoca el tic nervioso en el ojo izquierdo, es que haya churumbeles que van a esa misma fiesta, que comen de la misma tarta y que juegan con los mismos trastos, y que ni se despeinan. Llegan peinados a raya, con una ropa planchada y deslumbrante, y tal como llegan se van.
¿Cómo lo consiguen?. Los llevan plastificados y van eliminando capas de film cada vez que les salpica el barro o les chorrea el batido. Para mí mantener semejante pulcritud es misión imposible. Pero, si yo baño a mi criatura, y en el desplazamiento del cuarto de aseo al salón, llevándolo en brazos, ¡ya llega con las uñas negras¡. Supongo que hay criaturas que repelen la suciedad de forma natural mientras que otras la atraen, y … ¡no vean cómo la atraen¡.
Es que es increíble, si tu criatura es de las que atraen, por mucho que la arregles justo antes de salir, al llegar a la puerta ya va con los rizos “alegres”, el jarapillo por fuera y algún lamparón. Vamos…¡cómo para llevarlo a una boda ibicenca¡. Yo he tomado como norma el ponerle a mi churumbel un impermeable sobre el trajecito de domingo cuando acudimos a un evento importante hasta el momento de las fotos. Me da igual que sea verano. Después de la foto, junto al niño impoluto y repeinado, como si quiere bañarse en la fuente de chocolate. Pero en la foto sale inmaculado. Desde aquí hago un llamamiento a quienes diseñan ropa infantil: por favor hagan sus modelitos con hule. Que eso con pasarle un trapito húmedo es suficiente.
En el periodo de lactante las manchas se concentran en baberos y área del pañal. Las babas y regurgitaciones hacen que la ropa pase de blanco nuclear a blanco roto y luego a beige amarillento. Por otro lado, las heces, de espíritu libre, pueden llegar a expandirse hasta el cogote, lo que te obliga o bien a sacar el body por la cabeza y que se llene de mierda (con perdón) hasta las orejas, o bien, una solución de urgencia: tijeras en mano, cortas por lo sano.
Desde que la criatura gatea e ingiere todo tipo de alimentos, sobre todo cuando está aprendiendo a comer de forma autónoma, la lavadora se convierte en el electrodoméstico estrella. Ese bombo gira más que el del bingo del Hogar del Pensionista. Y tú no paras de tender, y recoger, y planchar (bueno... lo más sufrido) y colocar…¿Pero por qué no empiezan por comer comida deshidratada como la de los peces hasta que manejen la cubertería con soltura?. Por no hablarles de los que directamente cogen con las manos las lentejas y las natillas. Alternativamente. ¡Asqueroso¡. Pero hay quien lo permite por aquello de que han de experimentar con las diferentes texturas. Y mientras, tú, experimentando con los diferentes quitamanchas y detergentes. Y ahora con el verano ¡el rico helado¡. Con lo que eso chorrea. Primero una gotita, luego el manchurrón en la ropa. Deberían prohibir los helados a menores de 10 años, y los de chocolate por lo menos hasta los 15. ¿Y la sandía?, ¡tan refrescante, nutritiva, vitamínica…y…roja, pegajosa y caldosa¡. ¡Anda, criatura, cómete mejor una magdalenita¡.
Y por si fuera poco, ahora vuelven los pañales de tela. No quisiera yo pensar en la existencia de algún oscuro complot para retener a base de actividades domésticas a determinadas madres y padres corresponsables, con la finalidad de idiotizarlos y además de alejarlos de la esfera pública... Pero… ¿lo del frotar no se iba a acabar?. ¿Acaso no es ya bastante desagradable la relación que tenemos con los pañales actuales?. Si hasta llevar el paquete cerrado a la basura es a veces vomitivo, ni te digo si encima tenemos que manipular su carga. ¡¡¡Buah¡¡¡. Tengo cosas más interesantes que hacer, la verdad...
Que levante la mano quien alguna vez le haya puesto a su churumbel una prenda a sabiendas de que estaba ya manchada. Efectivamente, somos mayoría. ¡Qué más da si son sólo cinco minutos los que tarda en ensuciarla¡. Si es que es imposible llegar a todo. Reconócelo cuando llegas a las tantas, después de un día de revolcones por la tierra, no te paras a lavar la ropa, como mucho, si consigues despegársela del cuerpo, la echas al cesto de la ropa sucia y ya veremos cómo nos enfrentamos al día siguiente (o al otro) a esas manchas. Con un poco de suerte serán superficiales, en el peor de los casos harán la prenda irrecuperable (pues pa´ trapos).
De cualquier manera, seres humanos en fase de crianza fanáticos de la limpieza, relájense que los churretes son a las criaturitas lo que la sangría al verano, inevitable y necesaria. Valoren el gasto que hacen en toallitas húmedas y verán que no compensa tanto escrúpulo.
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