Soy ingeniero agrónomo y sociólogo. Me gusta la literatura y la astronomía, y construyo relojes de sol. Disfruto contemplando el cielo nocturno, pero procuro tener siempre los pies en la tierra. He sido investigador del IESA-CSIC hasta mi jubilación. En mi blog, analizaré la sociedad de nuestro tiempo, mediante ensayos y tribunas de opinión. También publicaré relatos de ficción para iluminar aquellos aspectos de la realidad que las ciencias sociales no permiten captar.
La entrada de Ucrania en la UE
Ante la anunciada apertura de negociaciones formales para la adhesión de Ucrania a la UE, han surgido desde los medios agrícolas voces discrepantes, alertando de los efectos negativos que tendría para la agricultura europea. Por ejemplo, Arnoud Rousseau, presidente del poderoso sindicato agrario francés FNSEA, afirmaba hace unos días que la entrada de Ucrania en la UE “sería una catástrofe para la agricultura europea”, debido al potencial agrícola de ese país. Recordaba que la agricultura ucraniana representa la cuarta parte de todo el sector agrario de la UE, destacando, sobre todo, en productos como cereales y oleaginosas, y que ese desequilibrio distorsionaría el mercado interno europeo.
En ese contexto, la resistencia de Polonia al paso del cereal ucraniano por su territorio en plena guerra, es también un anticipo de los problemas que pueden generarse en caso de que culmine la adhesión de Ucrania a la UE. De forma velada, el dirigente agrícola francés viene a señalar lo que muchos otros piensan, y es que la adhesión de Ucrania se explica, sobre todo, por razones políticas. En concreto, como compensación en una futura negociación de paz que ponga fin a la guerra provocada por la invasión rusa y en la que Ucrania se vea obligada a renunciar a parte de su territorio. Las puertas de la UE le serán, por tanto, más propicias que las de la OTAN, y por eso se les piensa abrir con más facilidad.
La dimensión política del proyecto europeo
Los motivos políticos que subyacen a la adhesión de Ucrania, no deben sorprendernos, ya que no es algo anómalo en las distintas ampliaciones de la UE. Si analizamos el proceso de construcción europea, cabe señalar que, ya en sus inicios, el principal impulso para la integración de los seis países fundacionales de la CEE (Alemania, Bélgica, Francia, Holanda, Luxemburgo e Italia) fue de naturaleza política. Es verdad que se materializó en una unión aduanera, que luego sería ampliada a otras áreas económicas (como la agricultura, la pesca o el transporte). Pero el objetivo fundamental fue de naturaleza política, a saber: integrar en torno a un proyecto común a países históricamente divididos y enfrentados durante siglos en sangrientas guerras europeas.
Esa dimensión política ha estado presente en la mayor parte de las grandes ampliaciones de la UE. Lo estuvo cuando se integró Grecia en 1981, y también cuando entraron España y Portugal en 1986, siendo en esos tres casos la consolidación de sus nacientes democracias el principal impulso para que la UE los aceptara como nuevos estados miembros. Si hubieran primado las razones económicas, es probable que la integración de esos países, sobre todo de España, se hubiera retrasado (de hecho, nuestro país estuvo sometido a un periodo transitorio de ocho años para algunos de sus principales productos agrícolas).
Algo similar ocurrió con las sucesivas ampliaciones (entre 1991 y 2013) de la UE a los antiguos países comunistas del Este europeo (los llamados PECOs), como Polonia, Hungría, Bulgaria, Chequia, Eslovaquia, Rumanía…, y con la adhesión de los países balcánicos, como Croacia o Eslovenia. En todos esos casos, también fueron motivos políticos los que impulsaron la integración de esos países en la UE, siendo el más importante de ellos el de la consolidación de sus incipientes democracias o la pacificación de la región de los Balcanes. Por esas razones de naturaleza política, se sacrificaron exigencias económicas en favor de una rápida integración, generando problemas de desajuste que la UE ha tenido que ir solventando en todo ese tiempo.
Una adhesión compleja, pero necesaria
La Comisión Europea propondrá al Consejo de la UE (a celebrar en España el próximo mes de diciembre) la apertura formal de negociaciones con Ucrania, además de con Georgia, para su incorporación al proyecto europeo. Si el Consejo lo aprueba, Ucrania será miembro de la UE dentro de unos años (se prevé para 2030). Los informes de la Comisión muestran que, si bien Ucrania ha hecho importantes avances en las distintas áreas que exige la UE para homologar el sistema político, jurídico y económico ucranio a los estándares europeos, aún le quedan cosas por hacer (sobre todo en materia de lucha contra la corrupción y en el fortalecimiento de un poder judicial independiente). Tales déficits no son, sin embargo, considerados por la Comisión Europea óbice alguno para la apertura de negociaciones formales con un país, como Ucrania, de más de 43 millones de habitantes (justo por detrás de España).
Si primaran razones económicas, Ucrania tendría muy difícil entrar en la UE, dado que su presencia provocaría un importante desequilibrio en el sector agrario europeo, tal como ha alertado el citado presidente del sindicato francés FNSEA. Sin embargo, la adhesión de Ucrania se considera políticamente necesaria, y no valen argumentos económicos para rechazarla, al igual que tampoco valían los que utilizaron los dirigentes sindicales y políticos, también franceses (como Valery Giscard d’Estaing), cuando se abrieron las negociaciones con España hace ahora treinta años.
Como ocurrió entonces para el caso español, cuyo potencial agrícola se veía también como una amenaza a la agricultura europea, sólo valen ahora razones políticas, que las hay, y de peso, para apoyar la entrada de Ucrania. Los posibles problemas que, sin duda, podrá tener la integración de la agricultura ucrania en el sector agrario de la UE, deberán ser tenidos en cuenta en las futuras reformas de la PAC (Política Agraria Común) estableciéndose los periodos de transición que sean necesarios en algunos productos antes de su inclusión en el mercado único. Eso es lo que se hizo cuando entró España en 1986, cuyos productos hortofrutícolas estuvieron sometidos a un periodo transitorio de ocho años.
En general, y más allá de su importancia política, la adhesión de Ucrania a la UE, significa también la entrada de un país fundamentalmente agrícola. Pero eso no debería verse como una amenaza por los agricultores europeos, sino como una oportunidad (apertura de nuevos mercados en productos de los que Ucrania es deficitaria) y un modo de afianzar la PAC, tan cuestionada a veces por países en los que cada vez es menos relevante la producción agraria.
Sobre este blog
Soy ingeniero agrónomo y sociólogo. Me gusta la literatura y la astronomía, y construyo relojes de sol. Disfruto contemplando el cielo nocturno, pero procuro tener siempre los pies en la tierra. He sido investigador del IESA-CSIC hasta mi jubilación. En mi blog, analizaré la sociedad de nuestro tiempo, mediante ensayos y tribunas de opinión. También publicaré relatos de ficción para iluminar aquellos aspectos de la realidad que las ciencias sociales no permiten captar.
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