Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

La salita (espacios)

José María Martín

0

Ustedes saben bien qué es una salita. Pues eso que están viendo sobre estas líneas también lo es.

Vista ya, pasaré a describir esa salita de vistas, primer destino laboral de un lunes –como fue el pasado 28 de octubre- para un grupo de ciudadanos.

La salita tiene unos diez metros de profundidad por unos seis metros de ancho. Hago el calculo a ojo y reconociendo que no tengo mucha destreza en esta materia. Al principio está vacía y el juez –que es el señor que está bajo la foto del rey- intenta aprovechar al máximo sus espacios para que quepa el mayor número de personas. Porque, olvidé decirlo, es una salita pública. No como la salita de su casa, esta salita es de todos y el juez se ha empeñado en meter todos los bancos posibles, para ampliar su aforo y permitir que entre el mayor número de personas posible. Desconozco si una salita tiene límite de aforo, como las discotecas, pero esa es otra historia.

Y, aunque a priori pueda parecer una salita austera, fría e impersonal no lo es del todo. Porque alguien decidió pintar la pared de un tono amarillento y no blanco, porque en las ventanas de la izquierda alguien usó unos perfiles de madera en lugar de aluminio y porque los bancos también son de madera, más cálida que el plástico de los asientos de los estadios. Porque, además, al fondo a la derecha hay dos banderas –de España y de Andalucía- y eso, más allá de transmitir un carácter institucional a esta habitación, también aporta el único golpe de color al lugar.

En la salita -en esta salita- hay un estrado, y sobre él se han dispuesto nueve sillas. Siete las ocupan señores abogados, otra una señora que debe ser secretaria del juzgado y otra el señor juez. En esta imagen tomada con cierta improvisación verán solo ocho abogados, pues uno de ellos queda tapado por uno de sus colegas (izquierda) y solo se intuyen sus manitas sobre el borde de la mesa. Los abogados visten sus togas, de esa tela que uno confía en que no sea demasiado cálida para no angustiarles con un aumento de temperatura indeseado que se convierta en obstáculo para su intervención. Ese tejido que brilla y uno imagina suave, quizá una lana fría con lo inquietante de su nombre. Observarán otros elementos sobre la mesa, como libros, micrófonos, un ordenador grande, uno pequeño, papeles…

Si afinan la mirada, verán también una cámara de video sobre la foto del rey. Una cámara que, intuimos, almacena imágenes en movimiento y sonidos; que bien se acumulan en un ordenador, o en la nube, o en algún soporte no físico, quizás simplemente en un pendrive, en un DVD, en un CD o –extraño sería- en una cinta.

En la salita han empezado los sonidos. Los pronuncia primero el juez, que ajusta el tono de voz, impostándola y dice algo así como “Vista pública número XXXXXXX …”. Usa un lenguaje administrativo cuyo tono rompe al hablar de una testigo que ha excusado su presencia por la enfermedad de un familiar. El juez, que ejerce en este juzgado de lo mercantil, añade un pensamiento que humaniza y llena la sala de colores: “nos sirve esto para reflexionar sobre la volatilidad del dinero y la prevalencia sobre él de otras cuestiones como la salud”. No es literal, pero sí que vino a decir esto. El resto de lo que ocurre allí son millones de euros, latinajos “periculum in mora, delegatio solventio…” y un vaivén de palabras que derivan la responsabilidad de un lado a otro, del otro al uno… Seguro que hubo un momento en el que todos los que ocupábamos la sala pensamos a la par:

¿Qué te-rri-ble e-rror co-me-tí pa-ra co-men-zar a-sí la se-ma-na?

Los abogados de la imagen representan a los que han sido administradores de Laboratorios Pérez Giménez. La administración concursal les reclama 23’5 millones de euros para asegurar que no quedan impunes sus errores en la gestión de esta empresa farmacéutica.

Etiquetas
stats