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Postales (1)

José María Martín

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El domingo pasado compré algunas postales en el mercadillo del Bulevar. Los criterios de selección: que fueran en color, que en ellas aparecieran personas y que ilustraran imágenes de Córdoba.  Las postales cuentan gráficamente cómo hemos cambiado y sobre todo nos hablan de las cosas.

1.030 – CORDOBA

Vista de la Plaza de la Corredera.

Vue e la Place de la Corredera.

View of Plaza de la Corredera.

Queridas amigas

Recibimos vuestra tarjeta alegrándonos mucho de que estéis bien y disfrutando de lo lindo por lo menos del fresquito de la playa, que se estaría estupendamente, porque en esta hace una calor, que no se puede aguantar. Cuando (v)biene a casa Mariló pregunta por Araceli y le decimos que está en la playa y dice Mariló, que de estos botijos que hay en la Plaza que le traigan uno que haga el agua fresquita. Araceli, el agua ya está pagada.

Saludos y un abrazo para vosotras de vuestros amigos Antonia, Luisito, Mariló y José Mel

Un besito de Mariló a Dios Araceli

Made in Spain

La palabra botijo, dice mi diccionario etimológico, tiene su raíz en el diminutivo BUTTICULA del latino BUTTIS, tonel, odre. Dice Coromines que no se puede descartar que BUTTIS sea una evolución de BODE, una forma de llamar al macho cabrío. A su vez, tonel procede del céltico TUNNA, piel, y odre es una evolución del latino UTER, útero. En la esencia del botijo está, por lo tanto, la naturaleza animal de los materiales que lo inspiraron. Al menos, etimológicamente. A pesar de ello, nosotros lo consideramos un objeto, una cosa, que procede de algo tan poco animal como el barro. Intuyo un momento clave en el que quienes usaban un botijo de piel (entiéndase, una bota pequeña) se tuvieron que acostumbrar a que a aquella vasija con pitorro grande y chico se le llamara botijo. En esas seguimos, observando como la vida cambia el nombre a las cosas y como aquello que llamábamos derechos evoluciona, sin justificación etimológica imaginable, a privilegios. Las palabras, lanzadas por los que mandan son dardos envenenados que nos amansan y nos convencen. La involución que nos invade tendrá consecuencias, acabaremos creyendo de verdad que son privilegios y eso acabará también en los diccionarios y, peor, en nuestra autoestima.

En el reverso de esta postal quien escribe es Antonia, que cuenta, dirigiéndose a una de sus amigas, Araceli, que en Córdoba hace un calor que no se puede aguantar, que la pequeña Mariló (que está empezando a escribir tal y como atestigua la novel caligrafía de la última línea) la recuerda y pregunta por ella, e incluso pide que compren un botijo para que cuando venga de la playa tenga agua fresquita. Antonia, imprimiendo una carga informativa descorazonadora a esta postal de verano asegura: Araceli, el agua ya está pagada; rompiendo el discurso. Las cosas: los botijos, la furgoneta antigua, el mandil, las bolsas de tela para la compra, todas nos enseñan lo bueno del pasado, el sentido práctico de algunas cosas antiguas, las bondades –que también las hay- de la involución

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