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Historia de una empresa que no le paga a la gente

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Alfonso Alba

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En Córdoba hay una empresa que casi siempre paga tarde a sus trabajadores. O que a veces ni siquiera les paga. Esta empresa tiene una multitud de deudas y pleitos precisamente por no pagar. Algunos, millonarios. Otros, de unos pocos miles de euros. Y otros, limosnas que se les deben a unos trabajadores que se lo han ganado. Es más. Cuando esa empresa ha tenido dinero suficiente para liquidar algunos de esos débitos ha aprovechado para despedir a los trabajadores que le sobraban. Y lo ha hecho aplicando la normativa laboral vigente. 20 días por año trabajado y gracias.

En Córdoba, esa empresa tiene su sede en una instalación municipal, por la que no paga canon alguno. Allí, explota el mayor inmueble de todo el Ayuntamiento, también gratis. De hecho, es el Ayuntamiento el que en la mayoría de las ocasiones le ha venido pagando la luz. También tiene una tienda en ese mismo lugar. No consta que en el Ayuntamiento se haya autorizado su apertura. Al menos, a este humilde periodista que lo ha preguntado tantas veces.

Esa sociedad anónima, que es deportiva, gana dinero. Mucho. Millones de euros. Se calculan unos ingresos cercanos a los 20 millones solo en el pasado ejercicio. Pero no tiene liquidez. O dice que no la tiene. Y decide no pagarle a la gente. Porque no puede o porque no quiere. Eso ya no lo sé.

El fútbol, lo sabemos, es un sentimiento para la inmensa mayoría. Para unos pocos es un inmenso negocio. Una máquina de hacer dinero en algunos casos. O de perderlo, en otros. Así es el fútbol moderno. Así es el fútbol desde que un gobierno de izquierdas aprobó una reforma por la que la mayoría de los clubes de España, que siempre habían sido propiedad de sus socios, se convirtieron de la noche a la mañana en Sociedades Anónimas Deportivas (SAD). Los clubes dejaron de ser de quienes los amaban para ser de quienes querían ganar dinero, influencia o que el alcalde de turno les dejara construir porque, claro, tras él había miles de aficionados que además votaban.

El Córdoba Club de Fútbol tiene más de 10.000 abonados en Segunda División B. No hay nada en la ciudad de Córdoba que mueva (pagando, ojo) a tanta gente. Nada. Ni nadie. Esos 10.000 abonados, a regañadientes, pasaron horas al sol haciendo cola para renovar. Su equipo había descendido. ¿Y qué? Es un sentimiento. Pero el dinero que dejaron en las taquillas supuso un negocio.

El Córdoba es una empresa que dirige un, ergo, empresario. Y es un empresario que o paga poco, o no paga, o paga tarde. Cualquier empresa de este tipo tendría protestas en la puerta de sindicatos (¿dónde están que no los veo?) o partidos políticos de izquierdas.

Pero el fútbol es el mundo al revés. Al alcalde, del PP, se le ha escuchado decir que quiere mediar en el complejo conflicto que tiene el Córdoba. Solo Vox ha criticado con dureza al empresario que sigue presidiendo el club.

El Córdoba Club de Fútbol, como todos los equipos de España, es un sentimiento pero un inmenso negocio al que no le van bien las cosas. Y su situación ahora mismo es muy delicada, por no decir crítica. Esta semana, durante la reunión de su consejo de administración, uno de los más decisivos de su historia reciente, en la puerta había periodistas y solo un aficionado. Uno.

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