Los festejos de una ciudad son una cosa seria
No, por favor, no se lleven las manos a la cabeza con el enorme impacto que ha tenido para la ciudad la suspensión de la cabalgata de los Reyes Magos del pasado martes. Y si lo hacen, es que ni conocen a su ciudad ni a sus vecinos ni, tampoco, cómo ha funcionado siempre el Ayuntamiento.
La Concejalía de Festejos ha sido siempre una de las más importantes, en todas las Corporaciones, del Ayuntamiento de Córdoba. Es su responsabilidad organizar algo tan importante para la vida de un ciudadano como es su ocio y su diversión, su desconexión, incluso, aunque sea por unas horas de la realidad. Además de garantizar que los servicios públicos funcionan bien, el Ayuntamiento está en la obligación de buscar siempre la felicidad de sus vecinos, aunque sea a través de placebos tan mundanos como una cabalgata de los Reyes Magos.
Aunque siempre se ha banalizado este departamento municipal (principalmente a través de algunos medios de comunicación y también desde ciertos círculos más o menos elitistas), la Concejalía de Festejos ha tenido una importancia capital para el Ayuntamiento. Marcelino Ferrero ha sido el concejal más longevo en el cargo. En sus 12 años al frente nunca falló a una fiesta, con su clavel en la solapa pero siempre al pie del cañón y preocupado por que todo saliera bien. En el mandato del PP, uno de los pocos cambios en el equipo de gobierno de José Antonio Nieto fue desplazar a Rafael Jaén en favor de Amelia Caracuel, cuando el primero empezaba a plantearse un cambio en el modelo de la feria de Córdoba.
En el actual cogobierno, Festejos ha perdido su personalidad propia. Tanto, que ahora se llama Promoción de la Ciudad. Tampoco tiene a un concejal dedicado en exclusiva. Carmen González, además, es presidenta del Instituto Municipal de Desarrollo Económico y portavoz del PSOE en el Pleno. Es cierto que se trata de un equipo de gobierno demasiado corto, de 11 concejales con cargo frente a otros 18 en la oposición.
Es cierto, también, que los técnicos y el equipo de Festejos del Ayuntamiento siguen siendo los mismos. Pero no lo es menos que la organización de muchos de los eventos que acoge la ciudad necesita de una supervisión constante, que no digo que no se haya hecho, pero que con más responsabilidades al final significa también menos tiempo para poder dedicárselo a todo.
Probablemente, con un concejal de Festejos a tiempo completo la cabalgata del otro día también se hubiese suspendido. O no. La clave, como ya saben, estuvo en que alguien decidió sacar las carrozas sin saber exactamente qué tiempo iba a hacer, si iba a llover o no. Medios, para saberlo, hay muchos más que los de llamar al Aeropuerto de Sevilla en el que, dudo, hagan un parte exacto sobre el tiempo en Córdoba. Al contrario, en Córdoba hay un aeropuerto con un observatorio en conexión constante con la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet).
Este mismo periódico, en una crónica previa a la cabalgata, llegó a titular con la posibilidad de la lluvia al inicio del desfile. ¿Nadie trazó entonces un plan alternativo? ¿Nadie pensó en que podía pasar lo que finalmente ocurrió? Y lo que más me escama, ¿nadie le va a pedir perdón a los miles de cordobeses que esperaban a su cabalgata por una decisión inicial muy mal tomada? Está claro que una vez mojadas y destrozadas, la cabalgata tenía que suspenderse por cuestiones de seguridad. Pero aferrarse a este hecho quizás es insuficiente cuando acabamos de estrenar el 2016 y existen aplicaciones tecnológicas al alcance de cualquiera para saber el tiempo que puede hacer con mayor o menor exactitud en una hora.
Los festejos de una ciudad son una cosa seria.
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