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Sobre este blog

Alfonso Alba es periodista. Uno de los cuatro impulsores de Cordópolis, lleva toda su vida profesional de redacción en redacción, y de 'fregado en fregado'. Es colaborador habitual en radios y televisiones, aunque lo que siempre le gustó fue escribir.

De cruces, vacunas y alcaldes

WhatsApp-Image-2021-01-20-at-16.40.05 - Cruz de los caídos en el centro de reciclaje de Moriles.

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La política más intensa de todas es la municipal. Pero no la de las ciudades (que también), sino la de los pueblos. En una capital como Córdoba seguro que hay vecinos que no saben quién es el alcalde. Es más, hay muchos vecinos que jamás han visto al alcalde más allá de la televisión, la prensa o algún tuit. No digamos ya los que han tenido la oportunidad de hablar con él. ¿Un 2% de la población? Cuestión de cifras. En Córdoba capital viven 340.000 personas. Por mucho que se esfuerce el alcalde es imposible hablar con todos los vecinos.

En un pueblo eso no ocurre. Cualquiera ha podido hablar con el alcalde alguna vez. De hecho, sabe dónde vive, quién es su familia, conoce su pasado, sus virtudes y sus debilidades. Y lo mismo de los concejales de la oposición. Por eso la política municipal es tan apasionante en un pueblo. Por eso a veces puede ser tan bestial, injusta y descarnada.

Esta semana, los alcaldes de la provincia han dado la nota. Tres (Torrecampo, El Guijo y Alcaracejos) por que han decidido vacunarse cuando no les tocaba. Una, la de Aguilar de la Frontera, por haber dirigido un proceso de reparación de la memoria histórica que debía haber sido digno y que ha acabado arrojando una cruz a un vertedero que previamente fue cortada de raíz con una radial.

Los alcaldes han intentado explicar que en verdad ellos no querían vacunarse, pero que iban a sobrar dosis y qué iban a hacer. Poco ha faltado para escuchar que tropezaron y se cayeron sobre la jeringuilla. Esos tres pueblos de Los Pedroches no son muy grandes y su población está muy envejecida. Ninguno de esos alcaldes es población de riesgo, pero sus vecinos sí. Si sobraban dosis, era tan fácil como salir a la calle y tocar en la primera casa de una persona mayor que hubiese a mano. Insisto, en el pueblo se conocen todos. Ha habido regidores, me consta, que dijeron que no. Por que para que un alcalde se corrompa siempre tiene que haber un funcionario que le lleve los papeles. Así que para que un alcalde se vacune siempre tiene que haber un técnico sanitario que le diga si se quiere poner la vacuna.

En la política municipal, este tipo de comportamientos son los que más pesan. Y los que más tensan de manera innecesaria a un pueblo. Una persona que, entre comillas, se aprovecha de su cargo en beneficio propio. Lo peor. Mucho están tardando en no dimitir.

Mientras, en Aguilar de la Frontera, un pueblo que no se caracteriza precisamente por lo bien que se llevan entre sí los partidos políticos, ha protagonizado una polémica la mar de absurda. Cuando yo era niño recuerdo que en la iglesia de mi pueblo, Fernán Núñez, había una cruz de los caídos. De escaso interés artístico, la cruz estaba a las puertas de la parroquia de Santa Marina, en una especie de jardinito que daba muchos problemas de acceso a la iglesia. Un día, el Ayuntamiento inició las obras de reforma de ese jardinito, y una noche la cruz desapareció. Ya está. Al día siguiente la cruz ya no estaba. Tampoco la placa que recordaba a los caídos por 'coloque aquí su frase franquista', donde algunos nostálgicos saludaban brazo en alto.

En Aguilar de la Frontera se ha decidido cumplir con la ley de la memoria histórica a lo bruto. Y sin sensibilidad. La cruz (sin placa) es un símbolo religioso. Había que retirarla, sí. Pero tampoco hacía falta hacerlo de esa manera. Ni lonas que cubriesen los trabajos de los operarios, ni trabajos de madrugada para evitar incidentes, ni por supuesto un almacenaje en otro lugar, no arrojarla a un vertedero para que fuese reciclada.

Lo que debía haber sido un acto de memoria, que diese ejemplo, se ha convertido en una suerte de martirologio cristiano que seguirá trayendo cola.

Las formas. Ay, las formas.

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Alfonso Alba es periodista. Uno de los cuatro impulsores de Cordópolis, lleva toda su vida profesional de redacción en redacción, y de 'fregado en fregado'. Es colaborador habitual en radios y televisiones, aunque lo que siempre le gustó fue escribir.

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