El puente sobre el río Kwai
Las películas de David Lean siempre se pueden saborear en varios planos. Junto a una línea argumental aventurera, grandiosa, se desarrolla otra en clave más íntima o reflexiva, y El puente sobre el río Kwai El puente sobre el río Kwaies un buen ejemplo de ello. Habrá quien la verá como una película bélica, incluso propagandística, pero para mí es más interesante toda la reflexión sobre la obediencia, el orgullo y la disciplina que destilan sus imágenes. Pero lo que puede ser sorprendente, es que me recuerde lo que está pasando con nuestra Ronda Norte.
Si en la película de Lean, el puente es una infraestructura que, inicialmente, solo interesa al “enemigo” japonés, con el comandante Saito al frente, luego se acabará convirtiéndo en el símbolo de la locura paranoica del coronel Nicholson (Alec Guinnes) que logra convencer a todos sus compañeros de la necesidad de realizar una gran obra a cualquier precio, incluso el de traicionar los intereses de su país. De la misma manera, desde hace veinte años se viene hablando de la necesidad de una Ronda Norte en nuestra ciudad, todos defienden su necesidad, pero nadie explica que a los únicos que les interesa es a aquellos a los que les expropiaríamos y, sobre todo, a quienes cobrarían la factura millonaria de su construcción.
El PGOU de 1986 apostaba por un cinturón de rondas que debía negociarse con la administración autonómica. De lo proyectado, con algunas variaciones, ya se ha ejecutado la Ronda-Variante de Levante, la Sureste y la de Poniente. La Norte, estaba proyectada sobre las antiguas vías del ferrocarril del Almorchón, pero la llegada al poder del PP, en 1995, eliminó esa posibilidad al decidir convertir la calle Escultor Fernández Márquez en un bulevar, quizá por que Caracol Martín vivía en esa calle. Después de tomarse esa decisión, la Ronda Norte se convirtió en una entelequia, a la que, sin embargo, nadie renunció.
El PGOU de 2001-03 solo pintaba parte de la Ronda, concretamente, el trozo que se cargaba a los propietarios de Mirabueno pues se necesitaba un vial de salida del nuevo barrio por construir. El resto del trayecto no se dibujaba porque cualquier solución era agresiva y polémica. Solo hay que recordar que Córdoba acababa de superar la división que le había supuesto las vías de Renfe, por lo que no parecía razonable levantar otro muro de separación unos cientos de metros más arriba. La única solución pausible era aprovechar el recorrido del Canal del Guadalmellato, ante la cercanía de la falda de la Sierra. Ello obligaba a que la Ronda tuviera que ser prácticamente subterránea, lo que agravaba su coste.
Todos los grupos políticos de la ciudad jugaron al despiste durante años, hasta que la Junta de Andalucía, una vez acabada la Ronda de Poniente, necesitaba un proyecto para hacer campaña electoral en las elecciones andaluzas de 2000. Se sacó de la manga ofrecer la financiación de su construcción y la faraona Aguilar, necesitada de proyectos a los que poner su nombre, entró al trapo. En todo el proceso de tramitación del proyecto, la duda era si había un recorrido aceptable mientras eran desoídos los planteamientos contrarios a su construcción, defendidos por los ecologistas y los verdes. Eran épocas de favorecer a las constructoras, y la Ronda era un bocado muy apetitoso. ¿Que más da que nunca se demostrara que era necesaria para la movilidad de la ciudad? Recordemos que la ciudad ya no precisaba cruzar por el centro para ir de este a oeste, usando las tres rondas ya existentes, y contaba con los grandes viales de Renfe para el tráfico interior.
El sinsentido se apoderó de la opinión pública cuando la faraona Aguilar, ya convertida en consejera, quiso convertir la Ronda en su hito en la ciudad. La falta de financiación pública, al haberse iniciado la crisis de ingresos públicos, le llevó a defender el modelo público-privado que multiplicaba por tres el coste de la inversión e hipotecaba el futuro inversor de la Junta. Cierto que en ese momento se apostaba por inversiones extraordinarias como los metros de Sevilla o Málaga, o los Tranvías, bastante más costosos, pero la Ronda Norte solo suponía un capricho.
En cuanto al trozo de Ronda, responsabilidad de Mirabueno, las viviendas están construidas, la urbanización sin acabar y el vial a medio hacer ante la negativa a seguir construyéndolo por parte de la Junta de Compensación, donde Marín-Hillinger es mayoritario. Fallos en la formalización de los avales, de los que nadie se responsabiliza, ha hecho que incluso ahora se tengan que olvidar los planes de finalización de la obra por parte del ayuntamiento. De esta forma, el ayuntamiento y la Junta se convierten en aliados, puesto que a ninguno le interesa recordar sus incumplimientos para terminar la Ronda, de lo que, paradójicamente, tenemos que alegrarnos todos, lamentando el tiempo y el dinero gastado.
Si en El puente sobre el río Kwai, William Holden es obligado a regresar a la zona para destruir el puente, aunque finalmente lo haga el coronel Nicholson en un segundo de recuperación de la lucidez, en Córdoba, debemos agradecer a la crisis que se haya paralizado el proyecto, que tal y como está, bien parece que ha sufrido, también, los efectos de una explosión. Pero no olvidemos que cualquier día alguien vuelve a caer en la locura de su construcción. Si ello sucede, todos debemos evitar ser prisioneros de una absurda disciplina y negarnos a silbar a su son.
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