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Ayer pasó

Ángel Ramírez

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Ocurrió la mañana de ayer lunes 5 de enero a las 8.27 de la mañana. Estaba aún en la cama sumido en uno de esos momentos en que todo ocurre dentro de una nebulosa  que no te permite separar lo real del sueño,  instantes en que te debates entre dar por finalizada la noche o intentar una última incursión. Veía  haces de luces por los filos de la ventana por lo que ya sabía que había amanecido, que podía salir sin parecer un loco o un atormentado. Era algo así, no estoy seguro, y aún mantenía un sueño en mi cabeza que ahora no recuerdo, un sueño  del que formaba parte esa amanecida y el frío y la conciencia de no estar loco. Recuerdo esa sensación placentera de habitar dos mundos sin saber diferenciarlos, un momento también de vértigo porque no te sabes del todo cuerdo, temes que desaparezca lo que aún hay de real y ya no vuelvas.

De pronto sonó un enorme ruido, un golpe seco o un chasquido quizás metálico. Era muy extraño, no conseguía recordar nada parecido que me ayudara a decidir qué podía haber ocurrido y qué hacer, hacia dónde ir para comprobar que no había pasado nada. Tenía un tono irreconocible, un timbre único y después de detenerme un poco me recordó  algún efecto de las películas de Jean-Pierre Jeunet y Marc Caro, puede que el golpe de algún enorme engranaje, dos ruedas dentadas que se acoplan estruendosamente y cambian la acción de un gigantesco mecanismo que rige lo real sin que lo sepamos. Miré el reloj y eran las 8.27 y aquello no había sido un libro o una teja que se hubieran caído, era algo profundo, estaba debajo, y tenía que ver con el sentido de las cosas, que en ese momento había cambiado.

Era 5 de enero de 2015 y ya me levanté con la conciencia segura de que no tenía que correr para comprobar que no había pasado nada, porque sí había pasado y era mejor así. Realmente ahora estábamos en año nuevo, la historia, o al menos la nuestra, una pequeñísima parte del tiempo, había dado un giro y casi nadie se había enterado, solo yo que por casualidad estaba en ese momento extraño en la que todo parece posible y nada real, un estado de trance en el que oyes lo que nadie oye, y supe que lo que está ocurriendo y va a seguir ocurriendo a partir de ahora forma parte de otra era, otro capítulo en los libros de historia cuyo nombre está por determinarse. 1492, 1789, supongo que la mayor parte de las personas que allí estaban tampoco oyeron el crack pero pasó, y esas cesuras forman parte de lo que hoy somos, ordenan nuestra memoria, nuestro pensamiento, nuestra forma de ver el mundo. Pues ayer, pasó.

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