Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

¿Moderno, contemporáneo o... raro?

Redacción Cordópolis

0

Frecuentemente se utilizan los términos “moderno” o “contemporáneo” aplicados con poco rigor a expresiones artísticas o a edificios. Bien es cierto que cada una de ambas acepciones pueden referirse a espectros temporales o estilos diversos dependiendo del ámbito académico en que se utilicen, pero una cosa es analizar con sistemas de referencia distintos y otra, llamar “moderno” a un edificio nuevo cuando gusta y “raro” cuando no gusta.

En la historiografía española se considera que la Edad Moderna abarca desde Descubrimiento de América (1492) hasta La Guerra de la Independencia de España (1808), momento en que comienza la Historia Contemporánea. Sin embargo, en arquitectura el escalado temporal varía considerablemente. Así, el modernismo 1890-1918 (aprox), que no es lo mismo que el Movimiento Moderno (1915- 1945), están relativamente bien ubicados temporalmente, mientras que el término contemporáneo es algo menos exacto y puede aludir a la capilla de Ronchamp (1954), obra de Le-Corbusier o a la Feldkapelle (2007)  de Peter Zumthor. Además, también hay matices en función de su ubicación; así, Sezession, Art Noveau, Jugendstil o Liberty fueron variantes del Modernismo en europa; y  el Racionalismo o el Estilo Internacional líneas cercanas al movimiento moderno en Europa o América.

A este batiburrillo espacio-temporal viene a sumarse una cuestión a mi entender fundamental a la hora de definir el estilo de una obra, su intencionalidad, su fundamento teórico. Esto es lo que hace de un edificio una obra maestra de la arquitectura contemporánea o una ocurrencia sin más, un trending.

Por tanto, podemos decir que algo es moderno si está contrapuesto a lo clásico, a lo que venía siendo tradicional hasta el momento en que aparece, pero además, debe ser una apuesta sólida, que provenga de un proceso reflexivo y que marque una tendencia firme y sostenida en el tiempo. Si  no cumple todos estos requisitos, es probable que estemos ante una rareza, más que ante una obra moderna.

El término contemporáneo puede aplicarse a cualquier obra que se haya pensado y ejecutado en nuestro tiempo, pero creo que el traje le viene grande a la mayoría de las obras de arte o de arquitectura que ven la luz. Un edificio no merece el apelativo de arquitectura contemporánea si no es realmente ejemplar.

Ciñéndonos al caso de Córdoba, podríamos decir que la Cámara de Comercio (1951) de Rafael de la Hoz es un edificio moderno por dos razones: por su cercanía temporal al Movimiento Moderno y por que rompió con la línea compositiva clásica que existía en Córdoba. Así mismo, diríamos que el C4 (2012) de Nieto y Sobejano, es un actuación contemporánea, como también podríamos decirlo de la actuación de Juan Cuenca en el Puente Romano (2009), ambas son obras de calidad, fruto de una profunda reflexión teórica y coherentes con el tiempo en que se han construido.

Por eso, causa cierto desasosiego cuando oíamos decir a nuestros próceres, que Córdoba hubiera entrado en la modernidad si se hubiera llevado a cabo El Ojo del Califa, proyecto de Carlos Ferrater en el antiguo Hotel Meliá, 74 metros de altura moderna.

La modernidad es un manera de estar en el mundo, que tiene que ver con la educación, con la cultura, con la sensibilidad que cada uno tenemos a la hora de enfrentar la vida, y esto no se adquiere por medio de un implante ortopédico. Una ciudad no comienza a ser moderna por sus edificios, comienza a ser moderna por el cerebro de sus habitantes.

Etiquetas
stats