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¡Rex magister o rey estípite?

Sebastián De la Obra

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Alfonso X, llamado El sabio, es reconocido en la historia académica como uno de los pocos reyes hispanos cultos e interesados en el saber. Su sobrino, don Juan Manuel (autor de El Conde Lucanor), lo definió con evidente servidumbre: Non podría decir ningun omne quánto bien este noble rey fizo sennalada mente en acresçentar et alumbrar el saber. Alfonso X fue, para algunos estudiosos, la versión cristiana del califa cordobés al Hakan II. Este monarca tuvo como obsesión reunir todo el conocimiento y saber acumulado hasta ese momento (con escasos prejuicios) en su Biblioteca Califal. Una curiosa y rica Biblioteca administrada y gestionada por un grupo de mujeres letradas, copistas y bibliotecarias. Ambos reyes se dedicaron no solo a acrecentar su poder personal (tendencia muy arraigada en la historia de los monarcas hispanos), también desarrollaron y ejercieron la curiosidad de quienes tienen verdadero afán de conocimiento. Ambos eran el ejemplo de un rex magister.

En general hemos tenido reyes muy débiles (también mentalmente hablando), tiranos por frágiles (anímicamente hablando), de ambición desmedida (camuflada la mayor parte de las veces por la llamada de la fe) y, en la última dinastía fanfarrones, frívolos y campechanos. Los hubo, también, con atisbos de preocupación por la gobernanza de su pueblo. Muy pocos: José Bonaparte, Amadeo de Saboya y el socorrido Carlos III.

La huella del barroco hispano también ha ejercido su influencia en el perfil de los monarcas. Existe un peculiar barroco autóctono que recibe el nombre de Churrigueresco. Se caracteriza por la exuberancia y extravagancia de las formas. Se atribuye al arquitecto y escultor José Benito de Churriguera su introducción en la Península. Su primera creación fue una monumental pira funeraria en honor de María Luisa de Orleans (mujer de Carlos II, el último rey de la dinastía de los Habsburgo). El barroco churrigueresco se caracteriza por la aparición de las columnas denominadas estípites. Una columna estípite es una columna falsa. Se trata de una pilastra troncopiramidal que aparenta ser un soporte pero que, en realidad, no sustenta nada. Tiene una función meramente decorativa. Algún autor la definió como el ridículo llevado al exceso (Quatrímere de Quincy). Desde el inefable (e infame) Fernando VII (el pobre, enfermo de macrogenitosomía) y su popular hija, Isabel II, que haría las delicias de los programas contemporáneos de corazón, hasta el campechano Alfonso XIII que recorría con su deportivo el Madrid nocturno, la dinastía de los Borbones han sido una fiel representación de reyes estípites. Los hermanos Becquer, Valeriano y Gustavo Adolfo, los dibujaron magistralmente (y con seudónimo en su cuaderno de dibujos Los Borbones en pelota). Realmente, si se me permite la expresión, estos reyes estípites muy poco tienen en común con los citados monarcas que ejercieron de rex magister. Son tan innecesarios como las columnas estípites. Salvo que el país de televidentes sea un reflejo fiel del país de ciudadanos.

Nota: Hay una antiquísima leyenda judía que relata una asamblea para elegir el rey de los árboles del Mediterráneo. Se reúnen todos los árboles y se establece que el elegido debe reunir unas características de excelencia y mérito. El primer árbol propuesto es el olivo. Se justifica su elección en que es un árbol autóctono; propio de todo el Mediterráneo; que produce la aceituna de la que se extrae el aceite... El olivo rechaza el ofrecimiento. La siguiente propuesta es la vid. Se alaba su sabiduría y sus preciados frutos, la uva y el vino... La vid declina el ofrecimiento, no quiere ser rey. La tercera propuesta que se presenta es la higuera. Un árbol frondoso, rico, amable. Su fruto, los higos, es propio del paraíso... La higuera no quiere ser rey. Se hizo el silencio. Un arbusto se levantó y se propuso como rey. Era la zarza. Un verdadero escándalo frente a las propuestas y candidaturas que se habían presentado. Todos los árboles le increparon y le retaron a explicar para que servía una zarza. La zarza les contesto: ¿y para qué sirve un rey?

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