Estocolmo. Un día subterráneo
Un día cualquiera, en el metro de Estocolmo, puedes descubrir la cara oculta de una ciudad diferente. Eso me ocurrió al encontrar, tirado en un vagón, un papelajo arrugado perfectamente escrito en castellano, motivo por el cual lo recogí con desbordada curiosidad. Me limito, pues, a transcribirlo, pues no he encontrado mejor guía turística de la capital sueca, hogar definitivo, entre otros, de Bergman o Garbo...
“Siempre me han gustado los mapas del metro, porque parecen las conexiones neuronales de la mente de una ciudad. Siempre me ha gustado descubrir cómo ir de un extremo a otro de la ciudad a través del camino más largo e intentar pasar por todas las paredes, por todas las líneas, todos los colores, todos los andenes y trenes… porque siempre me ha gustado coger el camino más largo. Inclinarse por el más corto puede ser más práctico, pero en el fondo es para personas con poca imaginación que no quieren conocer a esa forma kafkiana de insecto que es el alma de una ciudad. Conocer a una urbe desde el underground bien merece varias entradas, incluso dedicar un jornada –si usted es uno de esos viajeros con rifle digital en mano para captar presas instantáneas- como en este caso, para conocer la que bien puede considerarse una gran galería de arte contemporáneo.
El tunnelbana o metro de Estocolmo sorprende por ofrecer esculturas, mosaicos y pinturas interesantes en medio de las migraciones diarias de los ciudadanos y turistas por el precio de un billete (sobre los tres euros al cambio, el sencillo). Más de 90 estaciones de las 110 que dispone a lo largo de 3 líneas, están decoradas por diferentes artistas, lo que constituye a su vez una manera curiosa de conocer la evolución del arte de la segunda mitad del siglo XX, además de ser una forma barata y efectiva para moverse por esta atípica y elegante “Venecia del norte”.
Dejando al margen la belleza de este archipiélago, que en invierno incluso llega a helarse e interconectar algunas de sus islas, las entrañas de Estocolmo son en su mayoría como una cueva, de aspecto rocoso, en la que recorrer parte de la historia del país, sus costumbres, pero también de la civilización occidental, la lucha por los derechos humanos o el medio ambiente; una auténtica decoración del paradigma del estado del bienestar escandinavo. Resulta difícil seleccionar alguna estación concreta, pero no puede dejar de visitar la línea azul, pues le permitirá admirar T-Centralen, la más frenética por su ritmo al tiempo que serena por sus esmaltes azules y blancos; Kungsträdgården, una de las más curiosas por su inspiración en el desaparecido palacio de Makalos, o Solna Centrum, auténtica alegoría de la devastación de la naturaleza y de un rojo cautivador.
Puede perderse un día en el metro de Estocolmo o, si usted prefiere algo más organizado o si su estancia es breve, puede concertar una visita guiada de una hora –el precio es el de un ticket o billete- siempre y cuando se decante por visitarla durante el verano. Si opta por hacerlo por libre, una última recomendación: un buen final para su jornada subterránea puede ser coger la línea verde hasta la parada de Farsta Strand, donde a escasos cien metros de la estación le espera el Cementerio del Bosque, el Skogskyrkogarden, posiblemente también uno de los más bellos de Europa y considerado Patrimonio de la Humanidad. No es casualidad, que allí permanezca Greta Garbo“. un día en el metro de Estocolmo
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