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Sobre este blog

Soy cordobesa, del barrio de Ciudad Jardín y ciudadana del mundo, los ochenta fueron mi momento; hiperactiva y poliédrica, nieta, hija, hermana, madre y compañera de destino y desde que recuerdo soy y me siento Abogada. 

Pipí Calzaslargas me enseñó que también nosotras podíamos ser libres, dueñas de nuestro destino, no estar sometidas y defender a los más débiles. Llevo muchos años demandando justicia y utilizando mi voz para elevar las palabras de otros. Palabras de reivindicación, de queja, de demanda o de contestación, palabras de súplica o allanamiento, y hasta palabras de amor o desamor. Ahora y aquí seré la única dueña de las palabras que les ofrezco en este azafate, la bandeja que tanto me recuerda a mi abuela y en la que espero servirles lo que mi retina femenina enfoque sobre el pasado, el presente y el futuro de una ciudad tan singular como esta. 

¿ Mi vida ? … Carpe diem amigos, que antes de lo deseable, anochecerá.

Malditos roles: “Hacer un Bertín”

Bertín

Magdalena Entrenas

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No, no rolex con 'x', sino de esos por los que a las mujeres nos cuelgan el sambenito de ciertas actitudes, funciones y hasta sentimientos y a los hombres otras muy distintas, casi siempre más cómodas, indoloras y, desde luego, mucho más lucidas. 

Hacer un “bertín” está de moda, pero solo si eres un hombre. Y es que mientras que la maternidad no debe “interrumpirse” porque para muchos es un crimen, que un machote a los 69 años declare que no quiere, ni desea, el hijo que espera y, además, deje tirado a ese fruto de su fecundación (¡eso sí, en cálido vientre ajeno! ) nos parece - les parece a los mismos que demonizan a las mujeres que abortan - que la culpa será de ella, la fecundada, que iría a pillarlo vía uterina. Las mujeres desde el minuto uno debemos amar el fruto de nuestro útero. A ellos les está permitido el desistimiento unilateral. 

Y es que, además, hay hombres que no están preparados para la paternidad. Ni a los 20, ni a los 40, ni siquiera a los 69, ya creciditos. Porque, señores, la paternidad no es pagar. Son los esparcedores de esperma que van engendrando hijos y más hijos y hasta hijos que pudieran ser nietos y luego los van dejando al cuidado de sus respectivas madres. Ni tan mal. No imagino que pensaríamos de esas mujeres engendradoras y paridoras de hijos que inmediatamente los dejarán - y adiós - con sus respectivos padres. 

Y es que otro rol que nos persigue es el de ser cuidadoras. A ellos el de ser cuidados ¡y a disfrutar! Por cierto, pobre Anita Obregón, la que le cayó por confesar que estaba dispuesta a ejercer de madre y cuidar de su bebé, sangre de su sangre, con sacrificio, entrega y dedicación. Hombre, es que tiene 68 años, ¡que irresponsabilidad!, decían muchos. Ya, pero si tienes 69 y eres Bertín Osborne, ni es aberrante ser papá, ni decir públicamente que te la pela. 

¡Y es que “hacer un Bertín” es cosa de hombres! Sin más. El mutis por el foro pertenece al rol masculino. A nosotras la obligación de estar y cuidar. De los hijos, de los padres, de los hermanos pequeños, del perro, de la casa, de la nevera - que no tenga eco -, y hasta del jefe en el trabajo, si hace falta. Que se lo digan si no a la nueva fecundada por Bertín. Sentir que la vida que llevas dentro solo depende de ti y que se llevan hasta el único calzoncillo que había en la mesilla, dejándote sola en la travesía de la maternidad, es cosa solo de mujeres. Como los tampax. Ningún hombre, jamás, pasó por eso. Nosotras, en cada esquina del mundo, cada día. Y todavía habrá quien diga del “bertinazo”, “hombre, es que ella (¿la fresca? ) se quedó embarazada porque quiso”.

¡Hasta la opinión está mediatizada por los roles! Y es que al final, todo tiene que ver con lo de siempre. Puro sexo. Los óvulos se acaban y el útero se arruga como una uva pasa, pero el esperma, ¡ay el esperma!, el esperma, y más el de Bertín, es incorrupto, como la mano de Santa Teresa. Sin más. 

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Soy cordobesa, del barrio de Ciudad Jardín y ciudadana del mundo, los ochenta fueron mi momento; hiperactiva y poliédrica, nieta, hija, hermana, madre y compañera de destino y desde que recuerdo soy y me siento Abogada. 

Pipí Calzaslargas me enseñó que también nosotras podíamos ser libres, dueñas de nuestro destino, no estar sometidas y defender a los más débiles. Llevo muchos años demandando justicia y utilizando mi voz para elevar las palabras de otros. Palabras de reivindicación, de queja, de demanda o de contestación, palabras de súplica o allanamiento, y hasta palabras de amor o desamor. Ahora y aquí seré la única dueña de las palabras que les ofrezco en este azafate, la bandeja que tanto me recuerda a mi abuela y en la que espero servirles lo que mi retina femenina enfoque sobre el pasado, el presente y el futuro de una ciudad tan singular como esta. 

¿ Mi vida ? … Carpe diem amigos, que antes de lo deseable, anochecerá.

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