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Sobre este blog

Soy cordobesa, del barrio de Ciudad Jardín y ciudadana del mundo, los ochenta fueron mi momento; hiperactiva y poliédrica, nieta, hija, hermana, madre y compañera de destino y desde que recuerdo soy y me siento Abogada. 

Pipí Calzaslargas me enseñó que también nosotras podíamos ser libres, dueñas de nuestro destino, no estar sometidas y defender a los más débiles. Llevo muchos años demandando justicia y utilizando mi voz para elevar las palabras de otros. Palabras de reivindicación, de queja, de demanda o de contestación, palabras de súplica o allanamiento, y hasta palabras de amor o desamor. Ahora y aquí seré la única dueña de las palabras que les ofrezco en este azafate, la bandeja que tanto me recuerda a mi abuela y en la que espero servirles lo que mi retina femenina enfoque sobre el pasado, el presente y el futuro de una ciudad tan singular como esta. 

¿ Mi vida ? … Carpe diem amigos, que antes de lo deseable, anochecerá.

Divorcio hasta la muerte

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Dedicarse al derecho de familia tiene reconfortantes satisfacciones. Ser el mástil donde se agarran las personas a la deriva en uno de esos momentos difíciles de la vida. Pero también lo contrario. Eres el cirujano que corta por la gangrena. El liquidador de amores en vano, de uniones que ya no existen y que dan paso al odio más reconcentrado. Estar ahí, en el fuego cruzado, tiene enormes sinsabores, grandes frustraciones judiciales y demasiadas noches en vela. Lo que está en tus manos no es dinero, ni tierras, ni siquiera derechos fundamentales. Son hijos que miran aterrados y tener que remover el poso podrido de los sentimientos humanos. 

La ley del divorcio acaba de cumplir 40 años de los que llevo 35 siendo ese mástil de los que pasan del amor al odio en un chasquido. He pasado por aquellos tiempos de guerra de separación primero, para llegar luego a la liberadora del divorcio; por épocas en las que había que probar en cada caso la causa de la ruptura (¿cómo podía no bastar con no quererse?) y he pasado por el tiempo en donde eran siempre las mujeres, amas de casa con dueño, las que dependían de la limosna del que se iba con otra, siempre más joven; he peleado por la igualdad de derechos para padres y madres y hasta he divorciado y vuelto a casar de nuevo a los mismos más de una vez. 

Y siempre, como ahora, la vuelta de las vacaciones fue cruel y descarnada. Con el tiempo aprendí que constatar en el mejor momento del año, en el ansiado periodo de relax, cuando disimular es dificil, cuando no hay excusas para desaparecer, ni obligaciones que cumplir, que esa compañía no la quieres para el resto de tu vida, es un golpe duro de una cruda e inevitable realidad.

Hubo un momento en que me sentí preocupada por algo que llegó a ser común en el discurso reiterativo que escuchaba de esos hombres y mujeres hastiados de ellos mismos y de sabe Dios qué más. Lo único que les hacía sentirse liberados de un matrimonio que les asfixiaba era soñar y desear la muerte del otro. La extrañeza dio paso al agobio y este, más tarde, a la enorme preocupación… ¿Estaría tratando a diario con psicópatas o potenciales homicidas? ¿Descubriría un día el fallecimiento en extrañas circunstancias de ese otro, sin que yo hubiera hecho nada?.

Consulté entonces con varios especialistas de la mente humana y el diagnóstico fue unánime: un mal divorcio es hasta que la muerte los separa, así que la mente hace el trabajo que ellos no pueden, porque los verdaderos psicópatas, esos que sí dan el paso y que copan los telediarios, jamás lo dirían. 

Ahora cuando los oigo no me asusto, pero les recuerdo que la vida pasa, que nada vuelve. Que nadie merece sobrevivir con quien no quiera, ni hacerlo con quien no te quiera. Que el divorcio no puede ser hasta la muerte. Que hay que salir y cerrar la puerta.

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Soy cordobesa, del barrio de Ciudad Jardín y ciudadana del mundo, los ochenta fueron mi momento; hiperactiva y poliédrica, nieta, hija, hermana, madre y compañera de destino y desde que recuerdo soy y me siento Abogada. 

Pipí Calzaslargas me enseñó que también nosotras podíamos ser libres, dueñas de nuestro destino, no estar sometidas y defender a los más débiles. Llevo muchos años demandando justicia y utilizando mi voz para elevar las palabras de otros. Palabras de reivindicación, de queja, de demanda o de contestación, palabras de súplica o allanamiento, y hasta palabras de amor o desamor. Ahora y aquí seré la única dueña de las palabras que les ofrezco en este azafate, la bandeja que tanto me recuerda a mi abuela y en la que espero servirles lo que mi retina femenina enfoque sobre el pasado, el presente y el futuro de una ciudad tan singular como esta. 

¿ Mi vida ? … Carpe diem amigos, que antes de lo deseable, anochecerá.

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