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Sobre este blog

Soy cordobesa, del barrio de Ciudad Jardín y ciudadana del mundo, los ochenta fueron mi momento; hiperactiva y poliédrica, nieta, hija, hermana, madre y compañera de destino y desde que recuerdo soy y me siento Abogada. 

Pipí Calzaslargas me enseñó que también nosotras podíamos ser libres, dueñas de nuestro destino, no estar sometidas y defender a los más débiles. Llevo muchos años demandando justicia y utilizando mi voz para elevar las palabras de otros. Palabras de reivindicación, de queja, de demanda o de contestación, palabras de súplica o allanamiento, y hasta palabras de amor o desamor. Ahora y aquí seré la única dueña de las palabras que les ofrezco en este azafate, la bandeja que tanto me recuerda a mi abuela y en la que espero servirles lo que mi retina femenina enfoque sobre el pasado, el presente y el futuro de una ciudad tan singular como esta. 

¿ Mi vida ? … Carpe diem amigos, que antes de lo deseable, anochecerá.

Caminos. En pos de Wallada

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Hay muchas razones para emprender un camino, para detenerse en la mitad o para seguir adelante con determinación. Incluso para tomar de repente otro distinto. No es fácil a según qué edad saber cual es el camino - ¿correcto? -, el camino de tu vida, ese por el que te resultará más gozoso transitar, o reconocer el que ni siquiera debes empezar. Sin darnos cuenta, de una forma u otra, cada día al amanecer vamos decidiendo un camino, ese que marca de manera inexorable el lugar donde llegamos. Da igual si es donde llegas al final del día, o al final de toda una vida. 

Ahora están de moda además “otros caminos”. Los exóticos a países recónditos para descubrir destinos inexplorados; caminos que nos lleven a la cima de una montaña, al cráter de un volcán o por el borde de un precipicio; e incluso esos mágicos y sagrados caminos como el que te lleva en Japón a la cima del Fuji - lo haré algún día -, o los Caminos de Santiago, caminos hacia uno mismo que todos alguna vez debiéramos andar. Doy fe. 

Esta semana he conocido a alguien que había llegado a Córdoba desde muy lejos en un camino propio y sorprendente. Venía en busca de la historia de sus ancestros, de las huellas de una princesa de la misma sangre omeya que corre también por nuestras venas. De la bella Princesa Wallada, nacida en Córdoba hace algo más de 1.000 años, en un tiempo muy diferente, en el que ella eligió un camino de libertad único.

En pos de Wallada, la que se sentaba a la derecha del joven Abderramán V, la hija de otro califa y una esclava persa, la que creció en la “Munya del Romano” en la Sierra de Córdoba y vivió en el Alcázar con aposentos propios; la que abrió el palacio para enseñar a otras mujeres y escribía poemas, la que se negó a llevar velo, la maestra de otros poetas y literatos; la que no quiso casarse y pregonaba su amor al viento en poemas que además bordaba en sus ropas; la que heredó y además se gastó como quiso su fortuna; la que fue tachada de libertina y nunca, jamás, claudicó; la que amo con tanta libertad como para rechazar a quien ella no quería y jamás perdonar la traición del que ella amaba con tanta fuerza. Perdonar la tradición no es una opción, ni siquiera al gran poeta Ibn Zaydun.

“Por Alá, que merezco cualquier grandeza

y sigo con orgullo mi camino

Doy gustosa a mi amante mi mejilla

y doy mis besos para quien los quiera.“ Wallada (la que alumbra).

Cuando cae la tarde yo también sigo con orgullo mi camino, sabiendo que “son tus huellas el camino y nada más”; unas huellas como las que Wallada dejó en esta tierra sobre el amor de verdad y la libertad en femenino. Ya ven, hay caminos que llevan a otros a Córdoba a rendir homenaje a las que aquí puede que ignoremos.

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Soy cordobesa, del barrio de Ciudad Jardín y ciudadana del mundo, los ochenta fueron mi momento; hiperactiva y poliédrica, nieta, hija, hermana, madre y compañera de destino y desde que recuerdo soy y me siento Abogada. 

Pipí Calzaslargas me enseñó que también nosotras podíamos ser libres, dueñas de nuestro destino, no estar sometidas y defender a los más débiles. Llevo muchos años demandando justicia y utilizando mi voz para elevar las palabras de otros. Palabras de reivindicación, de queja, de demanda o de contestación, palabras de súplica o allanamiento, y hasta palabras de amor o desamor. Ahora y aquí seré la única dueña de las palabras que les ofrezco en este azafate, la bandeja que tanto me recuerda a mi abuela y en la que espero servirles lo que mi retina femenina enfoque sobre el pasado, el presente y el futuro de una ciudad tan singular como esta. 

¿ Mi vida ? … Carpe diem amigos, que antes de lo deseable, anochecerá.

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