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Sobre este blog

Desde muy pequeña he sentido que mi mundo lo dirigían como en “El Show de Truman”, pero con Fofito. Me esforzaba en tener una vida seria y, desde arriba, alguien iba soltando “extras” y guiones absurdos que me hacían perder la dignidad a base de risa. Llegó un momento en que mientras protagonizaba esas historias, mi mente solo pensaba -para sobrevivir- en cómo iba a escribirlo. Por lo que ya no puedo seguir siendo testigo en silencio. Necesito vaciar mi cerebro y madurar.

Rakel Winchester

Se acabaron los bares - Parte 1

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A todas esas personas que me quieren y que cuando me ven tras la barra se sorprenden y me dicen: “mira que.... te mereces algo mejor”.

A mí las barras me han dado mucho. Cuando empecé con 18 años, reconozco que en ocasiones lloraba largo rato antes de ir a trabajar. Porque me sentía expuesta y no podía permitirme no ir cuando tenía un momento de esos de no querer ver a nadie, por ejemplo. Por eso tuve que inventar y hacer un arte de mi trabajo para poder soportarlo. Por eso escribo cada noche sobre los clientes. Y con cariño.

Yo trabajo de camarera por decisión propia. En más de 30 años creo que me han asegurado en total dos años y medio o tres, más o menos, y aunque en contadísimas ocasiones -y trabajando mucho- he cobrado como para poder pagarme los estudios que cursaba por el día, por lo general mi sueldo ha sido, como el de todos los camareros nocturnos, por debajo de la media de los que están asegurados. Que a ver si el gremio alguna vez se decide a una huelguita, porque no veas....

 Hasta el último día cobré exactamente igual que con 18. Incluso menos. Los que sean camareros sabrán de lo que hablo. Al menos en mi ciudad.

-La barra me permite faltar al curro cuando tengo un concierto por ejemplo. Día que no trabajo, día que no cobro. Y estando la música como está de mal pagada, tuve que poner muuuchas copas para poder permitirme faltar una noche. Pero al menos pude faltar, aunque eso me costara vivir bajo mínimos.

-Que gracias a los bares me he mantenido, siempre lo he dicho, pero que nadie vaya a pensar que por ser camarera dejo de hacer o saber hacer las otras mil cosas que me gustan, que mi cerebro da para eso y más.

-El trabajo de cara al público me ha ayudado a controlar mi timidez A LO BESTIA. Porque te obliga a mirar a los ojos, a tocar el hombro del cliente, a “ir” a su lado cuando tiene sed, a saludar, a despedirte, a dar besos... (eso sí, quítame la barra y veremos a ver)

-El trato con los clientes ha fabricado en mi interior una mano izquierda impresionante. Que me ha servido luego en mi vida cotidiana como nadie se imagina.

-Me ha enseñado a intentar ser lo más asertiva posible, porque a esas horas y con copas de más, cualquier comentario hiriente puede hacer saltar una chispa, y puedo presumir de no haber estado metida en ninguna pelea, sino todo lo contrario: he parado unas cuantas -yo sola, como un superhéroe- que ni me correspondían. Y esa asertividad te la llevas luego a casa.

-Las barras han llenado mi vida de risas, de cómicos anónimos, de personas encantadoras, de majaretas, de encuentros mágicos, de cariño, de favores...

-Muchas de mis grandes amistades nacieron poniéndoles una copa. Y he puesto copas a gente a la que ni en sueños habría podido acercarme (le puse un agua a Mick Jagger y casi me desmayo).

-He sido cómplice detrás de mi barrita de grandes historias de amor, incluso celestina a la sombra. 

-He puesto inconscientemente a personas en el camino de otras (a veces conscientemente, también lo digo) que luego han forjado grandes lazos.

-He sido cofre de grandes secretos y grandes desahogos, que me llevaré a la tumba. Incluso he vaciado mi corazón yo también con desconocidos.

-He sentido la gratitud en todo su esplendor por cosas tan sencilllas como poner una copa con cariño.

-Me he llevado miradas, apretones, sonrisas y guiños a casa gracias a los cuales incluso he olvidado mis problemas diarios.

-He sentido el cariño y la ayuda de gente que en su vida cotidiana era gran habafrita, pero conmigo no. 

-Me he obligado a salir a la calle cuando lo que tenía eran ganas de enterrar la cabeza... y luego me he alegrado y todo por haber tenido noches geniales.

En fin, tantas y tantas cosas...

Así que... aunque todo el mundo merece siempre algo mejor, puedo presumir de que gracias a las barras, hoy soy en gran parte lo que soy.

Y ya que he aprendido todo esto, voy a buscar otros caminos, así que dejad de pedirme cañas cuando estoy en cualquier bar de clienta.

...voy a por los kleenex... snif...

Sobre este blog

Desde muy pequeña he sentido que mi mundo lo dirigían como en “El Show de Truman”, pero con Fofito. Me esforzaba en tener una vida seria y, desde arriba, alguien iba soltando “extras” y guiones absurdos que me hacían perder la dignidad a base de risa. Llegó un momento en que mientras protagonizaba esas historias, mi mente solo pensaba -para sobrevivir- en cómo iba a escribirlo. Por lo que ya no puedo seguir siendo testigo en silencio. Necesito vaciar mi cerebro y madurar.

Rakel Winchester

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