Para una flor...
Dicen que fue Dios que, jugando de niño,
creó la primera flor. Y el mismo Dios
quedó prendado de ella,
de su belleza sin igual en todo el universo.
Y entonces, siendo Dios, prefirió no esconderla
para si.
Y dejó que la tierra entera la contemplara.
Y la tierra entera se enorgulleció de que Dios,
siendo Dios, la hubiera escogido para sembrar aquella flor
en ella.
Desde aquel instante no faltaron ornamentos
para la primera flor que Dios creó:
El mejor paisaje, la tierra mejor...
Lluvia... Viento... Sol...
La tierra entera se volcó en alabanzas
porque Dios se había fijado en ella
y le había regalado su primera flor.
Desde entonces (quiero que sepas), cada cierto tiempo,
vuelve Dios a regalar una flor como la primera.
(Sólo hay que estar algo atentos para reconocerla...)
Y allí donde Dios la deje caer siéntanse dichosos
porque Dios se fijó y los llenó con su belleza.
Y entonces, sin dudarlo, alaben a Dios
en esa flor que de sus manos es
la certeza de que Dios es bueno...
Bello.
(Para una flor... De 4 años recién cumplidos.)
— Los hijos son un regalo de Dios y, como tal, llevan su sello de identidad. (El rotulador)
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