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Cuaresma “a la chita callando”: los ensayos

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Antonio Ranchal

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Los ensayos de las cuadrillas de costaleros, si bien suelen comenzar finalizadas las fiestas navideñas, se hacen más presentes cuando llega la Cuaresma.

A ellos acuden, convocados normalmente por la hermandad o el capataz, indistintamente, aquellos hermanos o no que se sienten llamados posiblemente por la imagen sagrada que, a capa y espada, defenderán a partir de ese día hasta el ansiado día de salida. Después de Semana Santa o algunos días más tarde la mayoría, cabe la posibilidad, arrumbarán este recuerdo en lo más hondo, no ya del corazón, sino de la mente, en el olvido.

Al comienzo de los ensayos el capataz realiza la “igualá”, preciosa manera de denominar al acto de elegir a los hombres, o mujeres, que calzarán la misma trabajadera, es decir que compartirán desde ese instante hasta que el paso se encierre, finalizada la estación de penitencia, todos y cada uno de los momentos de esa cuadrilla costalera, codo con codo, como no puede ser de otra manera, porque el trabajo de abajo es duro, aunque algunos se empeñen en ridiculizarlo, argumentando banalidades sobre el atuendo y demás chorradas. ¡Qué no quiera Dios que su Hermandad nunca se vea obligada a solicitar la ayuda de los “malvestidos”!

Recuperemos lo importante del discurso. Igualar es “poner a alguien o algo al igual con otra persona o cosa” y sigue diciendo el diccionario “juzgar sin diferencia”. Qué don tan maravilloso tiene entonces el capataz; es más, qué poder, diría yo. Tú, costalero, eres igual a éste, costalero también, y éste es igual a ti. Y desde hoy reirás y llorarás con él, trabajarás y disfrutarás con él. Él uno por el otro desde ahora y para… ¡Qué poder tan grande tienen los hombres cuando se reconocen iguales y como tales luchan por un fin común!

Ay, madre, como viene andando ese paso.

Mira si hasta se nublan los naranjos.

Qué poder de cuadrilla costalera.

¡Qué no me muera, Dios mío,

qué lo vea durante muchos años!

Entonces, si durante la Cuaresma somos capaces de situarnos, por un fin tan bello, de igual a igual, ¿por qué el resto del año no somos capaces? ¿Por qué, por ejemplo, a nuestros vecinos no los aguantamos?, ¿por qué no soportamos incluso a alguno de nuestros familiares más allegados? Es que nos consideramos diferentes a ellos. Pero, ¿no estamos todos igualados por un mismo Dios, capataz de nuestras vidas? ¿Por qué nos empeñamos entonces el resto del año en buscar rivalidades absurdas, cuando somos capaces de igualarnos bajo las trabajeras, llegando incluso a compartir el mismo sudor?

— Para generar experiencia de marca el primero que se tiene que creer lo que defiende eres tú y luego la gente que trabaja contigo. Todos debéis comulgar con los valores de la marca y solo así el vínculo con tu cliente será real, sólido y duradero. Lo qué yo te diga: ¡Qué poder! (El rotulador)

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