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Sequedad

Carlos Puentes

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Por más vueltas que vengo a darle a la entrada de hoy, siempre me sale lo mismo. Siempre llego a una divagación sinsentido por un trágico final. No tengo mucho que contarles. A pesar de que el Gobierno nos dé motivos diarios para quemar las calles, a pesar de que pretendan ilegalizar la rancia y sana costumbre española de cagarnos en nosotros mismos, a pesar de que el enganche cofrade a sacar santos a las calles esté alcanzando cotas hilarantes, a pesar de que medio país ande horrorizado por una sentencia europea que nos declara como poco menos que un Estado terrorista, a pesar de los pesares, aquí no llueve.

Como leen, no llueve. De un tiempo a esta parte, por cosas de la relación causa-efecto, del análisis empírico y el método de ensayo y error, estaba más que convencido del poder manitú* de sacar los santos a pasear. La tradición histórica y mi propia experiencia así lo corroboraban. No había, en los últimos años, Semana Santa que no se jodiese en cuanto el primero de los pasos pisaba las calles. Los registros hídricos y las crónicas cofrades son fiel reflejo de que el de arriba escuchaba las plegarias de su rebaño, mandándonos tormentas, rayos, centellas, gotas frías, tifones, y cualquier otra gilipollez nacida del teclado de algún plumilla mal pagado.

Ya saben que no soy creyente, pero sí un furibundo amante de la racionalidad, y si las herramientas de la razón me decían que no había mejor forma de acabar con la sequía que sacando al Cordero de Dios a pasear ¿quién era yo para contradecir a la experiencia y la razón científica? Pero eso se acabó. Lo cierto es que estamos viviendo el otoño más seco desde que tengo memoria. Apenas un par de episodios destacables y unos registros de órdago en cuanto a temperaturas mínimas, pero lluvias, lo que se dicen lluvias, nada. Y todo coincidiendo con el que de buen seguro está siendo la época histórica más prolífica con la que toparse con un santo llegando el fin de semana. No hay sábado que no se anuncie la salida extraordinaria, un magno evento, un fosilizado rosario, que acabe jodiéndose por una buena manta de agua purificadora.

Algo se ha roto, y el invento se jodió. La dinámica atmosférica parece querer hacer oídos sordos a las plegarias de las parroquias para regar los campos y acabar con tanta sequedad, y si ya nos tenía condenados a nortadas más secas que la mojama, lo que se anuncia en los posos del café es todo un volcado anticiclónico cubriendo el occidente europeo. Lo que traducido al común de los mortales es frío, sol, y quietud. Ni una brisa marina que mueva las hojas de las plataneras, nada. Días perfectos para ir viendo como cada vez el Sol alumbra y calienta menos, única esperanza de pensar en un enero frío de cojones que agite un poco este aburrimiento meteorológico.

Que nadie me entienda mal y vea choteo en la justa y constitucional manifestación religiosa, tan legal y molesta como la social, y que sólo atienda a la perplejidad de la falta de respuesta administrativa de quien controla los designios del cielo, que nos condena, aún a pesar de la extraordinaria abundancia de sones cofrades, con la más peligrosa de las sequedades, de las meteorológicas y las sociales.

* corregida la errata, pero para que quede constancia de mi estupidez, y como evidente castigo divino por chotearme de quien no me debo chotear, que conste que había escrito manatí donde era manitú.

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