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Intermedio

Carlos Puentes

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Dicen que el trabajo dignifica, yo digo que una mierda, que como mucho permite la propia supervivencia y la de algunos subalternos directos,  más de eso, el de permitirse ciertos lujos, esconde alguna invisible forma de moderno esclavismo derivado. A lo que iba, para mí el trabajo, más que un vehículo que conduce hasta la dignificación social del individuo, es una peligrosa arma que embrutece y envilece a la sociedad. Si bien es cierto que el trabajo remunerado es uno de los grandes logros sociales que trajo la ilustración, el abuso del mismo con la cuestionable meta hodierna de la adquisición incontenida de cosas inútiles, sólo es síntoma del embrutecimiento del individuo y no del enaltecimiento de su dignidad.

Digo esta gilipollez por el hecho comprobado, desde mi propia experiencia vital, en que el abuso laboral (si es que queda alguien en este país que pueda permitirse tal cosa), sólo nos dirige, o al menos a mí me dirige, a intentar aumentar sustancialmente la frecuencia con que tendemos a dejar la mente en blanco, salvo alguna ligera actividad extraordinariamente restringida a cuestiones de más que dudosa calidad intelectual, y a la reserva de las justas y necesarias neuronas para respirar, comer, cagar, mear y dormir.

Sirva esto como injustificada justificación con la que limitarme a decirles esta semana que primero hará algo más de fresco, por una masa de aire algo más fresca que nos pasará por encima de las cabezas, hasta el domingo, más o menos, y que luego volverá a hacer calor, pero poco a poco, y ya después, pues vendrá lo que vendrá, que mirando el calendario, apunta a calor, a Anticiclón de las Azores, a sures y suroestes, a viento sahariano, a cortas noches de cine de verano, pero eso ya, la semana que viene, después de este interludio.

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