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Sobre economistas y la ciencia del tiempo

Carlos Puentes

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Meteorología y economía, aunque no lo parezca, tienen bastante en común. Ambas ciencias, o más bien los que viven de ellas, lo hacen aventurando el mañana, unos con más suerte que otros. Ambas son disciplinas menores de la prospectiva, que es capaz de aventurar la suerte o la desgracia, con la mera observación del cambio de los astros. Van ambas de la mano en cuanto que el progreso de la ciencia ha perfeccionado mucho más el análisis e interpretación de lo ya ocurrido, que el análisis e interpretación de lo que va a ocurrir.

Todo esto viene a cuenta del castañazo bíblico que se dieron todos aquellos reputados economistas que sólo veían bondad en un sistema basado en el crecimiento perpetuo, cuando nos decían aquello de “los pisos nunca bajarán”. Reputación, la de los reputados economistas, que los españolitos de a pie pudimos poner en sorna a raíz del desastre sistémico desatado con la crisis financiera de 2.008. Como ven, el economista de turno hizo un pronóstico en el largo plazo y se estampó, bien estampado, contra el suelo, dejando el país hecho un auténtico asco, con todo por medio, el sistema de pensiones a medio caer, la confianza del mercado como los zorros, el solar der palasiolsú lleno de jaramagos, un asco vamos.

Hace poco tuvimos cambio de año, solar, y en los últimos días, entre mensajes de bondad, caridad cristiana y la resaca de la gran cogorza nacional, empezaron a colarse, como sonidos de baja frecuencia, de los que se adentran sibilinamente en el cortex del lóbulo temporal, vaticinios de que en 2.013, todo irá a mejor. Lo dijo el Gobierno, lo dijo la prensa y lo dijo la Morgan Stanley, quien anunció que España, nuestra nación, sería la gran sorpresa donde invertir el presente año, quizás, llevada por la nada sospechosa acción de haberse apropiado de la inmensa mayoría de activos tóxicos del Gran Hombre Despaña, Don Emilio Botín, sólo quizás. Entiendan lo de activos tóxicos como toda la mierda de hipotecas basura que los bancos endosaron a un país obnubilado por la sombra de una realidad que no era.

Se propone así un pronóstico en el medio y largo plazo, desde el ámbito de la economía, o desde la tramoya de la economía, que pretendiendo estimular la confianza de los consumidores, de los mercados y la contratación estival, pudiera escoñarse contra el muro de la realidad de igual forma que se estampó cuando lo de las subprimes. Digo esto por remarcar el alto riesgo a la que se exponen los altos gurús de la economía nasioná, y que entra en clara sintonía con los riesgos más modestos a los que nos enfrentamos quienes lanzamos vaticinios del tiempo que hará, con la clara diferencia, eso sí, de contar con la certeza en saber que en invierno hace frío y en verano calor.

Digo que asumimos riesgos, porque el miércoles pasado así lo hice, diciendo que un calentón de las capas altas de la atmósfera nos traería frío gélido en la segunda mitad de enero, y no fallé. Este domingo se nos viene una entrada fría con clara componente norte, que nos dejará un primer episodio propio de enero, gélido y seco, y que podría ser muy acusado en el tercio norte peninsular. Pero no es este el gran episodio frío que con el calentón vaticinábamos. Los aquelarres meteofrikis viven estos días las jornadas más intensas, interesantes y peligrosas de toda la temporada. Se sabe de la posible excepcionalidad del episodio que podría acontecer, y el encaje con la temporada de fríos y nieves en tierra hispana. Todo está a punto, pero el análisis de modelos en el medio plazo, aquel que pasa de las 72 horas de seguridad meteorológica, genera y destruye ilusiones con la misma facilidad que la evolución de la tasa de desempleo.

Se vienen viendo mapas de ensueño, que sepultarían esta tierra de infieles con medio metro de nieve, como tendencia hacia un potente desalojo de aire frío más allá de semana y media, pero el imprudente apego que mostramos quienes perdemos el tiempo analizando modelos meteorológicos, por tomar la parte por el todo, nos hace asemejarnos un poquito más a los señores de corbata de los que les hablaba al principio. Faltan dos cosas, a mi juicio, para ver la campiña cubierta de nieve, la uno, un debilitamiento del área de bajas presiones de Terranova, culpable primera de que el mardito azoriano se nos eche encima, y la otra, que el anticiclón semi-permanente que estos meses se ancla y pancea por todo Rusia, se fortalezca en su vertiente occidental, creando así un fino y delicado pasillo de aire gélido siberiano que se nos cuele hasta la cocina.

Como ven, al igual que han hecho los hombres y mujeres de economía, nosotros hemos cometido la indecencia de ilusionarnos e ilusionar a los que nos siguen, con el alto riesgo de espachurrarnos contra la realidad que la dinámica atmosférica nos indica hoy, pero la tendencia, y la interpretación de los grandes factores climáticos, siguen ahí, debiendo dejar intactas nuestras esperanzas de cambio, y que espero poder concretarles la semana que viene.

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