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El casting

Luis Medina

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Desde hace unos años ha proliferado en las sociedades deportivas, fundamentalmente futbolísticas, una figura llamda “Director deportivo”. Una figura que tuvo sus antecedentes en Secretarios técnicos, y se inspira en los Manager de los clubs ingleses. Pero en realidad el verbo se hizo carne cuando Johan Cruyff se cansó de entrenar, que poner conos y diseñar ejercicios es un auténtico rollo. Mucho mejor opinar, influir, tomar las decisiones sin depender de los resultados y dirigir las grandes líneas del destino de un club. En Cruyff, con todo, la cosa tenía cierto sentido porque el hombre sabía de esto, y demostró cómo cambiar la historia y la dinámica de un club. Pero toda la cohorte de sucedáneos que han ido surgiendo aquí y allá de Directores deportivos dan para análisis mucho más curiosos, cuando no directamente divertidos.

Para un presidente, que, no nos engañemos, suele tener su propia visión deportiva de su proyecto, de lo contrario nunca se hubieran metido en el fútbol, un director deportivo es un escalón más, e importante, entre el entrenador y las miradas al palco cuando vienen mal dadas. Antes, se criticaba que cuando llegaba un entrenador con cierto peso a un club, traía su equipo de colaboradores, dos o tres jugadores de confianza, y otros tantos de su representante. Cuando las cosas iban mal (y siempre llegaba un momento en que iban mal, salvo en Manchester), el entrenador cobraba, se iba, y dejaba los regalitos para el que llegaba. Éste, amparado en la presión social de la afición, reclama un cambio rápido y drástico y... trae un par de jugadores de su confianza, algún colaborador, y se rodea de un par de representantes con los que se entiende bien. Y así se crea la burbuja del fútbol. Las canteras no generan traspasos sonados y no cuentan porque esos puestos en el campo han de ocuparlos con los jugadores de confianza y otras perlas foráneas por descubrir. Sólo cuando se llegaba a la debacle, llegaba alguien de la casa, que apenas traía a nadie porque no había un duro, y con la dignidad zurcida del que nada tiene, apuesta por un proyecto con identidad local.

Los directores deportivos suponían una idea de estabilidad, la ligazón de una idea de club ante las vicisitudes de entrenadores, e incluso presidentes. Pero nada más lejos de la realidad que se ha impuesto. Ahora tras cada fracaso se cambia de director deportivo, y de idea, y el director deportivo trae entrenadores de su confianza, jugadores de representantes afines, y el ciclo vuelve a comenzar, hasta que entrenador y director deportivo se enzarzan o el director de comunicación usa el twitter como petardo callejero de mayo. Sí, ya he aterrizado en Córdoba. Hay casting de directores deportivos. No sé cuál me ilusiona menos. No sé cuál ha tenido una trayectoria más vulgar. Y, sobre todo, no sé muy bien en qué se parecen unos a otros. En algún caso, su curriculum más destacado es ser hermano de otro director deportivo de club con muchas entradas y salidas cuyo hombre fuerte es un representante.

Casting de directores deportivos. Casting de idea futbolística. O, a lo peor, casting de idea empresarial de gestión deportiva. ¿Alguien ha preguntado a la afición? ¿Alguien ha pensado que el principal activo del Córdoba CF (perdón, SAD) es el número de abonos que se suscriban en verano?

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