Sergio Gracia Montes es graduado en Derecho por la Universidad de Córdoba. En 2018 impulsa desde Córdoba el Centro de Investigación de la Extrema Derecha (Cinved), con el que analiza y estudia los movimientos populistas y extremistas en España y a nivel internacional. Gracia cuenta con amplia formación en materia religiosa, política y de derechos humanos, e interviene en medios nacionales (Cuatro, La Sexta, Huffington Post, El Independiente, El Confidencial o El Temps) como experto en fanatismos y movimientos de ultraderecha.
Frente a la extrema derecha, España es diferente
Tras una campaña electoral intensa, cargada de emociones, de lemas y hashtags con insultos al Presidente del Gobierno y al bloque progresista, con lona que rallaban la indecencia y la traición política, con teorías conspirativas sobre Correos y con bulos por doquier sostenidos por la derecha mediática y los medios amigos que diría Abascal la noche del batacazo mientras estaba acompañado del líder ultraderechista de Chega Andre Ventura, llegaba el 23-J. Un día marcado con una X en el calendario de toda Europa, pero sobre todo de las españolas y españoles.
Europa y Occidente miraban con escepticismo a la vez de con esperanza hacia España, buscando un rayo de sol entre tanta tiniebla ultranacionalista y extremista que quiere atomizar la UE, ese sol que deslumbra todo el año nuestras playas, nuestras montañas o nuestros monumentos históricos. Un rayo que marcara el camino al resto de Europa de cómo parar a la extrema derecha, y España no defraudó con su voto. Tal ha sido la repercusión que hasta actores de Hollywood han felicitado a la sociedad española. España es diferente mal que pese a muchos.
Que España es diferente al resto de Europa por cómo es su gente y por todo lo que tiene que ofrecer ya lo sabíamos, pero que España es diferente al resto de Europa en el momento más complicado de la Unión Europea por la deriva ultranacionalista que tienen la mayoría de sus socios también se puso de manifiesto tras las elecciones nacionales.
Algunos poco menos que estaban con el cava a las 9 de la mañana antes de que se abrieran las mesas electorales, otros estábamos que no sabíamos si quedarnos en la cama o ir a defender nuestra democracia. Mientras la derecha y la extrema derecha solo tenían la duda de por cuánto ganarían, el bloque progresista jugaba este partido con la incertidumbre de saber cómo iba a responder la sociedad.
Cuando se acercaban las 20.00 horas, los grupos whatssapp se silenciaban, bueno estuvieron callados casi todo el día, crecían los nervios y estos aumentaban con los supuestos sondeos realizados a pie de urna por las diferentes consultoras que daban al PP y Vox como vencedores con una horquilla que oscilaba entre los 183 escaños de Metroscopia o los 181 de GAD3 y los 172 de Sigma2, mientras los ciudadanos y ciudadanas decían una cosa y luego votaban otra, eso o los analistas deberían decirnos dónde hicieron las encuestas, porque no es lo mismo hacerla en Las Rozas (Madrid) que hacerla en el Sector Sur (Córdoba), porque tal como me dijo por twitter Ángela Gonzalo “han querido marcar la tendencia de voto con una traca de sondeos” pero la sociedad no se dejó.
Dicho esto, España es diferente porque en mes y medio rectificó su voto, ya que, tras las elecciones del 28 de mayo, PP y Vox habían pactado gobernar en coalición en 135 ayuntamientos, de los cuales 25 tenían más de 30.000 habitantes.
Durante la jornada electoral volvíamos a las teorías de la conspiración con el AVE, a la que han seguido en días posteriores las dudas levantadas por la extrema derecha sobre el recuento de votos. El problema que tiene la extrema derecha, esa extrema derecha a la que se les llena la boca de democracia y Constitución, que busca la forma de amordazar a la sociedad comprando Diputados que no le han dado las urnas, es su mal perder como ya se evidenció en EE.UU. o en Brasil. Pero quedándonos en España, la situación se asemeja al mal perder del 36, y el posterior golpe de estado. Hoy esa misma extrema derecha, pide por un lado, dar otro golpe de estado encubierto incitando al transfuguismo en palabras dichas por Iván Espinosa de los Monteros que ha planteado “Si Feijóo es capaz de convencer a algunos socialistas del PSOE bueno, que yo no conozco, si encuentra a cinco o seis que le apoyen, no seremos un obstáculo”, e incluso se habla en algunos foros de tomar el Congreso si se forma Gobierno. Pero es que el batacazo del 23J tiene otras consecuencias para ellos, empezando por la pérdida más de 600.000 votos lo que supone 19 escaños menos, además no podrá presentar mociones de censura en solitario ni recurrir ante el Tribunal Constitucional porque no reúne ni los 50 diputados necesarios para recurrir ante el TC ni los 35 necesarios para la moción. Estoy seguro que sus deseos serían dar “Café, mucho café”. Se que muchos no entenderán esta última frase, pero se pueden imaginar lo que pasó entre el 36 y el 39 con el Café.
La extrema derecha en su huida hacia delante, deseando “tocar pelo”, niega el batacazo, vuelve al discurso trumpista, vuelve a cuestionar los votos, exige 72 horas después de las elecciones un recuento ¿Qué hacían sus interventores y apoderados en las mesas electorales?, y busca excusas como que la gente estaba de vacaciones. Con casi 3 millones de votos por correo ¿Cómo puedes decir que la gente estaba de vacaciones?
Si, España es diferente por mucho que algunos se empeñen en compararnos con otros, y por eso somos la excepción ibérica, porque la sociedad española decidió no seguir los pasos de Gobiernos extremistas como Italia, Suecia o Hungría, que son los socios de viaje de Vox. La globalización y las redes sociales sirven para trasladar el discurso populista, pero también sirven para ver las consecuencias que tiene en una sociedad los gobiernos ultraderechistas. Fuente: Captura grupo Telegram Viejos Tercios
España es diferente porque en tan sólo mes y medio de gobiernos autonómicos y municipales, la sociedad se ha dado cuenta de lo que supondría tener un gobierno nacional de extrema derecha, y la sociedad votó en masa para evitar tal catástrofe a pesar de estar de vacaciones.
España es diferente porque nuestra sociedad se articula sobre diferentes sensibilidades étnicas, lingüísticas, sociales, de orientación sexual y de creencias religiosas, y el hecho de comprar marcos extremistas y radicales de quienes se creen dueños de España, tiene un coste. Aquí hay que entender y respetar las diferentes sensibilidades porque eso marca la diferencia, porque España es un país lleno de buenas personas que están cansadas de violencia verbal, polarización y crispación social entre familiares, amigos, vecinos, ex compañeros de colegio o Universidad o compañeros de trabajo.
España es diferente porque es un país que tiene sus fronteras y sus brazos abiertos para todo aquel que quiera venir, porque no acepta ni compra el discurso del cerrar fronteras ni de construir muros, independientemente de que tengamos nuestra parte proporcional de población que ya le gustaría eso. Habrá que seguir lidiando con esos que como son tan españoles beben coñac por la mañana y se bañan en varon dandy.
España es diferente porque ha marcado el camino nuevamente a Europa de lo que debe ser una sociedad cohesionada, donde no tienen cabida los fanáticos ni los radicales. España es diferente porque en poco menos de dos años se ha dado cuenta de las intenciones de la ultraderecha, de su incompetencia e ineptitud al frente de las diferentes consejerías y concejalías. Y como muestra Castilla-León y el asalto a la Junta de Castilla y León en Salamanca.
España es diferente porque ha frenado en seco a la ultraderecha y a sus ansias de entrar en el poder como sus socios europeos, en su momento más álgido pierde 19 escaños de golpe, donde la sociedad moderada ha huido del discurso extremista, populista y salvapatrias.
España es diferente, si diferente, porque somos una sociedad tranquila, que no queremos ir con una pistola por la calle, que nos relacionamos con nuestros vecinos y vecinas a diario, que decimos hola, adiós y gracias cuando vamos a un comercio o a un bar, que nos importa lo que le pasa a alguien en la calle sin conocerle, que empatizamos con el dolor ajeno, y que no estamos dispuestos a volver al guerracivilismo por mucho que algunos lo deseen.
España es diferente porque no ha aceptado la censura que quería imponer la extrema derecha, censura del paleolítico. Somos diferentes porque España no tiene “ni un gobierno Frankenstein, ni de filoetarras, ni de independentistas. Es un Gobierno Constitucional y legítimo de España” como dijo José Luis Rodríguez Zapatero a Pablo Montesinos. Porque el respeto empieza por las palabras.
Pero sobre todo, España es diferente porque tienen grandísimos periodistas como Xavier Fortes, Jordi Évole pero sobre todo como Silvia Intxaurrondo, que no dudó en enfrentarse con datos y argumentos al líder de la oposición, el mismo que se negó a ir a un debate entre candidatos, que ha comprado los marcos de la extrema derecha, donde juega con dos barajas marcadas, si puede pactar para gobernar pacta, y si no, llora por las esquinas hablando de la lista más votada, y para llegar a mucha gente, pone a su legión de periodistas amigos para que le hagan el trabajo sucio ante sus correligionarios, buscando vender nuevamente un gobierno ilegítimo.
España le ha enseñado a Europa que satisfacer a la extrema derecha es una estrategia que lleva al fracaso por mucho que el PP venda estas elecciones como una victoria, ya que su incremento se debe casi en su totalidad en absorber el voto del difunto ciudadanos.
Sobre este blog
Sergio Gracia Montes es graduado en Derecho por la Universidad de Córdoba. En 2018 impulsa desde Córdoba el Centro de Investigación de la Extrema Derecha (Cinved), con el que analiza y estudia los movimientos populistas y extremistas en España y a nivel internacional. Gracia cuenta con amplia formación en materia religiosa, política y de derechos humanos, e interviene en medios nacionales (Cuatro, La Sexta, Huffington Post, El Independiente, El Confidencial o El Temps) como experto en fanatismos y movimientos de ultraderecha.
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