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Emilio y el grito del silencio

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Paco Merino

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Mientras todo el mundo sigue hablando de una plantilla corta y descompensada, de posiciones parcheadas, de incorporaciones de alto riesgo, difusos límites salariales y opciones del mercado de invierno, el Córdoba se entretiene en dibujar la mejor racha de resultados en años y encaramarse al liderato de Segunda División. Compartido, vale. Y en la jornada ocho, que sí. Pero es que resulta que sólo había catado esos puestos dos veces en los últimos casi quince años, que se dice pronto. Y está bien saber que el premio llegará, si llega, en el mes de junio, pero también es humano disfrutar de lo que está sucediendo.

El logro final será una suma de momentos. De momentos como éste. Por el que Emilio Vega, el hombre callado de la dirección deportiva, estará sonriendo en el rincón de algún despacho de El Arcángel. O no. Quién sabe cómo este profesional del fútbol consigue gestionar la montaña rusa de sensaciones, resultados, opiniones, presiones e intereses -legítimos o bastardos- que sazonan el día a día de un club como el Córdoba, tendente al exceso para bien o para mal. Emilio sabe de qué va esto, aunque intuir por dónde van los tiros no evita que uno los pueda recibir. El de director deportivo siempre ha sido un cargo muy expuesto en el Córdoba, donde todo es urgencia y cada operación viene marcada por la sospecha. Aquí, un futbolista que llega siempre es malo hasta que no demuestre lo contrario. Y en este curso, más.

El director deportivo ha pescado donde ha podido para construir una plantilla nueva. Cuando llegó no había nada más que desbandada y desolación. La gente ya no quería estar en el Córdoba, cuyo atractivo había desaparecido. No lo ha tenido fácil y seguramente, como todos, tenía un buen nudo en la garganta después de las tres primeras jornadas. Ha tirado de veteranos -una constante en su trayectoria- y ha reclutado gente con oficio antes que apostar en el casino de las cesiones de jóvenes talentos. El Córdoba ya quedó escarmentado.

Emilio ha sido jugador de la casa en los noventa, ha pasado antes por este mismo puesto -dimitió en 2009- y ha regresado por razones que, seguramente, tienen más que ver con la lógica del corazón que con los números en un cheque. Ahora que van las cosas bien, o eso parece, nadie le va a escuchar una palabra más alta que otra. Sus comparecencias públicas se reducen a acompañar a algún que otro fichaje. La política del club de mantener fuera del foco mediático al director deportivo -ocurrió con su antecesor, Pedro Cordero- no le ha venido mal a Emilio, que no se caracteriza por su elocuencia ante la jauría periodística. Ahora se deja ver con mensajes positivos en su cuenta personal de Twitter, @BEMBIBRE3, donde aparece su fotografía en pleno trabajo -sentado en la grada, solo, tomando notas en un cuaderno- y se identifica con el nombre de la localidad leonesa en la que nació y el número que lució en sus tiempos de lateral izquierdo en el Córdoba. Si el ahora equipo funciona, también es culpa suya.

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