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El cadete Ríos

Pedro Ríos aplaude al final del partido de Copa en Málaga | LOF

Paco Merino

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Dicen los códigos del fútbol que en cuanto cumples los treinta -algunos antes por cuestiones estéticas como una prematura alopecia o un amplio perímetro abdominal- eres un veterano. Hace un par de semanas que Pedro Ríos (Jerez de la Frontera, 1981) celebró los 35, así que lleva ya un rato largo asumiendo con naturalidad que al lado de su nombre vaya adherida esa definición que igual sirve para valorar su experiencia en los días buenos como para zaherirle en aquellos en los que las cosas se tuercen. Así va esto. Es la ley del perro viejo. El veterano Pedro Ríos la conoce bien.

Ríos está viviendo un curso alborotado. Empezó siendo una pieza capital para Oltra, se lesionó, salió del once y ahí anda, ganándose los minutos con Carrión como un meritorio sin que se le aprecie ninguno de esos irritantes dejes de indolencia, malestar público o queja sistemática que a menudo se detectan en los futbolistas que pierden rango en el grupo. Hay un gremio especialmente quisquilloso. El de los veteranos. Entrados ya en la menopausia futbolística, experimentan síntomas de lo más curioso. Algunos se dejan llevar. Viven del nombre, saben con quién tomarse el cafelito -o lo que haga falta- y ajustan en el calendario los días en los que hay que dejarse ver para pillar un buen contrato. De esos hay muchos y por el Córdoba ha pasado un buen puñado. Éste siempre fue un buen lugar para retirarse, qué les vamos a contar.

Hay otros que se empeñan en coleccionar hazañas postreras y que se estimulan cuando son conscientes de que todo el mundo les está mirando con tendencia a pensar en escenas del pasado. De Pedro Ríos -que juega con las iniciales de sus hijos, A y J, en la camiseta- se recuerdan su imagen triunfante en el ascenso a Primera del Xerez -el equipo de su tierra-, su liderazgo en el Getafe, sus golazos en el Levante… Desde el martes por la noche, el cordobesismo le recordará por ser uno de los grandes protagonistas de una hazaña al estilo blanquiverde: las estadísticas marcan el nivel del éxito cuando no se levantan copas ni hay nada que indique que eso va a variar en mucho tiempo.

En otros clubes no dejan de ser anécdotas, pero el Córdoba se alimenta de los títulos de los modestos. Nunca había eliminado en la historia de la Copa a un rival de Primera División ganándole los dos partidos. Lo hizo ante el Málaga y Pedro Ríos tuvo mucho que ver en ello. Ahí queda el dato, que se rescatará de la hemeroteca cada vez que el club cordobesista se cruce con un equipo de la élite. El partido de Málaga será un referente y se hablará de Ríos cuando él ya esté jubilado. La gloria de los obreros del fútbol es la trascendencia. La leyenda hiperlocal. No hay cordobesista que se precie de ello que no recuerde a un tal Cámara que en 2001, en Son Moix, llevó al Córdoba a un épico pase a octavos de la Copa frente a un Mallorca de Champions con Samuel Eto’o al frente.

Pedro Ríos marcó un par, pudo firmar algún otro más y se vació en La Rosaleda como si no hubiera un mañana. “No hacía dos goles desde que era cadete”, bromeó en la zona mixta este padre de familia que siempre mira a la grada cuando termina los partidos. Allí están su esposa y sus niños, que saben que papá lo ha vuelto a hacer.

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