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Una corona única para la Virgen de los Dolores

Rafael Ávalos

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El periodista Jesús Cabrera ofrece las claves de la ejecución, por parte de Rafael Peidró en 1941, de la valiosa pieza en una conferencia en la que también realiza un recorrido histórico por el patrimonio de la hermandad

De estilo barroco, rica en pedrería y mucho más en detalles. No se trata de una pieza cualquiera y sí, por el contrario, de una joya representativa de la identidad, y del valor que ésta tiene en la propia corporación, de la hermandad. En un año como éste, de enorme significado para la servita corporación, es en modo alguno protagonista a la sombra. Un papel que resulta lógico, pues en Nuestra Señora de los Dolores reside toda la importancia. Lo cierto es que este elemento, fundamental para comprender el recorrido histórico de la cofradía con sede en San Jacinto y principalmente su conjunto patrimonial, merece mención aparte en un tiempo en el que continúa la celebración del Año Jubilar con motivo del cincuentenario de la coronación canónica de la Señora de Córdoba. Precisamente dentro del programa de actos organizado por la hermandad de los Dolores, la corona de la imagen que tallara Juan Prieto fue centro de atención de una conferencia a cargo del periodista Jesús Cabrera y que se desarrolló en el salón de actos de la Diputación Provincial -en el Palacio de la Merced-.

Bajo el título “Tradición y modernidad en la corona de la Virgen de los Dolores”, realizó Cabrera, que también es cronista de la hermandad de San Jacinto, un interesante y cuidadoso análisis de una pieza de cuya ejecución se cumplirán 75 años en 2016. Porque fue en 1941 cuando Rafael Peidró llevo a cabo la confección de una corona que mantiene el sello estético de la cofradía, y por supuesto en consonancia con su titular, y que posee un gran valor artístico y simbólico. La armonía reina en el elemento en cuestión, que además es producto de un estudiado y elaborado proceso por parte de su autor. Esas claves fueron las que, entre otros asuntos, ofreció en su disertación Jesús Cabrera.

Fue en 1941 cuando la corporación de San Jacinto, de la que entonces era hermano mayor Fernando Fernández de Córdoba, entendió la necesidad de la realización de su primera corona en propiedad. No en vano, la anterior, obra de Ángel Redel, no lo era. La hermandad encomendó la labor a Rafael Peidró, a quien únicamente expresó como condición indispensable que la pieza respondiera a su estética y a la de su titular. A partir de ahí, el orfebre, que también fuera miembro de la servita cofradía, inició un proyecto en el que cada detalle tenía su sentido de ser. Realizada en plata dorada, la corona es de estilo barroco y tiene su fuente de inspiración en retablos de idéntica vertiente artística de distintas iglesias de la capital. En ese sentido, su autor mencionó en sus apuntes las de San Francisco y San Eulogio y la del Salvador y Santo Domingo de Silos (La Compañía), tal y como desveló Jesús Cabrera. Aunque en ningún caso existe elemento copiado.

La pieza, que lució por vez primera Nuestra Señora de los Dolores el Viernes Santo de 1941, presenta en su conjunto otras referencias de interés. Como lo son los relieves que representan los grabados de los Siete Dolores de la Virgen que realizara el artista belga Jozef Janssens y que se encuentran en la catedral de Amberes. La reproducción aparece en distintas capillas a lo largo de la corona: los tres primeros, en las frontales, y el cuarto y el sexto se sitúan en el resplandor. Si bien la intención de Peidró era culminar la obra con el quinto y el séptimo, estos faltan en un conjunto que el orfebre concluyó con las 16 estrellas del resplandor, con pedrería cincelada, allá por 1965, con motivo de la coronación canónica de la Señora de Córdoba.

El interesante análisis de Jesús Cabrera tuvo un no menos valioso recorrido por las diferentes piezas que luciera con anterioridad Nuestra Señora de los Dolores. Experto en la revisión y el conocimiento de detalles no sólo referentes a la hermandad a la que también pertenece, sino a la propia ciudad, el periodista permitió viajar a lo largo de los años y de la Historia de la corporación servita a todos los presentes en su ponencia. De esta forma, dio a conocer, por ejemplo, que fue en 1718, momento en que todavía se había completado la ejecución del rostro definitivo de la titular de la hermandad, cuando las cuentas de ésta reflejaban la realización de la primera diadema de la Virgen.

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