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Alfombras y pijotas

Víctor Molino

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Rafael Gómez lleva un tiempo queriendo abrir el tarro de las esencias y levantar polvareda. Su frasco, cargado de entresijos y anécdotas del más alto nivel parece albergar un acuario informativo único en el marco cordobés. Un lecho marino acotado por él mismo que puede provocar grandes marejadas.

No hace falta hilar fino para saber que dicho personaje, que ha acogido en su vivienda a políticos, empresarios y gente vip de la sociedad cordobesa, tiene en su poder varias bazas. Gómez, tan humilde en vida como arrojado en formas, le ha cogido manía a Rosa Aguilar. Aunque su animadversión también puede crecer hacia otros (José María Bellido).

El hombre, que sus razones tiene que tener para insistir con el asedio a la ex alcaldesa, ex consejera y ex ministra, ha decidido no cesar en el empeño de revelar cuantas reuniones mantuvo con dicha mujer y con miembros de su equipo de gobierno cuando la misma era la dama de hierro cordobesa.

Gómez ya no se corta. El empresario y político amenaza con “levantar alfombras” porque está dolido. Está herido de algo que no va a cicatrizar hasta que se sepa toda la verdad (su verdad).

Porque, a Gómez lo que le duele no es que le hayan impuesto una multa desorbitada y sin precedentes. No es sólo eso. A este señor, lo que le ha tocado sus fibras es que una presunta aliada e incluso amiga, según él, tras haberle abierto las puertas de su casa, luego le haya tomado, presuntamente, el pelo.

Por lealtad a sus votantes, Gómez debe contar todo lo que sabe que, de una manera u otra, implique a los gobernantes y gobernantas de tiempos más pretéritos. Si es verdad que hay “alfombras”, debe tirar de ellas porque, de otra manera, perderá la credibilidad que pretende tener y dejará de ser tan “honesto” como se autodefine.

No cabe duda de que el líder de Unión Cordobesa ha desenfrascado, una vez más, lo que siempre se pensó que quedaría oculto. Gómez ha liberado la cara B de la política municipal. Además, no parece que todo se vaya a quedar en una embestida contra la propia Aguilar. Ahora, el Partido Popular también parece que va a estar en su frente.

El empresario, herido y con dolor, augura un horizonte donde la pescadilla municipal puede dejar de comerse la cola. A más de uno ya se le están atragantando las espinas de la pijota política. A estas alturas ya no se pueden esconder tantas realidades debajo de las alfombras. El patio no está para que la sociedad soporte más mentiras. A ver quién es el guapo o la guapa que frena a Gómez.

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