Cerrar los bares
Negar que la cosa estuviera mal, que la crisis ya estaba con nosotros, no era allá por el año 2008 una actitud exclusiva del presidente Zapatero y sus más cercanos, empeñados en hacernos creer que sólo íbamos a pasar por una etapa de dificultades económicas coyunturales. Negarla, o dudar de su gravedad, seguramente en el empeño de un optimismo poco productivo, era algo que hacían muchos. Uno de los argumentos que más se escuchaban en la charlas y discusiones entre familiares y amigos era que los bares estaban llenos. Llenos de personas consumiendo, y seguramente discutiendo sobre la entonces, para muchos, presunta crisis.
Acudir a bares, tabernas, tascas, restaurantes y similares es una costumbre muy nuestra. Tapear, de bar en bar, tomado cañas y vinos es algo muy arraigado entre nosotros, a lo que nos cuesta renunciar, y que resulta muy atractivo para los que nos visitan. Un inglés al que conocí hace muchos años, que terminó afincándose en Córdoba, me decía que le resultó extraño al llegar a España que comiéramos en la calle antes de ir a comer a casa.
En agosto de este año, el mexicano Micky Huidobro, bajista del grupo Molotov, se asombraba de que los bares de Madrid estuvieran llenos, lo que le hacía pensar que aquí tenemos un concepto muy extraño de la crisis.
Cuando ya eran pocos los que se permitían dudar de la gravedad de la situación, escuchábamos a los miembros del gremio de la hostelería explicar que los clientes seguían acudiendo, pero que ya no gastaban como antes. Cada vez se consumía menos, aunque seguíamos yendo a sus establecimientos.
Después parece ser que han ido cambiando nuestros hábitos de consumo forzados por la situación. Tenemos menos dinero, y los precios suben; eso de que los establecimientos iban a asumir la subida del IVA y no la iban a trasladar a los precios no era muy creíble. Empezamos a juntarnos en casa con los amigos, que sale bastante más barato. Aunque luego haya que recoger y fregar los platos. Incluso el desayuno de media mañana en el bar cercano al trabajo se ha resentido.
Si a la caída del gasto que hacemos en estos establecimientos le sumamos la subida de los precios de muchos de los productos de los que se abastecen, la subida de impuestos y el incremento de las tarifas eléctricas, entre otras cosas, la ecuación se resuelve rápido. Ahí están los resultados. Se pueden consultar en el Anuario Económico de España 2012 que elabora La Caixa, y en la explotación estadística del Directorio Central de Empresas del Instituto Nacional de Estadística (INE). Los bares y restaurantes, reducto de resistencia del comercio minorista, se resienten gravemente, y muchos cierran, desaparecen del mapa. La evolución de estos negocios se ha convertido en un indicador excelente de la situación.
Cerrar los bares es ahora, además de un hábito de trasnochadores, y del título de una canción de Los Secretos, una consecuencia del estado de la cosa, que sigue estando muy mal.
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