De Feria
Sería de muy mal gusto hablar de la cosa la cosaestando de Feria en Córdoba. Así es que me voy a dar uso al sombrero cordobés, uno que me compré en Rusi, el clásico establecimiento que había en la calle Gondomar, justo en el lugar que ahora ocupa una de las muchas franquicias que desplazan al comercio tradicional en el centro de las ciudades.
Buscaré cobijo en alguna caseta que ofrezca vino de nuestra tierra, un buen Montilla-Moriles cuidado, y si es posible en catavinos, fresco, no frío; que ofrezca también raciones de salmorejo, flamenquines, pescaíto (que aquí también se fríe bien, muy bien cuando se esmeran), pimientos, huevos fritos y patatas, alegría y simpatía. Seguro que hay muchas casetas así. En la incursión del viernes noche (escribo esto el sábado por la mañana, pensando ya en salir caminando hasta el Arenal, desde mi domicilio es un paseo muy agradable cruzando la Judería), antes de que el recinto se iluminara con los fuegos artificiales y el alumbrado, ya localicé alguna. Me ayudaré con algunas de las aplicaciones para los teléfonos inteligentes desarrolladas, alguna de ellas por emprendedores cordobeses, expresamente para esta feria.
Con la excusa de acompañar a mis dos niñas, que han esperado con impaciencia y nervios que llegara este fin de semana para ponerse y lucir sus trajes de gitana, me subiré a los cacharritos, y me reiré después con ellas viendo las caras de susto en las fotos que nos harán en algunos de estos, que podremos recibir inmediatamente por correo electrónico. Modernidades. Seguro que la noria, la antigua, me ocupa algunos ratos, sobre todo si mantiene el competitivo precio de un euro y medio. La nueva, la que dicen que es la más grande de España, también, pero menos, que es más cara y no se si la altura compensa la diferencia en precio. Hasta que los cuerpos y el presupuesto, este año más reducido, lo permitan. Que ustedes la disfruten, yo lo voy a intentar y casi seguro a conseguirlo.
0