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Sobre este blog

Soy una barcelonesa trasplantada a Córdoba, donde vivo creyendo ser gaditana. Letraherida, cinéfila aficionada, cultureta desde chica, más despistada y simple de lo que aparento y, por lo tanto, una pizca impertinente, según decía mi madre. Desde antes de tener canas, dedico buena parte de mi tiempo a pensar y escribir sobre el envejecer, que deseo armonioso. Soy una feminista de la rama fresca. Yo, de mayor, vieja.

Canción triste del Bulevar del Gran Capitán

Bulevar de Gran Capitán durante el estado de alarma

Anna Freixas

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A un mes de mi próxima partida a Barcelona estoy haciendo mi particular despedida de Córdoba, ciudad en la que he vivido intensamente durante 42 años.

Hace unos días quise hacer un recorrido por algunas de las huellas de Juan Serrano en la ciudad, aprovechando la visita de un arquitecto barcelonés que estaba interesado en conocer la obra artística y arquitectónica de Juan.

Me pareció interesante empezar por un espacio emblemático de nuestra ciudad y me dirigí hacia el bulevar del Gran Capitán, remodelado por él a principios de los años noventa del siglo pasado, siendo en aquel momento arquitecto municipal y responsable de la Oficina del Casco Histórico.

Una remodelación, por cierto, hecha con lápiz fino y moderno que en aquel momento fue incomprendida por algun@s cordobes@s, anclados en las farolas de hierro forjado y otros detalles similares propios de la estética del siglo XIX. Personajes que mostraron su contrariedad de forma contundente, aunque posteriormente, cuando viajaron por Europa, acordaron que el bulevar que ellos denostaban podía competir con el diseño de las calles de algunas capitales europeas. Más vale tarde que nunca, o como el mismo Juan dijo a uno de ellos, ya era hora que viajaras.

¿Hace tiempo que no os habéis detenido a mirar en qué estado de abandono está este Bulevar, las farolas laterales y centrales, los bancos con respaldo tú y yo y los sin respaldo, los bolardos, la fuente, el templete, los quioscos, los alcorques? Todos y cada uno de estos elementos fueron diseñados por Juan Serrano y producidos expresamente para el Bulevar (incluidas las desaparecidas papeleras que por lo que sé fueron rescatadas por el buen ojo del ayuntamiento de un pueblo de la provincia que ahora mismo no recuerdo).

Hablemos de los dos tipos de farolas. Las laterales, con forma de arpa, inspiradas en las de Gaudí del Paseo de Gracia de Barcelona, fueron diseñadas por Juan Serrano a modo de homenaje. Son unas farolas majestuosas, poderosas, aunque actualmente están oscurecidas por capas y capas de polvo añejo, llenas de pegatinas y grafittis. No me he podido fijar si al menos iluminan o les faltan también bombillas. Todo es posible.

Las farolas centrales, de un diseño ligero, alegre y elegante, están aún peor, si es posible comparar lo abandonado y sucio, con lo sucio y abandonado. Estas farolas están compuestas por tres brazos en una armoniosa disposición geométrica, cada uno de los cuales tiene como luminaria una media esfera. Actualmente están rebozadas de excrementos, dado que la desidia municipal las ha convertido en palomares. Algunas farolas conservan sus tres brazos, pero resulta impresionante constatar que muchas de ellas están mutiladas y ni siquiera los tienen. ¿Dónde estarán las luminarias y los brazos de acero, por cierto?

Sigamos paseando.

Los bancos de granito están desplazados de su posición original, rotos, machacados por los monopatines y también dan una imagen deplorable de descuido.

Faltan bolardos, otros están torcidos.

¿Y qué me decís del único quiosco que queda de los varios que diseñó Juan Serrano y fueron instalados en el Bulevar? Me refiero al quiosco de las palomitas, situado frente a la oficina de Cajasur, que siendo como era una pieza de alegre diseño moderno, es actualmente el depósito de los enseres de las personas que duermen en la calle. Al menos sirve para algo, pensaría Juan. Aplastado por la suciedad, es una muestra más del poco respeto con que los servicios municipales de conservación tratan a la obra pública y a la ciudadanía y, además, en este caso, a la memoria en la ciudad de uno de sus artistas reconocidos.

¿Es esta la mejor manera con que Córdoba puede recibir y mostrarse ante su propia ciudadanía y ante las hordas de turistas que fotografían la ciudad?

Un canción realmente triste, Gran Capitán.

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Soy una barcelonesa trasplantada a Córdoba, donde vivo creyendo ser gaditana. Letraherida, cinéfila aficionada, cultureta desde chica, más despistada y simple de lo que aparento y, por lo tanto, una pizca impertinente, según decía mi madre. Desde antes de tener canas, dedico buena parte de mi tiempo a pensar y escribir sobre el envejecer, que deseo armonioso. Soy una feminista de la rama fresca. Yo, de mayor, vieja.

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