Western
En esto que llega un tipo al bar del barrio, ya cocido previamente, y se pide una cerveza.
El menda está lenguaraz y le da por decir cosas en voz alta, para que nos enteremos: “la libertad de expresión está sobrevalorada en este país de mierda. Aquí parece que todo quisqui puede opinar, como si supiera, de todo, de lo divino y de lo humano, de política, de economía griega, de Merkel, de programas de la tele, de Florentino Pérez… De lo que le salga del níspero, como si su opinión nos importara…”
Pide otra cerveza y sigue la chapa: “…que si podemos, que si ahora en común, que si el suelo de la hipoteca, que si mira lo que dijo anoche Marhuenda, que esto, que lo otro… la libertad de expresión es el recurso de los vagos. Que hay que doblar el espinazo, señores, y dejarse de tanto opinar…”
A su lado, un silencioso parroquiano saca un colt 45 de cañón corto del bolsillo de su guayabera, le quita el seguro, apunta debajo de la nariz del lenguaraz y, con gesto firme y rápido, le descerraja un disparo a “quemabigote”.
“Ea. Ahora no podrán velarlo con el ataúd abierto en su funeral”. Dice muy bajito.
Paga su “medio” de Fino Cancionero fresquito y se va: “Nos vemos”.
El serrín del suelo del bar empapa un charco carmesí. El mesonero lava los vasos.
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