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Sobre este blog

Como desde siempre he sido reacio a levantar pesos o manipular herramientas, pero sé leer, escribir y hablar, he acabado trabajando (es un decir) en medios de comunicación escritos y radiofónicos. Creo que la comunicación y la cocina tienen muchas cosas en común: por ejemplo ambas necesitan emisores y receptores, y tienen una metodología parecida, una suerte de sintaxis y de morfología que deben ser aplicadas. Cocino habitualmente en casa y mi último descubrimiento ha sido comprobar que recoger y limpiar utensilios mientras preparo la comida es muy bueno: ha cambiado mi vida, de hecho. Buen provecho a todos.

Meme

Un meme.

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Érase una vez un país donde todo el mundo era camarero o camarera. Toda persona que no tenía nada que hacer, abrió un bar.

De hecho, cuentan que, tiempo atrás, ese país –o región o ciudad, no me acuerdo bien- estaba repleto de joyeros, pero que una crisis o un baile de precios de los patrones oro o plata, les hizo cambiar de actividad y abrieron un bar.

Bares que abrían y cerraban como las flores raras y efímeras del cactus de mi terraza.

La flor del cactus es un milagro perecedero. Nunca sé si celebrar su nacimiento o su muerte. He optado por celebrarlo todo.

Muchas madres enseñaron a sus hijos e hijas a hacer sofritos, quitar y poner la mesa y a meter cosas en una batidora, por eso, y gracias a la Enseñanza General Básica que les explicó las cuatro reglas –o sólo dos-, los humanos se sintieron preparados para abrir un bar, tirar cerveza, sumar y restar. Aunque en esto último, muchos se equivocaron.

Un vicepresidente de un gobierno que se creía autónomo y que tenía pinta de forense de serie cutre parecía apoyar a esta gente. Les llamaba “empresarios” o “emprendedores” o cosas así.

Y todo el mundo estaba contentillo y ponían emoticonos sonrientes en sus smartphones y notas de voz y veían series en un Netflix compartido con el cuñado.

La selección de fútbol goleó a una caja de arenques transbalcánicos y todo era una Arcadia feliz.

Alguien avisó que, en breve, llegarían los robots y tirarían ellos la cerveza, limpiarían las mesas, servirían el café y harían los sofritos. No le hicieron caso. Nadie le hace cuentas al loco visionario.

Nadie sospechó que aquella batidora primigenia para el salmorejo era la avanzadilla de la invasión, el primer robot.

Porque nadie se dio cuenta a tiempo de que este país o región o ciudad no era más que un puto meme.

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Como desde siempre he sido reacio a levantar pesos o manipular herramientas, pero sé leer, escribir y hablar, he acabado trabajando (es un decir) en medios de comunicación escritos y radiofónicos. Creo que la comunicación y la cocina tienen muchas cosas en común: por ejemplo ambas necesitan emisores y receptores, y tienen una metodología parecida, una suerte de sintaxis y de morfología que deben ser aplicadas. Cocino habitualmente en casa y mi último descubrimiento ha sido comprobar que recoger y limpiar utensilios mientras preparo la comida es muy bueno: ha cambiado mi vida, de hecho. Buen provecho a todos.

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