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Sobre este blog

A Desalambrar es una plataforma que lleva más de dos décadas reivindicando el tránsito libre por los caminos públicos de Córdoba y la preservación del patrimonio natural. En este blog compartirá con los lectores y amantes del senderismo las rutas que mensualmente realizan por algunos de los itinerarios más singulares.

Larga vida al pueblo de Obejo

Ruta senderista a Obejo.

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El pasado domingo 5 de marzo de 2023, un numeroso grupo de personas, algo más de cien, hemos hecho una ruta muy especial, de unos ocho kilómetros, dentro del término municipal de Obejo, situado en nuestra sierra cordobesa.

La ruta ha sido especial por diversas razones: por una parte, porque ha sido organizada con la finalidad de hacer más visible la creciente tendencia a la despoblación del propio pueblo de Obejo y, en consecuencia, tratar de promover la necesaria reflexión y el deseable consenso para, con la aportación de todos (también, por supuesto, de las correspondientes administraciones públicas) poner en marcha las mejores medidas que puedan corregir dicha tendencia; por otra parte, porque se ha desarrollado por un entorno natural privilegiado, cuya belleza es tan particular que es capaz de aunar sencillez y grandiosidad a partes iguales; y, por otra parte, por lo agradable y estimulante que resulta ver un amplio grupo de personas que, con sus particulares sensibilidades, opiniones y pareceres, pueden ser capaces de mostrar que sí, que con un poco de buena fe, una mínima empatía y la necesaria toma de conciencia se pueden ganar batallas al inmovilizante conformismo, a la pesimista desidia y a la mal consejera mediocridad.

La ruta comenzó a la altura de uno de los puentes que se elevan sobre el río Guadalbarbo, a unos diez kilómetros antes de llegar al propio pueblo de Obejo, y, avanzando por las inmediaciones de su curso, pudimos disfrutar de muchos parajes y algunos rincones, de esos, que a uno le hacen decir, para sus adentros, que se pare este desquiciado tren en el que vivimos que yo me apeo aquí. Incluso llegamos a escuchar, entreverado con nuestros pasos, el murmullo del agua saltando entre las piedras. Un murmullo que parece hablarte de los misterios de su recorrido, de la tierra que ha ido preñando de futura vida, de los hocicos, picos y todo tipo de bocas cuya sed ha ido saciando, y de su cristalina transparencia, siempre que la respeten virgen y no la mancillen.  Un murmullo muy diferente al que produce el agua encauzada de la urbe, como el de la despilfarrada catarata que brota de nuestros grifos para perderse, sin más, por nuestros sumideros, o el que produce nuestras siniestras tuberías mientras arrastra todos los tóxicos desechos que, antes o después, nos acabaremos tragando. Por eso resulta tan conmovedor escuchar el verdadero lenguaje del agua, porque vuelve a reconciliarte con una naturaleza a la que, por mucho que nos empeñemos, no podemos darle la espalda.

Y así llegamos, sobre media mañana, a un lugar un poco más abierto, amplio de miras, ni más ni menos hermoso que el tramo anterior o posterior, sino diferente, donde nos detuvimos para reagruparnos, darnos un pequeño descanso y reponer algunos nutrientes, mientras algunos de los asistentes nos aportaban valiosas informaciones relacionadas con el objetivo de nuestra marcha.

Primero fue un vecino del pueblo, quien nos detalló algunos aspectos de su población y de cómo estaba repartida dentro de su término municipal; para continuar con algunas referencias históricas y culturales, además de mostrarnos, con gran acierto, las bondades que uno puede encontrar en un lugar que no es de paso, aunque, y ese es su atractivo, sí un lugar donde pararse, donde merece la pena detenerse y detener la acuciante e irreflexiva rutina que nos gobierna, e, incluso, un lugar donde plantearse nuevos, alternativos y diferentes planes de vida como, por ejemplo, pudimos comprobar con la presencia de una ilusionada pareja que, procedente de otro país, a unos miles de kilómetros de distancia, ha venido con sus hijas para establecerse con su propio proyecto en el pueblo de Obejo.

Después, e interviniendo en representación de la plataforma cordobesa que actúa en defensa de los caminos públicos y fuentes y cauces fluviales, nos explicaron la situación actual del posible inventario de caminos del municipio y de su potencial atractivo a la hora de ofrecer, a los buenos caminantes, unos paisajes de ensueño que, con su sana influencia, puedan ayudar a preservar el gran valor de la vida de un pueblo como el de Obejo: una vida que, bien entendida, puede devolverte una auténtica vida. Y para concluir, otro joven vecino del pueblo nos invitó a participar en futuros eventos culturales que, con gran entusiasmo, están preparando para propios y, nunca, extraños, y, sí, siempre bienvenidos.

Más tarde fuimos regresando al punto de partida, más o menos en paralelo al camino de ida, a través de unos parajes a los que tan solo les puede reprochar su incapacidad de decepcionarte. Cuando estuvimos de vuelta en el lugar donde aparcamos los coches, una parte de los asistentes regresaron a Córdoba y los demás, cincuenta y seis, nos acercamos al pueblo de Obejo donde, con gran amabilidad y disposición, nos ofrecieron, entre los dos bares que permanecen abiertos, unos huevos fritos con patatas que, no sé si por la emoción de comerlos tras tan estimulante ruta, sabían, increíblemente, a huevos y patatas.

Y llegó el final, el regreso a la ciudad, pero tuve la impresión de que cuando llegaron las entrañables despedidas se podía intuir, en cada uno de los rostros, la misma expresión de Janfri Bogart cuando, en la película “Casablanca”, dijo eso de: “esto puede ser el comienzo de una bella amistad”.

 A lo largo de la historia, en demasiadas ocasiones se ha deseado larga vida a tantos reyes que, lo más probable, es que no lo merecieran. El pueblo de Obejo, por muchas razones, creo que sí lo merece; por tanto, espero que, en nombre de muchos, pueda decir y desear: “larga vida al Pueblo de Obejo”.          

*José Moral, miembro de la Iniciativa ciudadana por el Parque Natural Sierra Morena de Córdoba y de la Plataforma de utilidad pública A Desalambrar.        

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