Ese tierno cuentecito del BOJA
La transparencia es inherente a la democracia
Érase una vez un Gobierno autonómico que promulgó un cuentecito que comenzaba así: “La transparencia es inherente a la democracia y constituye una pieza fundamental para el establecimiento de una sociedad democrática avanzada”. El cuentecito estaba plagado de casitas de chocolate, hadas madrinas y buenos propósitos a lo largo de sus cincuenta y ocho bellos artículos, sus mágicas disposiciones adicionales, sus títulos y sus deliciosos capítulos de fresa.
Tan asombrosas eran sus páginas que los duendecitos del bosque nos anunciaban un mundo maravilloso de acceso a la información pública y del derecho ciudadano a obtener una resolución motivada por parte de la administración. La armonía y la bondad gobernaban el reino de la transparencia entre cantos de jilgueros y pétalos de buena fe burocrática. El silencio administrativo había sido desterrado de este universo celestial como principio básico para propiciar la participación de todos los ciudadanos en la vida política, económica y cultural.
El cuentecito fue publicado en el Boletín Oficial de la Junta de Andalucía bajo el candoroso título de Ley 1/2014, de 24 de junio, de Transparencia Pública. Poner título a las fábulas no es, desde luego, la más apreciada virtud del Gobierno andaluz. Pero no nos pongamos estupendos. Lo verdaderamente importante es este lindo relato de príncipes azules y derechos constitucionales que habitan en un mundo de fantasía y leyes evanescentes.
La realidad, sin embargo, se llevó por delante a una vecina de Córdoba que tuvo la temeridad de pedir información a su Ayuntamiento sobre el plan municipal de conservación del arbolado. Nuestra hermosa ciudad soporta temperaturas de infarto y la cándida mujer quería saber qué acciones planea el Gobierno local para mitigar los efectos de la alerta climática que se cierne sobre el Mediterráneo.
Nuestra incauta vecina habría leído ese tierno cuentecito del BOJA y se acercó a la ventanilla de Capitulares por si Bambi tramitaba su solicitud conforme a las disposiciones previstas por ley. Pobre Caperucita. El silencio administrativo se la merendó de un bocado y hoy, un año después, se encuentra pidiendo auxilio al Consejo de Transparencia.
Desde aquí se pueden oír las carcajadas del lobo emboscado en algún pasillo de la administración pública. Y no me digan que no.
0