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ENTREVISTA

Patricia Guerrero, directora del Ballet Flamenco de Andalucía: “El flamenco siempre será contemporáneo”

Entrevista N&B a Patricia Guerrero, directora del Ballet Flamenco de Andalucía

Juan Velasco

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Patricia Guerrero (Granada, 1990) tiene hambre. Y lo repite un par de veces: “¡Joder, qué hambre tengo!”. Son las 14:15 de un viernes soleado de noviembre en Córdoba y, ante la imposibilidad de coger mesa en una terraza, la entrevista acaba haciéndose en la peña flamenca El Almíbar, en un sótano en la calleja del Niño Perdido. Allí, sin nada que picar, se enciende la grabadora.

Esa misma noche, la flamante directora del Ballet Flamenco de Andalucía, se subirá al pequeño tablao a hacer una de las cosas que más le gustan, improvisar con su cuerpo y su alma junto a esos dos monstruos que le acompañan: el guitarrista Dani de Morón y el cantaor Sergio El Colorao.

Guerrero, Premio Nacional de Danza en 2021, no esconde la importancia que tienen estos dos pilares en su evolución como creadora. Una evolución que ha sido brillante desde que comenzó a golpear las tablas, con sólo tres años. Tenía 15 cuando entró al Centro de Estudios Flamencos que dirigía Mario Maya. 17, cuando se impone en el concurso de La Unión. 20 cuando entra en la Compañía de Rubén Olmo y 21 cuando se convierte en la primera bailarina del Ballet Flamenco de Andalucía.

Ahora, doce años después, se va a convertir en su directora, tras haber presentado un proyecto escénico con el que aspira a llevar este conjunto a la modernidad. Guerrero tiene esa otra hambre y no lo oculta. En estos doce años, se ha colocado como una de las figuras clave de la danza flamenca contemporánea, capaz de seducir a festivales como Sonar (que todavía le debe un espectáculo que abortó la pandemia) y a los escenarios más jondos que existen: las peñas y los tablaos, a los que se aferra cuando necesita tomar tierra.

En un momento tan distópico, el flamenco aporta verdad y sentimiento

PREGUNTA. Llevamos toda la semana hablando del Día Mundial del Flamenco (la entrevista se celebra al día siguiente de la gala de los Latin Grammy en Sevilla). Y tú lo vas a celebrar en una peña.

RESPUESTA. Sí. Mola, me encanta. Es una forma muy pura, ¿no? Las peñas son sitios a los que me encanta venir, en los que me siento en casa. Ese símil futbolístico de jugar en casa, que me viene de que mi padre es futbolista. Y sí, para mí, tanto un tablao como una peña es un lugar en el que me siento en casa, cómoda, y me gusta mucho compartir ese arte, ese arte del momento y del lugar.

P. ¿Eso es lo que te dan estos espacios que no te da un teatro? ¿La espontaneidad?

R. Sí, aunque es verdad que eso en el teatro también sucede a veces y que esa espontaneidad yo intento mantenerla en mis espectáculos. Pero no es lo mismo. Además, está la proyección que hay aquí: primero como energía; ya conservas mucha más energía en una peña porque, al ser un sitio pequeño, la controlas más. En un sitio grande, tu energía tienes que proyectarla de otra manera y eso tiene sus ventajas y sus inconvenientes. Pero, para mí, las peñas son templos del flamenco. 

P. No sé si conoces muchas como ésta, como El Almíbar, en las que se ve a mucha gente joven. 

R. Yo intento, cada vez que hago una charla o un encuentro, invitar a la gente a que venga a estos sitios: a los tablaos, a las peñas, a consumir flamenco. Consumir flamenco es consumir tu patrimonio y tu cultura. Yo siempre lo intento porque, además, me parece un planazo. Y porque yo lo hago. Pero reconozco que mucha gente lo desconoce y cuesta mucho lograr que la gente joven lo haga.

P. Igual hay truco en esta idea que tenemos ahora de que el flamenco es popular, si al mismo tiempo las peñas van envejeciendo y muriendo.

R. Sí, sí. Es complicado. El flamenco no es un arte de masas, es un arte que requiere una gran atención e interés por parte del público. O que no lo entiendas, sino que simplemente le llene. Y es muy complicado traer a esa gente joven. Creo que, por desconocimiento, porque creo que si lo escucharan más… Ya no que ellos se lo pongan, sino que se ponga más en la radio, que se vea más en la tele… Si todo esto se diera, igual lo querrían consumir. 

P. Igual entonces sí que puede ser de masas. Sólo hay que invertir en ello ¿no?

R. Puede ser. A mí no me sorprendería nada. Lo que pasa es que eso también sería una gran transformación. Pero oye, todo es positivo.

La conexión y la emoción priman sobre la ejecución

P. Ahora estamos viendo esta semana todo lo que ha rodeado esta gala de los Latin Grammy en Sevilla. Se han invertido 23 millones de euros en una gala de la que los principales beneficiados son grandes estrellas que no son precisamente flamencos. No sé si esto de aflamencar los Grammy compensa, si luego al mismo tiempo no se le da continuidad.

R. Yo creo que todo es positivo. Una gala como la de los Latin Grammy le ha venido bien al flamenco porque, quieras o no, mucha gente lo habrá conocido gracias a esto. Y luego, también ha permitido que muchos de esos artistas no sólo entren en contacto con artistas flamencos, sino que vivan de cerca lo que es el ambiente flamenco. Porque estás en Sevilla y allí todo huele a eso y a nuestra cultura. Así que yo sí que creo que es positivo o que, al menos, de ello puede salir algo positivo. Evidentemente, había gente que no es flamenca, que viene de la música latina, que tiene otro público, pero es que ese público también vio los Grammy.

P. Claro, mis reparos tiene más que ver con que se gasten 23 millones de euros en un sólo día, porque se corre el riesgo de convertir el flamenco en una anécdota. Porque el año que viene será en Colombia, y tocará la cumbia.

R. Evidentemente. Sí, a ver, supongo y espero que se haya sacado algún tipo de beneficio para el sector. No sé en qué medida y desde luego, estoy de acuerdo en que lo ideal es que algo así no sea cosa de un día. 

P. ¿Tú hubieras ido a bailar a la gala?

R. Sí, claro que sí. Ya te digo, a mí ese tipo de exposición me parece positiva. El flamenco tiene que estar en estos sitios. Y no por moda, no, sino porque nos merecemos que muchísima más gente conozca el flamenco y conozca a los grandes artistas del flamenco. Por ejemplo, Israel (Fernández) tiene un perfil muy potente que nos está dando esa flamencura pura y racial, pero hecha desde la actualidad. Él es una buena figura actual y un buen representante del flamenco. 

P. Israel es precisamente un ejemplo de que, si se invierte un dinero en promocionar el flamenco, llega a donde tiene que llegar

R. Ahí está. Sí, sí, totalmente.

Consumir flamenco es consumir tu patrimonio y tu cultura

P. Eso en la danza no era tan raro hace 20 años. En los 90, los grandes coreógrafos de flamenco, Joaquín Cortés, Canales, Sara Baras, tenían mucha exposición mediática. Ahora es rarísimo ver algo así en un telediario nacional.

R. Es que la danza es la gran perjudicada de la exposición del flamenco. Es complicado, sobre todo porque la gente no la consume. Es decir, si es que los propios españoles no la consumen y nos salva la gente de fuera. Esto es real: la gente no consume danza y no va a los teatros a ver danza. 

P. ¿Ni danza flamenca?

R. A ver, tenemos muchos clichés todavía. El flamenco está lleno de clichés. Todavía hay gente que no va a ver flamenco porque cree que es una cosa antigua.

P. ¿Ese es el cliché que más te molesta a ti? 

R. Ese me pone negra. O sea, ¿que se reduzca el flamenco a algo casposo? Pero si es que el flamenco es totalmente moderno y actual. Si es que el flamenco es un arte que siempre será contemporáneo. Siempre te da más. A mí diariamente me sorprende. Todos los días encuentro algo. El flamenco es infinito. Entonces, no sé, sí que me da coraje que la gente no lo aprecie. Y en el caso de la danza, pues es más complicado.

P. ¿En qué sentido?

R. ¿Qué cabida tiene la danza en los Grammy Latinos? Cuatro que hacen dos cosas, alrededor de uno que canta. Evidentemente, son premios para la música, pero es que en el flamenco, la danza y la música van de la mano. Es un vínculo directo. 

P. ¿La danza es la mejor puerta de entrada al flamenco? Desde luego, la iconografía del flamenco, la imagen más reconocible es la de la bailaora. 

R. Totalmente.

El baile de Córdoba y Granada es fuerza y tierra

P. ¿Eso pesa? 

R. Es cierto que el baile puede ser el mayor representante del flamenco fuera de España. No sé cuántas veces he ido con cantaores, y ellos encantados de que yo les acompañe, pero realmente me llevan porque es que en giras internacionales se lo exigen. Es que el movimiento es universal. Se entiende más fácil. La palabra es difícil. El cante es más difícil de defender fuera, aunque la emoción también llegue. El baile, en este sentido, es una forma más accesible y fácil de entrar en el flamenco. 

P. ¿Dónde te ha sorprendido más la acogida hacia el flamenco?

R. (Se queda pensando) Es que los americanos son… Pa tó son muy exagerados. Y es algo que te sorprende. Yo me acuerdo de una matinée que hice para 3.000 niños en el City Center de Nueva York. Lo recordaré siempre, porque eso no era normal. Eso no era chillar, era emoción pura de ver lo tenían delante. Empezamos, me acuerdo, con una seguiriya, y los niños flipando. Y luego hacían unas preguntas… En general, el público americano, es un público muy exagerado. Pero es que para ellos, para empezar, ser artista es algo muy importante. Cosa que aquí deberíamos mirarnos. Allí no, allí dices que te dedicas al baile y es: “¿Cómo? Pero qué maravilla”. Y se interesan desde una verdad, porque están educados así.

P. Es que allí el arte es una industria.

R. Sí, total. Literalmente.

P. ¿Qué puede aportar el flamenco en un contexto internacional como el que tenemos ahora mismo?

R. Pues mucho. Y sobre todo, en este momento tan distópico, el flamenco aporta verdad y sentimiento. El flamenco es una herramienta con la que filtrar las emociones, tanto para el que está en el escenario, como para la gente que nos ve. Porque ellos también lo hacen a través de nosotros. Entonces, creo que el flamenco es un arte muy terapéutico y algo que puede ayudar mucho a la gente. Y creo que, todo aquel que lo ve por primera vez, siente una especie de enamoramiento. Y el que es flamenco, seguirá siendo flamenco toda la vida. Bueno, menos algunos exflamencos… (Se ríe)

P. Mi querido Paco (Niño de Elche)

R. Paco es exflamenco, sí.

Las peñas son templos del flamenco

P. El flamenco es un arte en el que es difícil entrar, pero es que, si entras, lo imposible es salir.

R. Pues sí, es imposible. Por mucho que diga Paco, a él es al que más le gusta el flamenco. Él es exflamenco pero en su sentido, pero no literal.

P. Tus espectáculos tienen un punto muy político, ya desde los propios títulos. ¿Trabajas la creación desde una vertiente más intelectual y política?

R. Evidentemente, detrás hay un trabajo intelectual, un trabajo de dramaturgia, de partir de un concepto o de una historia. Por ejemplo, en Catedral era una mujer en un mundo religioso que la oprimía y que se transformaba. Y Distopía, que fue casi una premonición de la pandemia, habla de esa mujer pero en un ámbito dictatorial, en el que ella se cuestiona cosas y, por lo tanto, surge un conflicto en el que, para poder vivir, se vuelve casi loca, como en 1984 de Orwell. A mí me interesa mucho contar historias a través de mi baile. Es algo que me llena mucho. Igual que te digo que me llena llegar y bailar, y que me canten y me toquen sin saber ni lo que suena, me parece primordial que el artista esté comprometido socialmente y que cuente algo que tenga un poso.

P. ¿Trasladar esas ideas a una coreografía debe ser un trabajo complejo?

R. En este caso, el baile y el flamenco están al servicio de la historia. No al contrario. Y tanto es así que mi baile se transforma. Porque, de repente, quiero contar algo concreto y mi baile tiene que contarlo. Y no puedo hacer un seguiriya típica. Por ejemplo, en Distopía, hay una parte que hacemos unas Alegrías del carril, en las que ella está loca, y Sergio (El Colorao, su cantaor), las repite constantemente, haciendo diferentes estilos con la misma letra. ¡Imagínate para la cabeza! Ella baila unas alegrías en ese estado…

Lo último es salir y bailar. Eso es lo que se ve, pero es lo último. Todo el proceso creativo es lo interesante. Y encima el flamenco te da esos medios. Porque eso está ahí. Por ejemplo, los tientos de Distopía, son de Moreno Galván, que era un activista que estaba en contra del régimen y cuya obra poética y lírica nos llega a través de Menese. Evidentemente, todos venimos del flamenco, pero es que eso también está ahí.

P. El flamenco, de hecho, ha perdido parte de ese aliento político. La política no ha permeado mucho en el imaginario flamenco contemporáneo. 

R. También es complicado. Para un artista es complicado situarse políticamente en un lugar o en otro porque todo depende de lo que ocurra políticamente. Pero, desgraciadamente, es que estamos todo el rato dependiendo de más cosas: de si le gustas a uno o a otro. Y eso es verdad que es un horror. 

P. Hay algo también muy quijotesco en tu trayectoria como coreógrafa, y es curioso porque tú precisamente hiciste una coreografía para Don Quixote.

R. Aquello fue una joya. Y Andrés Marín tuvo esa idea brillante de llevar El Quijote a escena desde el flamenco y desde su mundo. Y fue súper interesante. Me acuerdo de que yo hacía una bambera y salía yo en un patín haciendo vuelta de pecho sobre la tabla. Imagínate, una reinvención total. Pero es que Andrés es un ejemplo de una danza vanguardista en la que él es el más flamenco que te puedas echar a la cara. 

Una gala como la de los Latin Grammy nos viene bien

P. Eso también lo han dicho de ti.

R. ¿Ah sí? No me digas.

P. Que eres la más flamenca de las contemporáneas y la más contemporánea de las flamencas.

R. Bueno, pues no sé si eso me define… (Se sonroja) Lo que quiero decir es que, aunque tu discurso sea muy vanguardista, la profundidad de lo que estás contando viene de tu raíz y de tu conocimiento. Y eso se nota en una creación. Cuando alguien te cuenta algo con una base sólida, se nota mucho. Y en este caso, El Quijote, ya de por sí es la obra emblemática de la literatura española, llevada al flamenco, encima desde un lugar urbano, pues de repente era algo muy especial. Y alguien puede ver esa danza y pensar: ¡Qué Quijote!

P. O pensar: ¡qué locos están estos!

R. También (Se ríe). Los flamenco estamos como una cabra.

P. En el dilema entre transmitir emoción o ejecutar perfectamente, ¿dónde te sitúas?

R. (Se lo piensa) No sé si por encima, pero sí, la emoción es primordial. Algo que esté perfectamente ejecutado que no transmite emoción, puf (resopla). Yo misma lo percibo. Hay veces que la gente te dice que has bailado muy bien y yo ni había sentido ni padecido. Esos son los peores días: cuando no conecto conmigo misma y con lo que está ocurriendo. Y ejecutas, porque ejecutas bien porque para eso lo has trabajado con un nivel, pero creo que la conexión y la emoción priman sobre la ejecución.

P. Y en la preparación, qué pesa más, ¿lo físico o lo mental?

R. A ver, para llegar a esos estados de elevación, tú tienes que tener un nivel físico y técnico que te lo permita. Y creo que, para eso, es bueno tener apoyo. Para mí, rodearme de Dani (de Morón) y Sergio (El Colorao), es primordial para llegar a donde quiero. 

Todavía hay gente que no va a ver flamenco porque cree que es una cosa antigua

P. Eso es saltar con paracaídas.

R. Exactamente. Y con colchoneta.

P. ¿Hay mucho miedo al paso del tiempo cuando se es bailaora?

R. Uy, esta pregunta me gusta mucho. Lo he visto en mis maestros, lo he visto en compañeros, que hay mucho miedo. Y yo esto que me preguntas lo he analizado y lo he intentado reflexionar. Y espero y trabajaré para que no me ocurra. Porque recuerdo que Mario (Maya) me dijo una vez: “Hubo un momento en que acepté que ya no bailaba al nivel que lo hacía, y dejé de bailar”. Y me di cuenta de que él era consciente y simplemente llevó su carrera hacia otro lugar.

Creo que es muy inteligente aceptar nuestro cuerpo, porque somos artistas, pero el baile es un arte físico. Y no tenemos la misma fuerza o capacidad con 20, que con 40 o 50. Tendremos otras cosas. Entonces, esa dualidad es lo bello del arte, que tienes ese conocimiento o madurez que te llega cuando físicamente no estás al mismo rendimiento. Y, en el momento en el que uno no pueda, pues no pasa nada. Hay muchas ramas dentro de nuestro camino que podemos utilizar y lo importante es no frustrarnos. Pero es normal frustrarse y la gente se frustra mucho.

P. Recuerdo haber leído una entrevista en la que decías que fuiste a aprender danza a Berlín y te sentiste…

R. Ridícula. Era la última de la clase. Eso fue un baño de ego. Era una croqueta. Hubo un momento en que una chica se calló al suelo, plass, y esa era yo. Bueno, pues lo único que hice fue llenarme de otras cosas, de otra cultura, de otra danza, y me encantó la experiencia. Pero eso sí, fue un baño de ego. Porque yo he sido siempre la primera de la clase y de repente era la última persona, literalmente, de la clase. Pero bueno, es interesante porque te pone en jaque y te hace darte cuenta de tus limitaciones, que las tenemos. Pero, también te digo, mi objetivo no era bailar contemporáneo. Mi objetivo era llenarme de esa danza y ver dónde me llevaba.

P. ¿Se puede ser bailaora en un festival como el Sonar?

R. Claro. Bueno, como sabes me llamaron en la pandemia y no pudo ser. 

P. ¿Y qué llevabas?

R. Era chulísimo. Iba con un artista visual, Pablo Valbuena, y venía Sergio (El Colorao). Y hacíamos un trabajo brutal con las luces y el sonido. Era muy poético porque nos iluminábamos según la intensidad con la que nosotros interactuábamos. Además, también hacía loops con barras de led y luego bailaba sobre diferentes patrones. O sea, toda la luz era algo que yo había creado. Era una cosa muy interesante y para el Sonar era lo más. Pero no se pudo hacer. Lo hicimos después en Francia, en Madrid también lo hicimos. Pero me dio pena no hacerlo ahí. 

Me parece primordial que el artista esté comprometido socialmente

P. Te llamarían moderna, seguro. ¿Por qué ser moderno suena despectivo en el flamenco?

R. En el caso del Sonar, son este tipo de cosas de las que hablábamos antes de llevar el flamenco a esas masas. Porque en el Sonar está lleno de gente que consume otro tipo de música, y llevar el flamenco ahí, a esa actualidad o modernidad, es algo positivo.

P. ¿Se puede ser libre si uno está constantemente pidiendo perdón a los puristas?

R. Uy, yo es que no le pido perdón a nadie. Ni pido perdón, ni pido permiso. ¡Vamos, faltaría más! Es que el tema de los críticos está antiguo, aunque haya existido siempre. Y bueno, pues es una forma de limitar a los artistas. Yo no sé por qué nunca me ha importado lo que pensaran los críticos, mientras a mí me gustara lo que estaba haciendo. Yo soy mi mayor crítica. Yo soy la primera que me digo: “Vaya mierda”. Y me interesa la opinión de la gente a la que le interesa de verdad lo que hago, aunque sea negativa. El resto no me importa. 

P. Tal como lo planteas, el purismo es más una barrera que un criterio estético. 

R. No, a ver, yo en esto como decía Paco: lo puro es lo que se hace de verdad. Y, con tu conocimiento. Ahora, si nos ponemos en plan: flamenco puro. ¿Eso qué es? ¿Flamenco tradicional? Pues evidentemente mis espectáculos no son de flamenco tradicional, pero si usted quiere verme hacer eso, venga a verme a un tablao que llevo toda mi vida y sigo actuando allí. Pero, no me puede usted pedir que me suba a un escenario como el de La Maestranza para hacer eso. Porque, como bailaora seré la misma, pero como creadora necesito algo más. Y puedo hacerlo, que lo he hecho toda mi vida, pero es que mi evolución como artista me pide otra cosa. 

P. ¿Qué es para ti el silencio?

R. El silencio me encanta. En mis espectáculos no busco los aplausos, de hecho. No suelo dejar mucho espacio para ello, aunque la gente muchas veces lo necesita. Pero el silencio y la atención es algo muy bello. Y hacen que, cuando llega el aplauso, sea real. Otra cosa es una peña, que si no escuchas un “ole”, chungo. 

P. ¿Qué se siente cuando una pasa de ser primera bailarina del Ballet Flamenco de Andalucía a tener la responsabilidad de dirigirlo, y todo ello en tan poco tiempo?

R. Pues es muy fuerte. Han pasado sólo once años. Pero en el momento en el que estoy, creo que soy capaz de asumirlo y por eso me he presentado. Tengo las ganas, tengo la energía y, evidentemente, tengo la madurez de asumirlo. Claro, esto hubiera sido impensable en esa época, en la que era una niña y tenía 21 años, pero, claro, es que, entre medias, han ocurrido tantas cosas que me siento muy preparada para esto. 

Ir a Berlín a aprender danza contemporánea fue un baño de ego; era una croqueta

P. ¿Da respeto no?

R. Es una responsabilidad enorme. Es el Ballet Flamenco de Andalucía y yo siempre digo que a lo que aspiro es a presentar una nueva generación de creadores. No sólo yo como coreógrafa, sino mi equipo. Y también me siento responsable para con el flamenco. 

P. ¿Y qué me puedes decir de Tierra bendita, el proyecto que te ha llevado hasta este nuevo puesto?

R. Pues Tierra bendita es ese flamenco que quiero mostrar; esa suite flamenca actual, un recorrido del flamenco por sus territorios. Me gustaría hacer un caramelo, algo muy flamenco y mostrar esa frescura y energía que tiene el flamenco actual. 

P. ¿Y qué sientes como andaluza cuando alguien se apropia del flamenco?

R. (Se ríe) ¿Te refieres a España o fuera de España?

P. Me refiero a la presidenta de Madrid, que dijo hace poco aquello de Madrid es la capital del flamenco.

R. Es curioso, yo ahora vivo en Madrid, y cuando ponen vídeos representando allí al flamenco, te das cuenta de que todos los que salen son andaluces. Y eso no tiene nada que ver, porque hay grandísimos artistas fuera de Andalucía, y el flamenco es universal. Pero bueno, a mí no me parece mal que alguien esté orgulloso de su música y su cultura. Y el flamenco es parte de la cultura española y es, ha sido y será muy importante en Madrid. Pero, bueno, dejémoslo en que se lo prestamos… 

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