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María José Polo: “Si en primavera no llueve más de lo habitual, será difícil estar tranquilos el año que viene”

Entrevista N&B a María José Polo, Catedrática de Ingeniería Hidráulica

Alejandra Luque

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María José Polo (Córdoba, 1969) es una enamorada no solo de su trabajo, sino también de todo lo que rodea al mismo. Y le encanta la fotografía, una pasión que fue dejando aparcada cuando empezó a bucear en lo que hoy es su profesion.

Conversa pausada y tranquilamente para hablar de algo tan urgente como es la falta de agua en Córdoba, que no es otra cosa que el resultado de una sociedad y de su forma de entender su desarrollo y el de su economía.

Es Catedrática de Ingeniería Hidráulica en la Universidad de Córdoba (UCO) desde 2016. Sus investigaciones sobre la dinámica de la nieve y la hidrología de las montañas en el sur de España han contribuido al estudio de la hidrología en las regiones mediterráneas y al desarrollo de servicios hidrológicos y climáticos para la previsión y la planificación a corto y largo plazo. En febrero de 2022 se convirtió en la primera española en recibir el premio que la Asociación Internacional de Ciencias Hidrológica otorga, junto a la UNESCO y la Organización Meteorológica Mundial, a personas que han realizado contribuciones fundamentales a la ciencia de la hidrología. Polo es excelencia dentro y fuera de las aulas.

Hace más de 20 años ya obtuvo uno de los tantos reconocimientos que acumula: el segundo Premio Nacional a su licenciatura en Ingeniería Agrícola en 1992. Cinco años después, su doctorado en Ingeniería Ambiental fue reconocido con el Premio Universitario, el Premio de Medio Ambiente de la Fundación-Caja Madrid y el Premio Fertiberia a la mejor tesis doctoral. Desde julio de 2022, Polo es Vicerrectora de Política Científica de la UCO. Este domingo abordamos con ella la necesidad imperiosa de cambiar nuestra relación con el agua porque ahí nos va nuestro presente y nuestro futuro.

PREGUNTA (P). ¿Confundimos los términos sequía y escasez de agua? En febrero de 2023, según datos del Ministerio para la Transición Ecológica, en Córdoba no había sequía pero sí escasez de agua.

RESPUESTA (R). Son conceptos que no se deberían igualar, pero es cierto que en el lenguaje vulgar usamos palabras que conocemos su significado aunque, si nos vamos a un entorno más científico, tienen diferencias muy precisas. Hoy en día, la palabra sequía define una situación meteorológica prolongada durante la cual la precipitación es menor a un umbral relativo a la media. En el fondo, la sequía es algo sobre lo que no tenemos capacidad de control a corto, medio y largo plazo. Es un fenómeno natural y normal desde un punto de vista estadístico en muchas zonas del mundo. En los desiertos, por ejemplo, lo normal es que no llueva. En Andalucía, lo normal es que en verano llueva muy poco o nada en muchos puntos. Lo normal es que haya años secos frente a otros húmedos.

Por otro lado, la escasez de agua es la falta de recursos en las estructuras de almacenamiento con las que nos protegemos frente a las sequías prolongadas. La mayor parte de los embalses de la cuenca del Guadalquivir y de las cuencas mediterráneas atlánticas andaluzas, que son las que nos afectan más directamente, tiene un tipo de planificación y regulación plurianuales. Esto quiere decir que pueden almacenar agua para protegernos frente a la sequía de dos, tres o cinco años, según los embalses y su capacidad. Por lo tanto, cuando hay escasez puede que sea un año que no haya sequía. Ahí juega mucho el equilibrio entre las demandas, la oferta y la gestión que se pueda hacer del agua.

La sequía y la escasez de agua son conceptos que no se deberían igualar

P. La sequía no seca los embalses.

R. Así es. Esa frase la leí en un titular de un periódico el año pasado por estas fechas. Es un titular muy impactante y a veces se busca eso pero, además de impactar, a mí me gustaría que los medios difundieran información precisa y que nos ayudaran como sociedad a reaccionar de una manera sostenible y razonable. Parece que al ser la sequía la que vacía los embalses estamos ante una situación irremediable y sobre la que no tenemos otra cosa que hacer que mitigar las emisiones de CO2. La escasez realmente es el resultado del equilibrio entre las llegadas de agua, que son las precipitaciones, y el consumo que hacemos de ella, y ahí sí tenemos cierta capacidad de control. ¿Quiere decir esto que haya que abandonar actividades, castigar a determinados usuarios o demonizar algunas actividades económicas? Para nada. Una sociedad es sostenible cuando las personas tenemos garantizados una vivienda, un trabajo digno, unas condiciones de confort… Afortunadamente no vivimos en un país donde se aspire a la supervivencia, sino que aspiramos a vivir bien, pero razonablemente, y a que haya un bienestar compartido, y eso pasa también por tener un trabajo digno y garantizado. En Andalucía hay muchos trabajos que dependen del agua. La agricultura es un sector muy importante en nuestro país y con mucho valor añadido, al igual que el turismo.

La mayor proporción del turismo que contribuye al PIB es el de costa por el tipo de actividad. Y si no hay agua, no puedes ofrecer actividades. ¿Qué problema hay entonces? Que es difícil tomar decisiones para restringir el uso de agua cuando no percibimos socialmente la sequía. Ahí todavía estamos en un periodo de adaptación entre todas las administraciones científicas, técnicas y de gestión que tienen que ver con el agua y su conservación, pero lo que sí estamos observando es que está clara la tendencia a una menor torrencialidad en la ocurrencia de precipitación. Estadísticamente no se puede decir que un un año llueve menos, pero lo que sí está observado y comprobado es que hay una mayor variabilidad estacional. Podemos tener un mes muy lluvioso y tres meses en los que no llueva nada en una época en la que en otras décadas hemos percibido que llovía en dos meses y en el tercero, menos. Se está concentrando la ocurrencia de lluvia por los procesos hidrológicos y eso tiene implicaciones en cuánta agua se evapora de más, cuánta agua se puede infiltrar o no, cuánta va directamente como escorrentía a los ríos y, por lo tanto, los embalses tienen que descargar… Y también implica cuán seco está el suelo cuando desaparece el período húmedo como el que estamos entrando ahora que, salvo que la primavera sea más lluviosa de lo que suele ser en habitual, va a ser muy difícil que recarguemos los embalses como para estar tranquilos el año que viene. Si el suelo está más seco cuando llega el final de la primavera, la vegetación natural y los cultivos van a necesitar más agua. Pero si estamos en escasez no va a haber mucha agua disponible para regar. Es un ciclo que se va retroalimentando. Ahí está el debate y las necesidades social y técnica de explorar nuevas formas de gestión de nuestras infraestructuras hidráulicas, de explorar también cómo racionalizar el volumen de agua que destinamos a determinadas actividades económicas porque no lo vamos a poder garantizar en un futuro. Eso está ahí. Insisto, no se trata de ir en contra de una actividad, sino de afrontar una realidad que se nos ha venido ya encima, que no hay que esperar al cambio climático de los siguientes 30 años. La realidad ya está aquí. Es mejor afrontarlo y tomar soluciones consensuadas. A lo mejor todos tenemos que ceder algo para que nadie pierda dentro de diez años. Entre todos los sectores creo que se puede aportar bastante.

P. ¿Se puede hablar de que exista alguna cierta tendencia de las precipitaciones en Córdoba?

R. El valor medio de la precipitación anual en Córdoba no ha cambiado a nivel anual significativamente. Si lo analizamos por estaciones, sí es cierto que en el verano clásico –junio, julio y agosto-, la precipitación acumulada ha disminuido. No es que lloviera muchísimo, pero recuerdo que cuando era pequeña llovía todos los meses de agosto. Ahora, ¿desde hace cuánto tiempo no llueve hasta bien entrado septiembre? Así que a nivel estacional se está distribuyendo la ocurrencia de precipitaciones en Córdoba y en otros puntos de España. En primavera también parece que la lluvia está disminuyendo a favor de una mayor lluvia en invierno, curiosamente. Eso es lo que estamos analizando en muchos proyectos relacionados con la hidrología y con la gestión de recursos hídricos porque no es solo importante saber cuánta agua podemos recibir a escala anual, sino con qué ritmo llega porque nos condicionan el tipo de infraestructuras hidráulicas que tenemos y el tipo de operación y decisión que podemos tomar.

La escasez de agua se gestiona antes de que llegue

P. En 2018, Córdoba estaba en un nivel de prealerta por escasez de agua y actualmente estamos en emergencia. ¿Cómo han podido cambiar tanto los datos en muy pocos años?

R. Realmente no es tanto. En hidrología, los ciclos naturales del agua se estiman que están entre 11 y 13 años aproximadamente. Por eso, para hacer estudios de tendencias climáticas, que no meteorológicas, que son de corto alcance temporal, se toman períodos de diez años. Lo que pasa una década, sobre todo en el arco mediterráneo, es muy variable. 2018 y 2023 forman parte de un ciclo de diez años. Si hemos estado en un período de cinco años durante el cual la precipitación no ha estado por encima de la media, nos ha tocado la parte seca de un ciclo de diez años. ¿Que estos ciclos secos ahora son más continuos que antes? A escala de década observamos que la precipitación se está concentrando y de nuevo eso tiene estas consecuencias. La probabilidad de que hace unas cuantas décadas pasáramos de prealerta a emergencia era más pequeña estadísticamente de lo que parece que estamos observando ahora. Digo parece porque no ha transcurrido un número de décadas suficientes para poder comparar. De año en año lo vemos muy claro y lo percibimos como ciudadanos, pero hay que ponerlo en un contexto de los últimos diez años, los previos diez años y así sucesivamente. ¿Cuánta historia tenemos de los embalses? Pongamos los años 50, ya tenemos siete décadas. Ahí tenemos un período suficiente para poder comparar las dos primeras décadas con las últimas. Pero, aún así, siete décadas son siete décadas, no sabemos lo que ocurrió antes.

Los primeros embalses importantes tienen más antigüedad, pero eran estructuras más aisladas. El desarrollo de embalses en nuestras cuencas y en nuestro país en general tiene un punto de inflexión fuerte en los años 50, luego hasta los 70 y ya en los 90 se crearon también otras grandes presas tras la gran sequía de estos años. Para poder comparar no la sequía, sino la escasez, que ya son datos hidrológicos ligados a cuánto tenemos almacenado, debemos ver cómo crece el número de embalses, cómo cambian las pautas de gestión, los niveles de alerta… Hoy podemos estar en emergencia hidrológica y tener en total más agua almacenada en los embalses que cuando no había estas estructuras. A eso me refiero. ¿Cómo comparas?

P. Y lo que comentaba antes, ¿está avanzando la concienciación de la ciudadanía en el uso y malgaste del agua?

R. Hay que ser muy proactivo informando y no esperar al momento de crisis. La escasez se gestiona cuando aún no ha llegado porque cuando ya se produce, no puedes gestionar prácticamente. Ya la tienes encima. Las medidas de ahorro en las que se nos insisten cuando estamos en estas situaciones tienen que ser pautas continuas, no hay más. Por ejemplo, no podemos hacer plantas ornamentales de gran consumo de agua en una zona donde no hay agua abundante, aunque haya un año en que sí haya mucha para poder regar. Hay que ir a ser más resiliente y la mejor manera de adaptarse es no estar muy alejado de lo que ocurre en el medio natural porque la naturaleza tiene capacidad propia para amortiguarlo.

El medio natural es el futuro y no podemos agotar nuestros recursos

P. ¿En Andalucía se gestiona la escasez antes o mientras ya se produce?

R. Se hace de manera previa porque las autoridades competentes lo conocen de primera mano. Hay personas regulando cuánta agua se descarga de los embalses, a qué usos se autorizan este año, qué demandas hay, las presiones que tienen cuando no hay agua… Y no solo porque conocen de primera mano cómo llega el agua, sino porque son conscientes de que esta situación de escasez que tenemos ahora puede no mejorar de cara a septiembre del año que viene. Desde hoy se manejan dos horizontes: hasta septiembre, la probabilidad de que llueva está limitada a los próximos dos meses. Es muy extraño que junio sea tan lluvioso que nos salve de la situación. Y es todavía menos frecuente que vaya a llover en julio y agosto. Ahora tenemos el horizonte de cuánta agua nos va a dejar la primavera y qué va a pasar en otoño. Son dos horizontes de incertidumbre. Las autoridades lo saben. Tenemos una administración del agua que por nuestras condiciones naturales está entrenada en este tipo de situaciones, pero es verdad que consumimos en total más agua y por eso somos más vulnerables ya que ante una escasez hay mucho más usos que se dejan de atender. ¿Dónde está el equilibrio? Tenemos que desarrollarnos y tener una economía fuerte y sostenible ambientalmente también. El medio natural es el futuro y no podemos agotar nuestros recursos. Es que no tenemos otro. Por ello, tenemos que ser conscientes de que el desarrollo basado en un mayor consumo de agua, aunque el unitario sea cada vez más eficiente, si en total gastamos más, no puede continuar. Ya estamos sobrepasados. El reto actual es ver cómo racionalizamos ese exceso de consumo de agua en el que estamos ahora mismo y cómo afrontamos un futuro en el que probablemente, y casi garantizado, no vamos a tener más agua. Además, la probabilidad de que tengamos menos no es desdeñable. Ahí está el reto.

P. ¿Hay datos sobre qué porcentaje de agua consume la agricultura?

R. Hay un dato global y neto, aunque depende mucho del año porque los cultivos demandan más agua cuando hay mayor temperatura y sequedad ambiental. Pero hay un número que se usa como estándar que apunta que el 80% del agua que consumimos es para usos agrícolas y relacionados. Los ciudadanos no somos los principales consumidores en volumen, pero tenemos que ser igualmente responsables. Lo que está claro es que afrontar un futuro incierto con respecto al agua no se puede basar solo en políticas de que en el uso doméstico lo disminuyamos. Solo en eso no es suficiente. Ahí está el debate económico, que también es social; el conflicto cada vez que hay escasez porque todos los usos son legítimos, pero en ese contexto es donde están el reto y el problema. Además, no es un conflicto exclusivo nuestro, sino también a nivel internacional y global. Aquí no solo discutimos si tenemos agua potable o no. En otros países del mundo, el problema es que no hay acceso al agua potable ante una sequía. Es un problema de supervivencia. Son niveles diferentes de crisis pero todos como planeta estamos afrontando ese futuro con interrogantes no fáciles de responder.

La población mundial sigue creciendo porque las condiciones de vida permiten una mayor proliferación pero, ¿dónde está el límite? ¿Puede un planeta sostener una población creciente indefinidamente en cuanto a agua y capacidad para producir alimentos? Luego, la agricultura no es un actividad sustituible y creo que hemos tenido muy recientemente dos sucesos a nivel mundial que han vuelto a poner en la mesa el papel estratégico de la agricultura como actividad primaria. Hemos tenido un confinamiento que nos ha impedido acceder a muchas cosas y a muchos suministros. ¿Qué habría pasado si la agricultura no fuese un sector en España y tuviésemos que haber exportado todo? Luego, la guerra en Ucrania, que ya lleva un año y parece mentira, es un drama en nuestras fronteras y aprendimos de pronto que nos quedábamos sin cereales. Cuando estudiaba en Agrónomos a finales de los 80 y principios de los 90, el mensaje era que Europa era excedentaria en producción de cereales, que sobraban y que había que limitar la superficie. Ahora nos encontramos con que hay un conflicto y nuestro granero europeo no nos surte y suben los precios de algo tan importante como harina o pan. Creo que han sido sucesos que nos tiene, como sociedad, que hacernos repensar esto de la economía global. Hay que tener claro que la agricultura es una actividad estratégica e irrenunciable, pero eso no quiere decir que podamos seguir creciendo en cultivos de regadíos, que podamos seguir pensando que la disponibilidad de agua se arregla haciendo más presas o construyendo más depósitos. Yo insisto: ¿Dónde está el agua que los va a llenar? No hay más agua y pensar que le podemos quitar más a los ecosistemas no es un pensamiento razonable en pleno siglo XXI. Eso es pan para hoy y hambre para mañana.

La agricultura es una actividad irrenunciable, pero no podemos seguir creciendo en cultivos regadíos

P. ¿Se debería entonces diversificar la agricultura en lugar de potenciar los regadíos?

R. La región mediterránea se caracterizaba por tres cultivos: cereal, olivo y vid, que son típicos de zonas donde se sabe que no llueve. Al ser cultivo de secano solo necesita riego en años tras años muy secos. Ciertamente, un cultivo de regadío da productos de mayor valor de mercado, garantiza la producción año a año, nos quita incertidumbre con respecto a los cultivos de secano y diversifica el mercado. Cuando tenemos cada vez más regadíos y cultivos que se pueden hacer en secano y se apuesta por regadío, el año que no hay agua, se pierde mucho más. Ese es el concepto de vulnerabilidad, no ser capaces de afrontar situaciones de crisis en este contexto. Se ha comentado ya que el almendro es un cultivo típico de la región mediterránea y se ha visto una proliferación de su plantación. Esos árboles, si se acostumbran a ese regadío, ¿qué pasa el año que no se puedan regar? Esos árboles no sobreviven en las condiciones en las que se han implantado. ¿Cómo se recupera la inversión y en cuántos años se vuelve a poner una plantación en esos sitios? No es fácil y no estoy echando culpas ni que sean decisiones equivocadas. Simplemente hay que pensar en términos globales qué porcentaje de superficie está contribuyendo a esta situación y qué capacidad tenemos de pasarnos al secano en una realidad como esta. El sector agrícola tiene la aspiración legítima de no tener incertidumbre, de competir con productos con valor de mercado real… Eso es legítimo, pero yo también entiendo que como administración debemos ser claros con las expectativas que podemos tener como sociedad. Insisto, no va a haber más precipitación en un corto y medio plazo. Esta situación, que ya la vivimos el año pasado, será más complicada si no llueve mucho en primavera y en otoño. Esto nos debe hacer pensar en cómo afrontar con menor vulnerabilidad estos periodos que parece que van a ser más frecuentes en el futuro.

P. Recientemente, la Junta de Andalucía ha sometido a información pública un proyecto de ampliación de superficie de riego de la Comunidad de Regantes del Bajo Guadalquivir de casi 1.400 hectáreas. ¿Esto es sostenible cuando nuestras cuencas son deficitarias?

R. La gestión del agua está asociada a los usos del territorio. Estoy completamente convencida de que esa autorización de regadío tiene que ver con algún objetivo de desarrollo en la zona. E insisto, legítimo. Pero vuelvo la torna: ¿No podemos buscar otro modelo de desarrollo económico que no sea pensar solo en la agricultura de regadío como motor de dinamización? ¿No podemos diversificar de otra manera? ¿No podemos pensar que el Bajo Guadalquivir al final es la parte de una cuenca que es muy grande y donde ya sea usa mucha agua? Se gestiona bien, claro. Hacemos el milagro en una cuenca como la nuestra. Vivimos de la agricultura de regadío y del turismo de costa, así que es como un milagro. Pero es que, ¿es el único modelo? ¿Puede tener un crecimiento indefinido aunque sea cada vez más pequeño? ¿No podemos apostar por otras actividades que nos den más diversificación y que no extenúen todavía más nuestros sistemas fluviales? Es que no se puede más. Hace poco tuvimos en el Rectorado una conferencia de un profesor israelí, que es una eminencia en su campo, y en su conferencia mostró un porcentaje muy alto del agua que se reutiliza del sector doméstico.

No hay más agua y pensar que le podemos quitar más a los ecosistemas no es razonable

P. Sí, justamente el 65%.

R. Claro, pero es que el 100% de las aguas residuales proceden de la desalación de agua de mar. No proceden de agua del río, claro. Siempre digo que la hidrología es contemplar el agua en su totalidad: en la cuenca, en los acuíferos y en la vegetación, y entender que todas son necesarias. El agua que no llega al mar genera un impacto en otros ecosistemas. Los años que llega poco agua dulce al estuario del Guadalquivir, son años en los se que genera una disminución de las capturas. Con lo cual, el sector pesquero se ve afectado porque el agua fluvial arrastra restos de nutrientes, lleva más oxígeno disuelto, menos sales… Y esa mezcla de aguas salada y dulce genera una riqueza y una biodiversidad que hacen de caladeros de nutrición a donde luego van las zonas pesqueras. ¿Sería sostenible un modelo que solamente viviera de las cuotas pesqueras? No. ¿Cuándo como sociedad y economía somos más fuertes? Cuando tenemos diversidad. Cuando entendemos que lo que quitamos de allí se lo quitamos a otro lado y viceversa. Hace poco participé en una mesa redonda en Los Pedroches sobre la ganadería y la falta de agua y alguien del público dijo que se seguía perdiendo mucho agua en al mar. Yo creo que no soy una persona excesivamente beligerante, pero no me pude contener y le dije que no se podía seguir diciendo esas cosas. Esa frase ya no es del siglo XXI. El agua no se pierde al mar, es que tiene que llegar allí. Ya estamos usando mucha agua que no llega al mar. Eso va a tener impacto ambiental y cambia la temperatura del mar. esto no es una ideología ecologista, sino un principio básico de supervivencia como planeta, como sociedad y como especie en conjunto.

P. Ocurre al igual con los arroyos.

R. Es que tiene que haber agua ahí. Si el suelo está seco, cada vez vamos a necesitar más agua para regar. Si los acuíferos no se recargan, el caudal base de los ríos no solo es menor, sino que puede llegar a agotarse. Necesitamos que haya cierto equilibrio en todo para que esos sistemas nos soporten como especie en los momentos de crisis. Si agotamos los acuíferos, los años que no llueva, los ríos van a tener muy poco caudal. El que tenemos en agosto en los ríos viene de los acuíferos normalmente. Si hay menos caudal, la vegetación de ribera tendrá menos agua y se secará. Si esta vegetación no existe, el suelo perderá sus propiedades físicas, se cuarteará y ya será imposible que determinadas especies puedan vivir en esos ecosistemas. Esto llevará a invertir más en restaurar ríos y ecosistemas porque sin una biodiversidad y unas condiciones ecosistémicas razonables, la calidad del aire, del agua, del suelo y de su capacidad de ser fértil disminuyen. Al final, pagamos todos. No queremos vivir en un desierto, ¿verdad? Por mucho que haya milagros tecnológicos que lo hagan posible.

Es muy difícil solucionar las expectativas del uso del agua que hay creadas

P. ¿Estamos cerca de vivir restricciones de agua? Ya el año pasado hubo pueblos que se vieron afectados por la falta de agua en los embalses.

R. No lo sé, pero Emacsa ya ha dicho que no descarta restricciones porque, a lo mejor, en su sistema de gestión, para garantizarnos el agua el invierno que viene, nos la cortarán un poquito ahora para no tener un riesgo muy grande el año que viene. También, indudablemente, los cortes de suministro a la población están regulados por ley, en qué condiciones se pueden o no hacer.

P. Recientemente, la Junta ha dado autorización ambiental para la construcción de un campo de golf aquí en Córdoba. ¿Qué le parece?

R. Si antes en esa zona no se estaba regando, indudablemente un campo de golf gasta más agua que una superficie natural a la que no se le echa agua. Hoy en día, los campos de golf no gastan tanta agua como antiguamente. Se ha mejorado el tipo de especie herbácea con la que se tapiza el suelo y se van buscando especies menos demandantes de agua. En algunos casos se usa riego de agua depurada aunque, insisto, usar este agua no es crearla. El agua depurada se está utilizando para satisfacer los requisitos del caudal ecológico en muchos tramos de río. La verdad que no te sabría decir nada más, pero incremento de consumo de agua tiene, me extrañaría mucho que no fuera así. La Confederación Hidrográfica de Guadalquivir lleva ya tiempo diciendo públicamente que la cuenca no da más de sí. Me imagino que si lo han autorizado será con todas las garantías.

Ante la escasez de agua han proliferado pozos difíciles de controlar

P. Alude a la concienciación, a que la cuenca es deficitaria, a que no hay más agua… ¿Los políticos escuchan a los expertos a la hora de la toma de decisiones?

R. Percibo que se escucha más que hace 20 años puesto que integrar los usos del agua en un contexto, no ya de conservación ambiental sino de calidad, creo que está más asumido e interiorizado por un mayor porcentaje de la población que antes. Ahí es donde, quizás, cosas que antes chocaban, percibes que ese concepto ambiental ha cambiado. Es cierto que los profesionales del agua no nos sentimos tan escuchados como nos gustaría, pero es que es muy difícil solucionar las expectativas del uso que hay creadas. No es fácil. No quiero responsabilizar. Hay un marco normativo de derechos del agua consolidados que tampoco hace fácil y rápido cambiar ciertas cosas. Y luego, también, hay unas decisiones políticas que tienen un retorno cada cuatro años. Podemos decir lo que queramos, pero eso es así. Es cierto que cada equipo de gobierno implementa su propia política. Con esto no estoy asociando política a partidos, pero es cierto que la política existe en sentido positivo y hay políticas que van hacia un modelo económico de un tipo y políticas de otro modelo. Y eso lo decidimos los ciudadanos cada cuatro años legítimamente. Ahí, la ciencia va ampliando el grado de conocimiento que tenemos. ¿Quiere eso decir que el conocimiento es inamovible? No. Verdades aceptadas como muy razonables hace 100 años, después, el mayor conocimiento ha demostrado que hay que revisarlas. Por eso, los hidrólogos no tenemos que hacer política del agua, sino hablar de medidas porque, a final, no va a haber agua y cuando llegue esa crisis quizás vamos a tener que transformar todo el modelo económico. Quién sabe, no tengo la bola de cristal, pero indudablemente, el mensaje que tanto nosotros como Confederación estamos transmitiendo desde hace tiempo es que no se puede ir a más. Es que tenemos que ir a menos para seguir manteniendo los usos en el futuro. O se incorpora ya en la política de hoy o se tendrá que hacer de manera dramática en la política de un mañana, salvo que venga un fenómeno no previsible que haga que de pronto aquí llueva muchísimo todos los años. La probabilidad de que eso ocurra no es cero, pero sí muy pequeña.

P. ¿En qué estado se encuentran los acuíferos de Córdoba?

R. No están en una situación nada deseable porque, además, son los sistemas acuáticos más difíciles de seguir. Percibimos su estado límite cuando los manantiales se agotan. Cuando esto pasa es porque el acuífero lleva tiempo en déficit. Luego recargarlo lleva más trabajo. Se suma que ante la escasez de agua han proliferado pozos difíciles de controlar. La ley está pero luego la práctica es otra cosa. ¿Se controlan que se tiren las colillas desde un automóvil a la carretera? Sí, pero, ¿tenemos a una persona vigilando lo que hace cada uno en su coche? No. La Sierra Morena tiene mucha capacidad para retener agua, con manantiales, y Córdoba tiene muchas fuentes que vienen de antiguas canalizaciones. Hoy día con los satélites, fotografías y drones hay mayor capacidad de observar. También tenemos más piscinas.

Tenemos que ir a menos consumo para seguir manteniendo los usos del agua en el futuro

P. Según el Instituto de Estadística y Cartografía de Andalucía, Córdoba triplica la media andaluza en construcción de piscinas

R. También es verdad que Córdoba es una de las provincias andaluzas donde el verano es más insoportable. El uso de las piscinas domésticas en zonas donde el verano es potente no se puede comparar con el uso de una piscina en zonas donde difícilmente se traspasan los 30 grados en verano, vamos a ser conscientes de eso, pero todo suma al final. Recuerdo aquellas épocas en las que las piscinas se vaciaban y se limpiaba y luego se volvían a llenar. Hoy día está demostrado que es más rentable y sostenible mantener la calidad dela gua que llevar a vaciar. Pero, aún así, basta con mirar una foto satélite para ver el número de piscinas si lo comparamos con los años 40 o 70.

P. Ya no hablemos de las piscinas ilegales.

R. Ya. Si yo insisto, no debemos demonizar. Nada es el absoluto responsable de lo que pasa, pero todo influye. Lo que no podemos es seguir como estamos y pensar que vamos a vivir más tranquilos en el futuro. Esa realidad es muy poco probable.

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